viernes, 28 de marzo de 2014
LECTURA DE UNA FOTOGRAFÍA CON AROMA A ÁRBOL
¡Vaya conjunción de elementos! Tal vez, jamás se había dado tal confluencia. ¿Ya vieron con atención? Un letrero de esos arcaicos donde aparece la leyenda “¡Viva Cristo Rey!”; otro letrero donde se alerta que esa cochera está en uso; uno más que dice “correo”; y el último (que tal vez, como menciona la cita bíblica, será el primero) donde se lee lo siguiente: “Por favor no se orinen aquí apesta mucho -gracias-” (respetamos la redacción, sólo agregamos una tilde, por cuestión de eufonía).
Cuando Mariana y yo analizamos los elementos, ella me dijo que no debíamos obviar las hojas en relieve del cristal de la puerta. ¡Por Dios -dije yo- quién se fija en ese fondo! Mariana dijo que eso hacía la diferencia. La gente, dijo, se orina en esta puerta porque es como un árbol y recordá que los perros orinan los árboles. Los hombres, recalcó, son como chuchos.
Pero, Mariana fue más allá. Dijo que la redacción del letrero era correcta. No, dije yo. Sí, dijo ella. Entonces me explicó que el dueño de la casa es un hombre muy generoso, el letrero alerta a los orinones, no es amenazante, del tipo de esos que dicen: “Respete mi entrada y yo respeto su carro” o “Se ponchan llantas gratis”. ¡No! Es un letrero orientador, que se preocupa por el hombre (sobre todo, pero no excluye a alguna dama) que ya le anda por hacer del uno. Advierte: “Respetado orinón, no orine acá, ¡apesta mucho!, no se vaya a ofender su sentido del olfato”. Esto fue lo que Mariana dijo. Es un poco como si alguien dijera: “No tiren basura en este lugar porque está contaminado. No les vaya a causar un problema de piel”. Algo así.
Aunque yo, que soy perverso, imaginé una escena diferente. Si los lectores observan con atención verán que el buzón está a una altura mediana, un poco casi a la altura de la vejiga del hombre, así que imaginé a un orinón travieso o al revés, un travieso que lleva ganas de orinar, saca su instrumento de viento, lo coloca en el hueco del buzón y ahí se hace de las aguas, por esto ¡la pestilencia! Porque si el orinón se orinara en la banqueta, bastaría una cubeta llena de agua con unas gotas de cloro para aliviar el malestar, pero ¡no! Ahí apesta mucho. Algún bolito se orinó adentro del buzón, casi casi como si fuera Entrega Inmediata, con acuse de recibo.
Aunque, digo yo, qué bolito con ganas de orinar va a estar leyendo letreros con advertencias tales. Tan no hace caso que ni siquiera echa vivas a Cristo Rey.
Los elementos de esta fotografía son simples, pero, apuesto doble contra sencillo, que jamás se habían unido como acá lo hicieron.
Después del letrero en cartulina, el letrero que sorprende es el de Correo. ¿Quién recibe ahora cartas?
Mariana respetó la estructura del letrero en cartulina. Por favor, no se orinen. Aquí apesta, ¡mucho! Gracias. Yo sonreí, sonreí porque, entonces, cualquiera podría preguntar: ¿qué causa la pestilencia? Pestilencia que es mucha, a tal grado que el dueño alerta a los posibles orines no lo hagan para que su nariz no se ofenda.
Cuando nos retiramos, Mariana dijo que nada dijimos de las hojas, que nada dijimos de ese árbol verde, verdísimo, con ramas cafés y transparencia de aire, que da frutos hexagonales.