miércoles, 22 de mayo de 2013



LECTURA DE UNA FOTOGRAFÍA DONDE LOS TRONCOS CAMINAN

El cielo y las montañas de fondo. Lo único visible del progreso es el asfalto de la carretera, las llantas vulcanizadas de la carreta y, por desgracia, una moto sierra que lleva el “leñador”.
Todo pareciera intocado; todo pareciera estar como en el Primer Día. Pero no, la presencia del hombre modifica su entorno. Hay una mancha de grasa en el camino; hay un cerco con alambre de púa. Sí, hay algo que lastima el tronco del hombre. ¿El mismo hombre?
El paso de los bueyes es lento, el hombre tiene una mano en la cintura, como si todo hubiese sido sencillo. Y parece que así fue. Le bastó tomar su moto sierra (ahí se ve, al lado de los troncos, con ese color naranja que es como flama de infierno); le bastó echarla a “andar”; le bastó colocar la sierra sobre la espina dorsal del árbol (un árbol endeble, como pichito). Le bastó partirlo en dos, tres, cuatro, cinco trozos.
Un buey negro, un buey blanco, un buey con camisa café, constituyen la yunta. Caminan con paso lento, como midiendo las huellas que no son las comunes. Los bueyes, desde siempre acostumbran caminar sobre la tierra; están acostumbrados a arar. El poeta dice que es posible arar en el mar, lo que es imposible es arar sobre el concreto. ¿Qué surco puede hacerse sobre una vía que no admite pausas, cuya vocación es la prisa? Un contrasentido aparece en esta fotografía: la carreta, llena de trozos, viaja de manera lenta en una vía rápida. El hombre (leñador) no puede meter segunda ni tercera velocidades, deja que la inercia del tiempo haga su labor.
Todo es bucólico, menos la marca del talador. ¿Para qué le sirve a este hombre los trozos de madera que lleva? ¿Hará carbón? ¿Los hará pedazos más pequeños para el horno de leña? No sabe, el hombre no sabe el daño que ocasiona, porque se ve que no sólo ramas cortó. Su labor fue truncar el crecimiento de un árbol. ¿De dos árboles? ¿De tres? ¿Cuántos hombres taladores existen en esa región? Si el lector ve con atención mirará que en las montañas del fondo hay zonas que parecen tener vitíligo, son las zonas donde los árboles han sido derrumbados. Por esto, tal vez, a la derecha del tala montes aparece un árbol erguido que se sostiene para decir que el mundo sería mejor con ellos y sin ellos; es decir, con ellos, los árboles, y, sin ellos, los tala montes.
Tal vez el hombre no se da cuenta del daño que causa al mundo. Si en ese instante alguien, con oficio de caza nubes, apareciera con su red y cazara una de las nubes que cruzan este cielo no advertiría el daño causado. ¡Son tantas nubes!, pensaría. Hay gente cabrona que hace daño a propósito; hay otros, pobres, que son ignorantes. ¿Este tala montes sabe el daño que provoca? ¿Es del tipo de gente que dice: “No, no, malos los que en tráileres o camiones de seis toneladas transportan los grandes trozos de madera de cedro, de caoba, de Guanacaste”? Unos u otros van, como hormiguitas, al paso de esta carreta, dejando pelonas las montañas. Algún día todo será como esta carretera donde sólo crece la desolación o el desánimo. Todo, dicen los futuristas, sea por el desarrollo. ¡Qué pena!