martes, 25 de abril de 2017
REGLAMENTO PARA PARQUES PÚBLICOS
¿Cuáles son los derechos de quienes acuden a un parque público? ¿Existe un decálogo? Debiera haberlo, y exigir su cumplimiento a cabalidad. Porque, respetado lector de estas Arenillas, usted debe estar de acuerdo en que asistir a un parque público se ha convertido en un acto calamitoso. Por ello, en intento de salvar una carencia, acá va la relación de Derechos de Visitantes de Parques Públicos.
El visitante tiene derecho a:
1.- No hallar bellos durmientes en las bancas; bolos que, como si estuviesen en su casa, se tienden en la horizontalidad de su borrachera y ocupan toda la extensión de la banca.
2.-No ser abordado por suripantas que ofrecen sus miserables servicios y muestran vientres grasosos por encima de sus faldas rabonas y debajo de las camisetas que algún político obsequió en busca del voto.
3.-No tener que soportar la presencia de teporochos que piden una moneda para seguir la borrachera y que, con sus alientos fétidos, provocan arcadas.
4.- No permitir que pordioseros invoquen a Dios para ablandar corazones a fin de contribuir con una moneda para la curación de la supuesta hija que tiene un inventado cáncer.
5.- No ser cagado por los pájaros que, gozosos, disfrutan de las frondas de los árboles.
6.- Ignorar la presencia de los testigos de Jehová que insisten en llevar agua a su divino molino.
7.- Que el auxilio policiaco obligue a apagar la radio a la mujer que insiste en escuchar música de banda a todo volumen, o para que los acosadores sexuales no molesten a las mujeres que caminan tranquilamente.
8.- Que si es un parque cercano a un templo, los fieles y sus pastores eviten hacer actos religiosos al aire libre, con alabanzas incluidas.
9.- Que el parque no sea punto de inicio de desfiles, de marchas de índole diversa y de manifestaciones a favor de grupos políticos o de candidatos, y que no se tapen sus andadores con carpas gigantescas o con vallas cuando acude el gobernador, porque esas vallas asfixian a los parques y vulneran un derecho inalienable: el de caminar libremente por los espacios públicos.
10.- Que los propietarios de mascotas limpien la caca que hacen sus animales y que provocan corajes innecesarios al visitante a la hora que camina en terrenos minados.
Hasta acá. Por supuesto que la lista sería interminable, porque, cada vez más, los parques públicos son empleados para actos que molestan la tranquilidad que debiera ser derecho de todos los visitantes.
¿Por qué, cuando una pareja de enamorados, a la hora que, tomados de la mano, platican y se dan besos, aparecen los chavos que ofrecen collares hechos con alambres de pewter? ¿Por qué a la hora que un papá lee un libro a sus hijos, aparecen las beatas que, interrumpiendo la lectura, piden cooperación para la festividad de la Virgen del Rosario? ¿Por qué a la hora que los abuelos toman una paleta de chimbo, los encargados de la entrada de flores dan la orden para que quemen los cohetes? ¿Por qué cuando alguien desea descansar un rato halla bancas metálicas con listones metálicos doblados y a veces huecos que hacen imposible el acto de sentarse? ¿Por qué en algunos templos colocan altavoces en las fachadas con lo que los sonidos de la naturaleza son cancelados con los rezos del sacerdote? ¿Por qué algunas avenidas de los parques están llenas de vendedores ambulantes que inundan con olores desagradables?
Los espacios públicos han perdido su esencia. Las banquetas ya no se emplean sólo para caminar, muchas son extensiones de tiendas que sacan maniquíes y colgajos llenos de pantaletas y brasieres. Los parques públicos se han convertido en madrigueras para malandrines y hombres malos.
Los mismos pájaros se han vuelto inclementes y juegan a ser primos hermanos del que soltó la primera bomba nuclear. A la hora menos pensada abren su culito y sueltan su cagada líquida, blancuzca, hedionda, que cae sobre la camisa de los visitantes. ¿No sería posible que las aves, en ánimo de convivencia sana, delimitaran un área, encima de un arriate, para que funcionara como sanitario? Así, cada vez que quisieran cagar cagarían sobre un territorio donde su caca no mancharía a ningún mortal ni a ninguna estatua de prócer y serviría como abono para que las rosas y amariles crecieran con más intensidad.
Hace falta un decálogo, y su estricto cumplimiento, para que la decencia retorne a los parques públicos de Chiapas.