lunes, 6 de mayo de 2013



Con un abrazo para Guillermo del Castillo,
por su cumpleaños del pasado 4.

LECTURA DE UNA FOTOGRAFÍA DONDE TODO ES PARTE DE UN MURAL

“Zapata vive”. Sí, el mural así lo confirma. No sólo Zapata, también Villa, también Madero, Pino Suárez y, por supuesto, Belisario Domínguez (quien anda chento por cumplir ciento cincuenta años de nacimiento). Tal vez por esto, en el centro de la fotografía aparece una botella con agua; tal vez por esto, en el primer plano está una muchacha bonita (árbol de vida).
Todo pareciera un juego de espejos, porque si el lector ve con atención, mira que Zapata observa a la muchacha de la cámara. Tal vez se sorprende por el chunche moderno que ella tiene entre manos. ¡Ah (debe pensar) qué diferencia con los chunches de mis tiempos! Debe pensar: “debíamos posar sin movernos y esperar días y días hasta que la fotografía se revelaba”. ¿Revelar? ¿Rebelar? Sí, instantes de rebelión son los que acá están consignados. Villa, Zapata, Belisario, Madero, Pino Suárez y demás ¡fueron unos rebeldes con causa! Todos, sin excepción, pensaron en el otro, antes que en sí mismos. Tal vez por esto aparecen en el mural. Un mural donde, de fondo, al lado de la palabra de Belisario, vuela un águila, como símbolo de libertad. Por esto, el muralista pintó a Belisario ¡desnudo! Porque la palabra vuela como el águila y es transparente como un hombre sin vestidos.
Hay diferentes modos de ser rebelde. Zapata sostiene en la mano izquierda un rifle y una espada en la mano derecha. Belisario sostiene en la mano izquierda un pergamino, sostiene ¡la palabra! La muchacha del Siglo XXI sostiene una cámara digital. Es su arma. Con la fotografía puede, igual que los otros, atreverse a marcar los instantes de rebelión.
Si vemos las miradas de los hombres del mural advertimos que la de Zapata es la más profunda, la más inquisidora. No es casualidad, entonces, que la muchacha bonita esté parada frente a esa mirada (¿o debo decir lo contrario? ¿Decir que Zapata “se puso” frente a la muchacha para observarla con detenimiento?). Tampoco es casualidad que ella, en este Siglo donde se alardea tanto de la “equidad de género”, complete el mural con la presencia femenina. Sí, se sabe, las mujeres lo dicen a cada rato, la Historia, también, es machista. ¿En dónde quedaron las mujeres que, igual que los hombres, se rebelaron ante las injusticias? (¿Permanecen en el cuarto de revelado, en el cuarto oscuro?).
Ella, la muchacha bonita, parece haberse contagiado de la misma mirada de Zapata. Su mirada tiene la misma intensidad, es como si el horizonte no fuese más que un canto de tierra y libertad. Pero ¡no! Miento. La mirada de ella también está llena de cielos. Porque, ahora lo sabemos, no sólo de tierra vive el hombre. Es necesario que los jóvenes de este siglo vean más allá de donde vio Zapata. Porque los sueños son territorio del cielo. Los chavos de estos tiempos también deben ver hacia donde los hombres del siglo XIX y del siglo XX no vieron. Por esto, es bueno que ella, en lugar de un fusil o de una espada, enarbole una cámara fotográfica, instrumento para revelar la rebeldía.
Zapata la ve, ella ¿a quién ve? ¿Se prepara para subir la cámara y tomar una fotografía o, al contrario, ya bajó la cámara y comprueba que su objetivo era el que consiguió? Ella tiene los labios cerrados, no porque tema decir su palabra. ¡No! Parece que ella habla por su mirada, por eso tiene la misma intensidad de la de Zapata.
Un instante después ella dejó el espacio. Dejó a los rebeldes en su espacio. Por eso era necesario que el otro, el de la cámara de enfrente, consignara el instante. El instante en donde la muchacha bonita completó el mural. Ahora esta escena ya quedó para siempre. Ahora sirve para la reflexión. Para que las demás (las muchachas bonitas de este Siglo) reflexionen y piensen que, en los próximos murales, una palabra volará los “cielos” de la tierra y de la libertad.
¿Y la botella de agua? ¿Quién la dejó ahí? ¿Por qué? ¿Acaso era Día de Muertos y la dejaron por si ellos, Zapata, Belisario y los demás, regresaban del más allá? ¿Acaso ella, entonces, la muchacha bonita, es el camino de luz? Tal vez los campesinos y luchadores sociales tengan razón y Zapata esté vivo. No al estilo de Pedro Infante que, dicen, vive en el corazón de todos los mexicanos; sino en la sustancia de otros cielos.