lunes, 12 de enero de 2015

PÉRDIDA DE PESO




Benicio del Toro es un actor que nació el 19 de febrero de 1967. Nació en San Juan, Puerto Rico. Benicio actuó en la película “21 gramos”, dirigida por Alejandro González Iñarritu, “El negro”, quien nació el 15 de agosto en 1963, en la ciudad de México.
Un científico demostró que el cuerpo humano pierde 21 gramos a la hora de la muerte. ¿Qué significan esos veintiún gramos? Veintiún gramos es apenas una pizca. ¿Una pizca de qué? ¿Por qué el cuerpo de las personas pierde esta cantidad de peso? ¿Adónde queda dicho peso? ¿En qué se convierte?
El 16 de febrero de 1967, tres días antes de que naciera Benicio, en el Cine Comitán, los cinéfilos comitecos llegaron a ver dos películas mexicanas: “Una gira A.T.M” y “Un gallo con espolones”. Un día después; es decir, el 17 de febrero, El negro Iñarritu cumplió 3 años 6 meses. Los cumplió, no los celebró. Nadie (qué pena) celebra cumpleaños intermedios; nadie celebra cada día que aún conserva los veintiún gramos que hacen la diferencia entre la vida y la muerte. ¡Qué pena!
Benicio y Alejandro aún viven. Muchos de los actores y actrices que participaron en las películas exhibidas la tarde y noche del 16 de febrero de 1967 ya abandonaron, como lastre, los veintiún gramos que los acompañaron durante su vida. ¿Por qué esos 21 gramos se pierden? ¿Se evaporan?
Otro Alejandro, uno nacido el 4 de abril de 1957, en Comitán, Chiapas, la tarde del 16 de febrero de 1967 (tarde en que “andaba” ya por cumplir los diez años), pidió dinero a su mamá (seis pesos) para ir al cine. Su mamá se limpió las manos con una toalla, abrió la gaveta, sacó el monedero (de tela verde) y le dio un billete de diez a su hijo. Le recomendó guardara el cambio y con la mano derecha le dio la bendición. El niño salió de su casa y llegó al cine.
Esa tarde, la mamá de Benicio sintió dolores de parto. El tío de Benicio fue a llamar a la partera. En la recámara, la mamá de Benicio, recostada en la cama, tenía un rosario en la mano. Pedía a Dios que todo saliera bien. El tío apostaba con dos primos que bebían cerveza en el portal de la casa, a que sería niño. Se llamará Benicio, decía. Tres días después nacería el niño. Fue varón y se llamó Benicio. La pregunta es: ¿en qué momento, la naturaleza (¿Dios?) concedió a Benicio los veintiún gramos que lo acompañan hasta el día de su muerte?
Mientras Alejandro paga los cuatro pesos de la entrada, entrega el boleto y compra una orden de tacos y un refresco (que le sirven en un vaso encerado), el otro Alejandro va al parque sin saber que el cine será su pasión y se convertirá en uno de los más grandes directores del cine mundial. No sabe que una tarde de 2003 (cuando ya tiene cuarenta años) su película “21 gramos” será estrenada en salas de los Estados Unidos.
Mientras Alejandro sube a los columpios del parque, cerca de su casa, en el Distrito Federal; el otro Alejandro camina por el pasillo de en medio y, más o menos, a la mitad de la sala se sienta en la tercera butaca. Lleva en una mano la orden de tacos, servida sobre un cuadro de papel estraza (los tacos dorados llevan salsa verde y queso añejo espolvoreado). Alejandro pagó cuatro pesos para tener derecho de estar en luneta. (En el Anfiteatro, llamado gayola, acuden los niños boleros, los que no tienen dinero suficiente para estar en luneta.)
Alejandro no sabe que, de la misma manera que en la película “21 gramos”, donde hay entrecruzamientos entre las vidas de tres personajes principales, su vida también está entrecruzada con Alejandro y Benicio. Ellos (los dos Alejandros y Benicio) son representantes de tres personajes importantes para que la magia del cine se dé: un actor, un director y un espectador. Alejandro sabe (el niño comiteco) que, desde esa tarde, su vocación será ser cinéfilo ¡para toda la vida! Nunca soñó con ser actor ni, mucho menos, director. El otro Alejandro ¿en qué momento supo que su vocación sería ser director de cine? ¿En qué momento Benicio, el niño que está a punto de nacer, supo que llegaría a ser actor?
Esa tarde de jueves, Alejandro sólo ve la primera película. Cuando sus papás lo acompañan puede ver las dos (si se perdieron el inicio de la primera se quedan al final de la segunda película. En el Cine Comitán existe una práctica maravillosa que se llama Permanencia Voluntaria. Un espectador puede quedarse en la sala hasta que ya no hay más función). Al otro día, Alejandro irá de nuevo al cine. Verá la película “Acompáñame”, con la española Rocío Dúrcal (ya dejó en la mesa sus veintiún gramos) y Enrique Guzmán (papá de Alejandra, y que sigue cargando sus veintiún gramos).
Alejandro sabe que la descripción de este instante no sólo entremezcla a Iñarritu, Benicio, Rocío, Enrique, la señora que le despachó los tacos, quien le vendió el boleto en la taquilla, Luis Aguilar (papá del cantante de pop ranchero) y Pancho Córdova (actor chiapaneco). ¡No, hay cientos de entrecruzamientos a cada instante! Algunos entrecruzamientos son definitivos y definitorios. Otros son como “extras” en una filmación, aparecen por segundos, en papeles irrelevantes, y luego desaparecen. Desaparecen de la misma manera que se evaporan los 21 gramos a la hora de la última exhalación.
Alejandro salió a las ocho de la noche. Esperó que terminara el Intermedio. Esperó en la puerta abatible de entrada y salida. Lo hizo para ver el principio de la segunda película. No quería irse, pero ya debía hacerlo. Cuando llegó a su casa, acezando por la caminata apresurada, su mamá y su papá ya estaban sentados ante la mesa y tomaban café con leche y pan. La mamá le dijo que se lavara las manos y se sentara. Cuando regresó al comedor, su papá preguntó cómo le había ido y Alejandro contó. ¿Cuántas piezas de pan dan calorías para que el cuerpo aumente peso y recupere sus veintiún gramos? Ah, si el científico charlatán viviera tal vez podría responder y entonces los afectos más queridos pudiesen recuperarse. Pero, mientras la ciencia no descubra el prodigio, esos veintiún gramos que las personas pierden al fallecer seguirán “engordando” el magma universal.