lunes, 20 de mayo de 2013
LECTURA DE UNA FOTOGRAFÍA DONDE UN POLLITO PLATICA CON UNA NIÑA
El pollito está encerrado. La niña se desplaza con libertad. Por esto, el pollito, en un piso de aserrín, aserrán, los maderos de Comitán, le pregunta cómo se hace para estar libre. Ah, la niña bonita dice que las cosas no son como parecen. Ella pone carita de pollita azul y dice que ahora puede caminar libremente porque su mamá está con ella, su mamá (quien está sentada en una banca) la cuida y ve que no se aleje demasiado. Ah, dice el pollito, qué bonita palabra dijiste. ¿Cuál?, dice la niña. Esa, la de libremente. Ah, dice la niña, ¿te gusta? Sí, dice el pollito. ¡Libremente! ¡Mente libre! Y entonces el pollito dice la frase sobada de que podrán mantener su cuerpo en cautiverio, pero su mente ¡jamás! Ah, dice la niña. Es una bobada, piensa. Es una bobada, porque de nada sirve una mente libre en un cuerpo cautivo; ni un cuerpo libre en una mente cautiva.
¿De veras eres un pollito?, pregunta la niña bonita. Tal vez no, dice el pollito, que ahora ya no parece pollito. Tal vez soy cría de gavilán, dice el animalito; tal vez soy cría de águila. Ah, no, no inventes, dice la niña. No estoy segura de que seas un pollito, pero de lo que sí estoy segura es que no eres cría de águila. ¿Por qué no? No sé, te ves tan débil. Bueno, dice la cría, tú también te ves muy frágil y, sin embargo, conforme crezcas puedes ser tan grande como, no sé, una escritora famosa o una actriz de telenovela. Y entonces, la cría le pregunta a la niña si ella ve telenovelas, porque yo sí, dice la cría. En casa, en las tardes, mi dueña mira las telenovelas y yo las veo con ella. ¿Tú?, pregunta la niña. Sí, claro, no ves que como soy pequeña me mantiene en esta caja, dentro de la sala. Algún día, espero, podré ir al gallinero y correr de manera libre. Bueno, no tan libre, porque he visto a mis tías que no pueden ir más allá de la frontera donde está una cerca con malla metálica.
A mí me sucede lo mismo, dice la niña. No puedo ir más allá del patio, nunca más allá del árbol de jocote. Mi mami no me deja salir a parte alguna. Tú y yo estamos condenadas a no ir más allá de ciertos límites, dice la niña. Sí, dice la cría, estamos jodidas.
En este momento, la niña coloca el brazo sobre el borde de la caja de madera y mira con atención a la cría y le pregunta: ¿cómo sabes que eres niña? No lo sé, responde la cría. ¿Tú cómo sabes que eres niña? Bueno, dice ella, porque tengo nombre de niña. Ah, dice la cría. ¿Tú cómo te llamas?, pregunta ella y la cría dice que no tiene nombre. ¿Me puedes dar un nombre? Sí, sí puedo, pero no sé si deba, no eres mía (o mío). No importa, dice la cría, por favor, ¡bautízame! Está bien, dice la niña, déjame pensar, hmmmm, te llamaré, a ver, a ver, te llamaré ¡Llamarada! ¿Llamarada? Me gusta, pero, ¿no se te hace un nombre muy extraño? ¡Tontita, no importa cómo te llames, lo importante es que ya sabemos que eres una niña! Sí es cierto. Me llamo Llamarada. Sí, me gusta, Llamarada. Gracias, gracias, por bautizarme. ¿Quiere esto decir que eres mi mamá? ¡No, no, cómo puedes pensar eso! ¡Yo soy una niña, no puedo ser madre, y mucho menos de una Llamarada! ¿Y cómo se llamará la mamá de una Llamarada? ¿Se llama-hada?
El pollito está encerrado. Ahora está contento, porque no tiene la certeza de ser un pollo o un águila. Lo único que sabe es que es niña. Por eso está contenta. La niña dice: ya debo irme, ya me llama mi mamá. Ah, qué bonito debe ser tener una mamita, dice Llamarada. Tal vez mi mamá sea Fuego. No lo sé. Lo único que sé es que ahora tengo nombre. Gracias. Oye, oye, ¿cómo te llamas? Pero la niña ya no la escucha, ya corre al lado de su mamá, quien se levanta, se arregla la falda y la toma de la mano. Mami, mami. ¿Qué, hijita? ¿Sabes cómo se llama el pollito? No, ¿cómo? Llamarada. Ay, qué nombre tan raro. ¿Verdad que sí? ¿Y cómo sabes que así se llama? Platiqué con ella. Ah, bueno. ¿Me compras un refresco? No, porque luego no quieres comer. Te prometo que…