domingo, 30 de marzo de 2014

LECTURA DE UNA FOTOGRAFÍA DONDE ESTÁN DOS FIGURAS





Es la cima de una loma. Al fondo hay un bosque, suspendido en medio de la tarde, abrazado por un cielo lleno de nubes. En primer plano se alcanza a ver los postes de un alambrado que delimita un terreno, donde pacen dos animales, que, como figuras recortadas, permanecen sobre la cima de una loma. Enfrentados ambos animales (el de la izquierda es vaca) como si estuviesen en un duelo o en un diálogo. Sólo los expertos pueden indicar, así a distancia, si el animal de la derecha es vaca o toro. Los animales no están amarrados, subieron por su propio pie (¿así se dice?) a la cima. Un animal lo hizo por la izquierda y el otro lo hizo por la derecha, apenas sintieron estar sobre la cumbre se pararon y se observaron, como si jugaran un juego inexplicable. ¿Esperan algo? Ahí estuvieron horas y horas sin dar un mugido siquiera, como si fueran seres de otro planeta y esperaran la aparición de una luz o la abertura del cielo. Permanecieron inamovibles, como si su destino eterno fuese ese destino temporal.
Si se mira bien sólo se integraron al paisaje. Los árboles del fondo hicieron lo mismo que ellos, una vez colocados en su posición se quedaron erectos sin respirar, como si también esperaran algo. Sólo las nubes se movían, como si presintieran que ellas no estaban invitadas a jugar ese juego de estatuas.
No es una fotografía común, porque no es usual hallar dos animales sobre la cima de una loma jugando a las estatuas. Pero esta fotografía dice más. Habla del instante en que estaba a punto de ocurrir algo. Los animales siempre presienten los momentos en que el movimiento uniforme del Universo se fractura. Hay instantes sublimes en que la energía sufre una alteración. Si el lector observa con atención advertirá que el silencio es tan pesado que incluso puede oírse como se arrastra lentamente. El viento suspendió su carrera y también quedó expectante al momento en que algo alteraría la inercia de los engranes. A veces, en el bosque, todos los animales se paran, se callan, porque advierten un lazo invisible a punto de enredarse en el cuello del mundo. Todo queda en suspenso, tal como está en esta fotografía. Por eso, acá se siente esa piedra de algodón que está suspendida sobre este para de animales que se enfrentan, que dialogan a través de esa línea silenciosa que va de un lado a otro, como si fuese una pelota de tenis.
La fotografía hubiese sido más sencilla, casi simple, si el animal de la izquierda, en lugar de ser vaca hubiese sido toro. Porque, entonces, cualquiera podría decir que estaban jugando a ser el Toro que anuncia el brandi en todas las lomas que circundan las carreteras en España. Hubiese sido tan fácil decir que era un casting para representar ese papel. Pero, ¡no!, acá hay un misterio que será imposible develar, a menos que el lector pueda sentir esa niebla que grita y que no se alcanza a distinguir bien qué es lo que grita, qué es lo que dice.