miércoles, 12 de junio de 2013




A veces divido el mundo en dos. Ayer lo dividí en mujeres que son como balones desinflados y mujeres que son como el césped en madrugada
La mujer césped en madrugada no tiene sillas de madera en el campo, usa almohadas de cedro. Cuando una fogata aparece, ella se columpia en las ramas del fuego.
¿Cuántos círculos emplea para provocar una tormenta? ¿Cuántas nubes para inducir el rechazo del cielo? ¿Cuántos pasos para alcanzar la playa antes de la marea?
Cuando despierta, ella cree que los platos sobre la mesa subieron solos, que la ensalada ya viene cortada de origen. No cree en los percheros ni en los focos que sólo sirven para dar luz. Las tazas de café caliente no le inspiran dibujos sobre las fachadas; ni la cáscara de la manzana le provoca cuerdas para levantar las cortinas.
Cree que los árboles orinan cuando mira pétalos sobre el suelo. Usa una cinta en el cuello a la hora en que las modelos se preparan para la pasarela; pero deja que su desnudez se extienda como una bufanda en el cuello cuando los hombres se sientan a ver el fútbol.
No tiene tiempo para alfombras rojas ni para las sesiones de fotografías. Por el contrario, se da el lujo de desbaratar los letreros de neón a mitad del sueño.
Le gustan las postales donde aparece la Torre Eiffel o el Pont des arts; le gustan los automóviles que no son como salones para cargar la asfixia; le gusta la luz horizontal, el carruaje que es tirado por mil caballos azules (por esto, ama el Expresionismo).
No acostumbra rechazar las plantas que no son de luz, ni las orquídeas que sirven para armar crucigramas.
Cuando mira los cristales de los edificios cree que el cielo no es más que una ruleta donde los números están extraviados. Cuando pasa su mano en el rostro del amado cree que la caricia es un simple movimiento de fuegos artificiales. ¡Qué poco dura el fuego plástico en la altura, qué poco agua crece en la fuente que está a mitad del desierto!
A mitad de la noche deshace los hielos de la madrugada, los hace frapé, los exorciza y los convierte en gajos o en muros para barriadas.
El frontón es su deporte favorito, pero lo practica en cimientos de puentes o en alas de sombreros.
A veces despierta, abre los ojos y se siente huérfana a mitad de la pradera; pero, otras veces cree que la vida es eso: ¡hallar el cielo sin más árbol que el pájaro de un millón de soles!
Cuando va al cine se sienta en el asiento del centro y de la primera fila. Su vida está señalada por tal combinación: ¡al centro y en primera fila! Sabe que eso fue lo que Marilyn Monroe buscó toda su vida. Porque Marilyn también fue mujer césped en madrugada, pero, por andar abriendo las piernas a toda hora, se olvidó de abrir las ventanas para ver el cielo. ¡Pobre niñita de dedos de agua!
A veces divido el mundo en dos. Mañana lo dividiré en: mujeres que son como árboles en jardines japonés y mujeres que son como abedules a mitad de un bosque de coníferas.