lunes, 10 de junio de 2013



LECTURA DE UNA FOTOGRAFÍA DONDE UN HOMBRE SALE DE UNA CASETA

Porque el hombre acaba de salir de la caseta. Si el lector ve con atención mirará que la caseta tiene una apariencia sencilla, un poco como para despistar, porque, en realidad, es una cabina de transmutación. Esto es así, para que los mortales comunes y corrientes no sospechen. La estructura está construida sobre una banqueta (esto es práctica común en ciudades de países en vías de desarrollo; es decir, países jodidos. Se sabe que en ciudades de países desarrollados, las banquetas sirven para que los peatones caminen y jamás se permitiría un absurdo como éste).
La cabina mutante está construida con tablas de segunda, para que parezca un estanquillo de esos donde venden tacos. Los bancos de madera y la ventana plegable hacen que la estructura no llame la atención. Los mortales comunes y corrientes creen (de veras lo creen) que es un mero local expendedor de tacos, así que, cuando el hambre aprieta, ellos se sientan en esos bancos que están casi casi a media calle (¡Dios mío, qué absurdo!) y piden dos de maciza con una coca cola, bien fría. Pero, quienes tienen experiencia en fenómenos ufológicos, saben que esto es una simple apariencia. ¿Ya vieron el foco de alerta que se camufla en algo que aparenta ser un semáforo? ¿Ya vieron el aro catódico que se sostiene en los alambres, al lado del dispositivo electrónico que provee la energía nuclear? Lo que pareciera ser una simple ventana plegable donde la señora del estanquillo despacha los tacos es, en realidad, la ventana que se abre, como puente a la vista de un barco, cuando un alienígena se transmuta en terrícola. ¿Qué vienen a hacer esos seres del espacio? Ya los científicos nos han explicado que vienen a estudiar los comportamientos tan absurdos que tenemos los terrícolas.
El ser que acá camina sobre la banqueta acaba de salir de la caseta. El despistado preguntará dónde está la puerta. Ah, tontito, no sabe que estos seres tienen la posibilidad de traspasar los objetos. El ser accionó el mecanismo, la puerta (como si fuera cochera de casa gringa) se elevó y, en dos segundos, ocurrió la transmutación. Luego, el “hombre” (ya con la vestimenta de un sencillo albañil) cruzó las tablas de madera y salió a cumplir su misión. Si se ve con atención se observa que camina con cierto titubeo, como si fuese un potrillo recién nacido. ¡Es lógico! Los extraterrestres no acostumbran caminar, por esto, cuando llegan a la Tierra a hacer sus experimentos, tardan uno o dos minutos en habituarse a realizar esta práctica pedestre tan “pedestre”.
El caminante acaba de salir de la cabina de trasmutación. Quienes pasan a su lado ¡lo ignoran! Creen que es un compa que acaba de pararse del banquito, después de “echarse” unos tlacoyos de tinga o de nenepil. Por esto el mundo no avanza.