miércoles, 4 de febrero de 2015

HACE DIEZ (parte IV)




Hace diez años escribí un libro que se llama “Crónica de un viaje a Comitán”. En ese tiempo vivía en Puebla. La edición fue de apenas 200 ejemplares. La edición está agotada. ¿Cómo fue mi mirada en ese tiempo? Hablé del viaje, de la ciudad y de los amigos. Todo mundo sabe que quien entra a la dinámica del viaje entra a otra dimensión del tiempo. La realidad del viajero posibilita ver el entorno de manera diferente, porque no hay la premura de la vida rutinaria. Paso copia de un capítulo de dicho librincillo. Es sólo para compartir, después de diez años.
LOS LIBROS
El libro es un pájaro. Vuela desde su altura y llega a mis manos. ¿De qué árbol partió? ¿Qué dejó en su nido?
Una vez, en una fonda del barrio de La Cruz Grande, yo cenaba unas chalupas comitecas. En la mesa de junto -mantel de plástico rojo- hacían lo mismo una niña y su mamá. Yo, mientras le entraba a las tostadas, también “le entraba” a una novela de Camilo José Cela: “La colmena”. Después de darle un trago al seven up, limpiarme la boca y darle vuelta a la hoja del libro, oí que la niña le decía a su mamá la cosa más bella que jamás he escuchado: “Oí, mamacita, ¿cada vez que respiro, reciclo a Dios?” Cuando pagué y pasé a su lado les deseé buen provecho y miré a los ojos de la niña, eran dos gotitas de miel. “Que le vaya bien”, oí que me deseó la niña y jamás, ¡lo juro!, he vuelto a oír una despedida que sonara como una bendición.
Este viaje tuvo la fuerza del libro. Hablaba por teléfono con Charito y me dijo: “Hacé la fuerza por venir a Comitán”. Yo estaba en Puebla.
Ya estoy “andando” en los cuarenta y ocho, y treinta y tantos de esos años he vivido junto a libros. Siempre, al estirar la mano, me he topado con un libro.
Meses antes de la conversación con Charito, el maestro Jorge Gordillo Mandujano me invitó a ir a Comitán a la presentación del libro “Nueva Teoría Cósmica”. Estábamos en un restaurante que está en el barrio de San Francisco, en Puebla. El restaurante está debajo de la sombra de unos árboles; es como una isla en medio de la bulla que hacen los carros que transitan por el bulevar de enfrente. Yo pensé: “¿Por qué no?”, mientras el maestro Jorge se hacía tantito para atrás y dejaba que le sirviera una orden de chalupas poblanas un mesero medio timboncito vestido con chaleco rojo (¿por qué seraque las más de las veces me topo con restaurantes o fondas que tienen ese color en los manteles o en los chalecos de los meseros?).
“Hice la fuerza” y el uno de diciembre, mis hijos y yo, subimos a la cajuela del carro la primera remesa del libro y así, en medio de cajas de camotes, “borrachitos”, mi Biblia, y de maletas llenas de ropa, los libros de don Mariano N. Ruiz viajaron a Comitán.
El libro es un pájaro. El que llega a mis manos tiene el plumaje gris, a veces lo tiene azul o rojo. A veces, ¡qué prodigio!, tiene el plumaje blanco.
En Comitán me topé con más libros. Fernando García, en uno de los corredores de la Casa de la Cultura, me extendió la mano derecha como saludo y luego me extendió la izquierda con el objeto de unos libros escritos por comitecos talentosos que, también, “hicieron la fuerza”. Entre los libros asomaba uno muy bonito que habla de la feria de Comitán, escrito por Florecita Esponda; uno más que habla de todo un personaje de la ciudad: el doctor Elías Macal, biografía escrita por un nieto del doctor; otro que da fe del tiempo en que, también en Comitán, el PRI dejó de ser el partido político que siempre ganaba la presidencia municipal; y, por último, un libro con alas de color de barro: un poemario de Mirtha Luz Pérez. ¡Qué bonitos los poemas que escribe!
Antes pensaba que todos los libros eran buenos. Ahora no lo creo así. De igual modo que hay alimentos que hacen daño al cuerpo, hay alimento espiritual que hace daño al alma. El libro debe servir para que el hombre eleve su espíritu; ¡jamás debe servir para hundirlo en los infiernos! Claro, el libro de libros es La Biblia –al menos en nuestra cultura occidental. ¿Han leído esa maravilla que se llama “El Cantar de los Cantares”? Hace días le comentaba por teléfono a Adolfo Gómez Vives que, cuando vivía en Comitán, a veces pasaban por mí los amigos; pero estaba tan a gusto en mi casa que les agradecía la invitación. Así me sucede ahora. Cuando veo una novedad literaria agradezco la invitación porque ¡me siento tan bien leyendo la Biblia!
Los libros con que me topé en Comitán son pájaros. ¡Vuelan! Unos más que otros, pero todos muestran su cielo.
El sobrino del sabio chiapaneco: don Mariano N. Ruiz Lazos y el maestro Jorge Gordillo Mandujano hicieron “la fuerza” y procuraron una nueva edición de la “Nueva teoría cósmica”. Lo hicieron porque saben que es un libro con alas blancas.
El libro es un pájaro. A veces es cuervo, a veces es zanate, a veces es colibrí. A veces, algunas veces, llega a mis manos y descubro que tiene alas blancas, ¡es como una paloma! ¿De qué sueño se escapó?