martes, 6 de enero de 2015

LECTURA DE UNA FOTOGRAFÍA DONDE ÓSCAR LAMENTA EL RETIRO DE UN RENO





Los renos no son animales de la región. Cuentan que la estepa les va mejor. Pero, a veces, por esos prodigios de la vida, los renos también se aventuran por Comitán. Nadie sabe qué llegan a hacer. Algunos dicen que son como publicistas de Santa Clos. Hay mucha gente a la que no le resulta agradable la imagen del viejo panzón (que más pareciera imagen promocional de un negocio de hamburguesas llenas de grasa), pero que sí tolera y ve con agrado la imagen de los renos. Se sabe que los animales (todos) despiertan nobles sentimientos entre las personas de bien.
Todo mundo sabe que en esta tierra de Dios el Santa, igual que los renos, es un personaje ajeno a nuestra cultura. Acá, se ha sabido desde siempre, quien parte y reparte regalos es El viejito de la Noche Buena. ¿Cómo se traslada el viejito para entregar tantos regalos la noche buena? Ah, ese es un misterio. Las viejas leyendas cuentan que el Viejito de la Noche Buena tiene el don de la ubicuidad y puede estar en miles de lugares a la vez. Este viejito no es tan conocido como aquél, pero es más auténtico. No es el típico viejo materialista; es, por el contrario, un viejo que, como dicen los clásicos, ¡regala afecto!
Acá, en esta fotografía se ve a Óscar que se apoya en el cuerpo de un reno transparente. (Las leyendas Nórdicas hablan de la invisibilidad de estos animales maravillosos.)
Óscar, creador de mil mitos y de mil historias, lamenta el retiro del reno. Si el lector ve con atención observará que el escritor y poeta tiene una mirada triste, como si fuese un árbol seco cuyas ramas añoran las aves de la primavera. Él está en el balcón de un palacio y advierte el instante en que el reno está a punto de levantar el vuelo. El reno (dicen los que lo vieron) se extravió tantito y se despegó de los demás compañeros que jalaban el trineo donde viaja Santa. ¿Por qué lo hizo? Es que llamó su atención ver que en esta región del mundo, los animalitos no jalan trineos. Bueno, nuestra cultura no tiene referentes de trineos. Acá se acostumbra jalar carretas y carretones. Óscar se contagió de esa tiricia que acompaña al reno. Recordó cuando era niño y miraba a los demás niños del barrio jugar con carretones. Ah, era tan bonito, subir a esos juguetes (especie de “avalanchas”) hechos con madera, ruedas y lazos que servían para bajar por las calles empinadas del pueblo. Jamás alguno de estos niños sufrió un accidente lamentable, lo más eran algunos raspones y dos o tres rasgaduras en los pantalones. A la hora que los niños, a gran velocidad, perdían el equilibrio y caían del carretón, en ese mismo instante aparecía la carcajada que era como un rayo de luz en los rostros iluminados de los niños. Óscar recuerda que alguna navidad, el Viejito de la Noche Buena regaló un carretón a su hermano Luis.
En nuestra cultura, los renos son animales extraños. No corresponden a nuestra idiosincrasia. Óscar lo sabe, por eso, a la hora que se recarga sobre el lomo de este animal ajeno, tiene una mirada como de baúl que guarda esencias. Sabe que él se quedará ahí, en su palacio, mientras este mítico animal emprende el vuelo. No duda que el animal vuela, no duda que el reno vuela, a pesar de que no tiene alas. No duda, porque Óscar, toda su vida, a pesar de que no es un pájaro, ha volado por estos y otros cielos. No le sorprende el vuelo, le sorprende que este animal, de pronto, como si fuese un ave atolondrada haya hecho una escala en el balcón. Tal vez este reno, a la hora del vuelo, se creyó ganso y voló hacia el sur en busca de climas más benignos. No, no es cierto, ya se dijo: este reno se extravió tantito. Iba muy tranquilo con la manada, cuando se sorprendió al ver, en una vereda, cómo una yunta de bueyes jalaba una carreta. (¿Será que estaba a punto de descubrir el misterio de cómo se traslada El viejito de la Noche Buena?) El reno se asombró al ver que acá no jalamos trineos, acá jalamos carretas y carretones y quebramos piñatas con mucha fruta y dulce ¡para los tragones!
El reno emprendió el vuelo y fue en busca de sus compañeros que jalaban el trineo de Santa Clos. Óscar se quedó solo, como solos se han quedado los niños que no tienen carretones para jugar. Como solos se quedan los niños que no conocen al Viejito de la Noche buena y solo, qué pena, conocen a Santa Clos.