miércoles, 12 de marzo de 2014

LECTURA DE UNA FOTOGRAFÍA DONDE APARECE EL MEJOR AMIGO



Agradezco a Hiram el envío de la foto.



Los elementos son sencillos: una cortina de árboles que protege la barda y la tribuna con algunos espectadores, una portería con red, parte del campo reglamentario, un hombre y un perro. El hombre (nadie puede dudarlo) es portero. Los espectadores parecen preguntar ¿por qué el hombre va con la cabeza gacha y el perro con la vista al frente? No saben que si, en realidad, el perro es el mejor amigo del hombre lo es porque es el faro que guía a los marinos en medio de la tormenta. Y los faros nunca pueden estar con la vista hacia abajo. ¿Han visto que los perros jamás andan hacia atrás sin motivo? Cuando los perros reculan es porque un hombre o un semejante los amedrenta. Los hombres también se hacen para atrás cuando un perro o un semejante los ataca, pero, además (¡qué pena!) lo hacen como mera diversión. He visto (juro que sí) a parejas que, por juego, caminan hacia atrás; los he visto en parques y en habitaciones, lo hacen como un mero juego. Dan pasitos para atrás. No saben que con eso invocan ortigas y vacíos. Esas parejas no saben que si las tribunas tienen espacios entre peldaño y peldaño es porque el aire jamás camina hacia atrás. Nunca he visto un huracán que se eche para atrás; nunca he visto que el aire corra hacia atrás (si el aire se desfoga a la hora que un globo se pincha no se echa para atrás, siempre es hacia adelante).
Acá el portero camina hacia adelante, pero las miradas de los espectadores indican que (¡oh, paradoja!) va hacia atrás, su actitud así lo demuestra. Puede ser porque el encuentro ya terminó y el hombre dejará de vivir esa experiencia inigualable del juego. Una cosa es caminar hacia el frente para entrar a una cancha y otra caminar hacia adelante para dejar la cancha. Ese territorio que se llama cancha es como la síntesis del Universo. Hay hombres que viven sólo para estar un rato en ese espacio. Todos los demás actos que realizan lo hacen pensando en el instante en que se dirigirán a la cancha. Todo es fútbol, la plática con amigos, la lectura, lo que ven en la televisión, lo que practican a diario.
El hombre necesita terrenos delimitados, los perros no. Pareciera una imagen sórdida y grosera, pero los perros cogen a sus perras en cualquier espacio, porque cualquier espacio es su espacio. Los hombres, al contrario, necesitan espacios delimitados. Los hombres necesitan canchas reglamentarias para jugar el fútbol, necesitan cuartos de motel para jugar con sus amadas. El hombre confundido es aquel que hace actos obscenos a mitad de la calle, como si fuese un chucho cualquiera.
En esta foto, el perro y el hombre mantienen el mismo paso, un paso decidido, casi armonioso. Pero, la actitud del hombre es una actitud triste, la misma actitud del marino que no desea abandonar su barco, la del pájaro que no quiere dejar su vuelo. A este hombre, tal vez, sólo lo mantiene alerta la posibilidad del retorno; la esperanza de que pronto será domingo y estará ejerciendo su vocación de can-cerbero. ¿Y el can? Éste seguirá retozando por todos los territorios que también son sus territorios. Tan es así que acá (cualquiera lo diría) está trotando en un territorio vedado, en un territorio que se supone especial para humanos deportistas.
Los elementos de esta fotografía son sencillos, podríamos decir: rutinarios de domingo, pero el espíritu que derrama está por encima de las tribunas, de las frondas; está ¡muy cerca del cielo!