lunes, 3 de abril de 2017

CONGRUENCIA




Mi Paty y yo nos paramos a ver el remate de un edificio, pero Pau no veía lo que nosotros, ella miraba al otro lado de la calle. “¡Miren, miren!”, dijo. Volvimos la mirada y vimos el letrero: “Las gorditas del gordo”. Pau sonrió. Dijo que, a la hora de la comida, debíamos comer en ese negocio, dijo que, sin duda, el lugar era sensacional. ¿Por qué lo decía? Cuando nos sentamos en la banca del parque, y mientras comía un helado de pistache con fresa, dijo que la gordura del gordo era el mejor anuncio para las gordas que preparaba. Sí, dijo mi Paty, yo conozco un médico que es nutriólogo y que pesa más de ciento treinta kilos. ¿Quién puede confiar en sus métodos de adelgazamiento si él no lo aplica? Pau dijo que su amiga Hermila le contó que una vez llevó a su abuelo al Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias y en cuanto le dijeron que el doctor que buscaban era el médico que estaba en el jardín al lado de la buganvilia y vio que el famoso doctor estaba fumando pensó que no era el médico ideal para el caso de su abuelo.
Por eso dijo Pau que el gordo es el mejor promotor de sus gordas. Sería un contrasentido que el dueño de una carnicería fuera vegetariano o viceversa. No se vale que un amante de los animales tenga al salpicón de venado como su platillo favorito. La vida, para que sea honesta, exige congruencia. Lo ideal sería que el nutriólogo sea un hombre con peso adecuado; que la doctora que vende productos para eliminar el paño no tenga el cutis manchado; que el cantinero beba y sepa qué apapachos quiere el bolo; que al sacerdote católico no le brillen los ojos cuando aparezca una muchacha bonita con escote sugerente. La vida exige que el deportista no fume y que quien vende gorditas no sea flaco.
Mi Paty le preguntó a Pau cómo estaba su helado y ella, relamiéndose los labios, dijo que estaba “De relamido”. ¿De relamido? Sí, aseveró, y volvió a lamer el helado. En Comitán me encanta oír que algunas personas dicen “lambido”, en lugar de lamido. En Comitán no es extraño escuchar que alguien diga que “El gato está “lambiendo” el plato”, porque le encanta la lechita.
Así como muchos dicen que algún platillo está “De rechupete”, Pau dice que está “De relamido”. Lo cual (en ambos casos) significa que está exquisito.
Yo, una vez, escuché que una amiga, refiriéndose a un muchacho, dijo que estaba “De rechupete”, como si el chico fuese un postre. Mi amiga entornó los ojos, se relamió los labios, y dijo que se lo comería poco a poco, para que le durara mucho tiempo.
Cuando llegó la hora de comida, Pau casi nos obligó a ir a “Las gorditas del gordo”. Entramos y Pau pidió dos gordas para llevar. Ella, muy tolerante, no me obligó a sentarme ahí, porque sabe que soy vegetariano. Yo busqué y busqué al gordo, pero no lo hallé. Pau pagó y recibió la bolsa con las dos gordas. En cuanto salimos, lo primero que dijo es que, tal vez, el gordo tuvo algo que hacer y salió, porque quien la atendió fue una señorita que si bien no era delgada tampoco era una muchacha pasadita en kilos.
Nunca vimos al gordo, pero Pau dijo que las gordas estaban “de relamido”. Lo mismo pensé yo cuando probé la sopa de lentejas con piña, en el restaurante vegetariano. Pero también pensé en “Las gordas de Cirito”, que eran las gorditas que compraba a la hora del recreo, cuando estudié la secundaria en el Colegio Mariano N. Ruiz. Las madres de El Niñito Fundador (que habían llegado de Puebla) comenzaron a preparar las gordas, rellenas con papa y aderezadas con tiritas de lechuga y salsa verde. Los alumnos le decíamos “Las gordas de Cirito”, porque el sacristán del templo de San Sebastián era quien las servía. Ahora pienso que debimos nombrarlas como “Las gordas de las madres”, porque eran ellas quienes tenían “la receta secreta” y ellas, al contrario de Cirito, sí eran rollizas, como cantaritos de talavera.
Sí, recuerdo que las gordas de Cirito eran de rechupete, de relamido, de relambido.
Al terminar de comer, mi Paty preguntó qué haríamos y Pau sugirió que entráramos al cine a ver a los Power Rangers, dijimos que sí. Al salir, Pau dijo que había estado dos dos y yo pensé que hay películas que son como las gordas, que podrán estar de rechupete, pero engordan y provocan colesterol mental.