miércoles, 18 de febrero de 2015

LECTURA DE UNA FOTOGRAFÍA DONDE SE EXPLICA, PASO POR PASO, EL SENTIDO DE LA TOLERANCIA




El primer plano es obvio. Dos alambres (uno blanco, otro negro) se dan la mano a mitad del campo. Los dos, un poco tensos, con las púas que la historia les ha hincado, se amarran en intento de no permitir, jamás, el paso de otros. ¡Contradicción enorme! Ellos, enemigos permanentes, se unen para evitar el paso a un tercero. ¿Quién es el tercero? ¿Qué color de piel tiene? ¿Qué púas rodean su corazón?
La historia nos demuestra que la historia del hombre es un permanente éxodo. Los hombres y mujeres, a veces sin más que su vestimenta puesta, migran de uno a otro territorio, en busca de praderas más libres. Pero, ¡oh, destino cruel!, siempre se topan con alambradas, con cercos de alambre de púas, con muros, con fortalezas, que impiden su paso. Otros hombres se adueñan de territorios. ¿Quién no recuerda la invasión rusa a territorio checo? Un día, las tanquetas diluyen los sueños, los pulverizan, y amanecen a mitad de las plazas. Los hombres que controlan esas tanquetas se instalan en las esquinas, con metralletas en las manos, y obligan a los hombres, que apenas un día antes, volaban libres como gacelas con alas, a someterse a sus órdenes. Todo es a punta de pistola, todo es violento. Las mujeres caminan como gatos temerosos y los hombres bajan la cabeza en señal de sometimiento.
Acá, el viento, en apariencia, corre libre. No es así. Hay algo que detiene su cabalgata. Esa línea de metal que es como una línea de horizonte infértil, impide que el aire juegue rondas infantiles. Acá no sólo hay un pacto entre alambres blancos y alambres negros (corroídos por el óxido de la envidia); también hay un paco entre la luz y la sombra (los eternos blancos y negros del universo). Si el lector ve con atención observará que así como hay un cerco que impide el paso de uno a otro territorio, de igual manera, la sombra pinta una línea entre ella y la luz. Es un alambrado que, igual que el alambrado de púas, impide el paso de algún migrante, impide el paso del día. La sombra (se sabe que siempre es una dictadora implacable) va, de manera lenta, adueñándose del territorio, como si fuese una tanqueta rusa avanza sobre el territorio checo libre. Los niños ven ese cinto de metal y corren a sus casas, abandonan sus carritos de madera, sus muñecas de trapo. ¡Maldita noche que traiciona el pacto con la luz!
Lo que tendría que ser ejemplo de cómo los blancos pueden convivir con los negros de manera sencilla, se convierte en la lección más traidora de la historia: todo pacto entre dos extremos elude y fragmenta al medio.