jueves, 13 de abril de 2017
DE PATRIMONIOS INMATERIALES
Un día, México despertó cono la noticia que la UNESCO declaraba a la cocina tradicional michoacana como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. ¡Ah, noticia maravillosa! ¡Patrimonio inmaterial! ¿Por qué el nombre? Ah, porque cuando los sabores, olores y colores de un platillo son presentados ante un hambriento comensal, veinte minutos después es un sencillo y maravilloso recuerdo. El plato, que estuvo de rechupete, queda limpísimo. Perdón que lo diga, pero lo maravilloso inmaterial es todo aquello que no es material.
La UNESCO no lo ha declarado, pero los amigos de pintores y escritores tienen catalogados a éstos como ¡patrimonio inmaterial! A ver, trato de explicarlo, los amigos de escritores y pintores reconocen que estos creadores realizan obras de arte, cuya riqueza está más allá de lo material, porque a la hora que uno de los artistas expone su obra, los amigos lo felicitan, lo admiran, pero no compran obra.
¿A qué escritor no le ha sucedido el hecho de que un amigo, cuando se entera de que aquél presentó una nueva novela, le dice: “Espero que me regalés un ejemplar”? ¡Regalado!
¿Qué dibujante no se ha visto en el entramado de escuchar “Está bien padre. Recordá que mi cumpleaños es el veinte de este mes.”?
Ante una obra tangible el amigo responde como si tal labor fuera algo inmaterial, algo intangible.
¡Bonita historia! Bonita historia para el otro, dramática para el creador.
Si el amigo es comerciante ¡todo es material, todo es tangible! Si el artista llega a comprar una silla, el amigo lo recibe con gran emoción, lo abraza, platica con él, ve que el ayudante cumpla la petición de la silla con comedimiento, ve que suban la silla a la camioneta y (a veces ocurre) cuando es hora de pasar a la caja, el amigo comerciante (con cara de satisfacción) toma la nota y hace un diez por ciento de descuento y dice: “Precio de amigo”. Va. ¡Qué generosidad! El amigo comerciante pondría cara de gallina que no le sale el huevo a la hora que el amigo artista dijera: “Espero que me regalés un ejemplar” o “Recordá que mi cumpleaños es el veinte”. ¡Se infarta! Se infarta, porque la silla es un patrimonio material, bien tangible.
La silla es un bien necesario. ¿Un cuadro? ¿Un libro? En las casas de ricos chiapanecos hay muchas que tienen cuadros “decorativos” en las paredes de las salas. No compran arte, compran objetos bonitos. Hay cuadros de paisajitos muy lindos, muy bellos, muy decorativos. Estos cuadros sí son bienes materiales, porque tienen un costo de dos o tres mil pesos. El artista no puede ofrecer su obra a tal precio, porque es una obra única, es una obra de arte. ¿De arte? ¿Quién considera al arte un bien necesario? Pocos, muy pocos. Hay algunos que colocan cuadros artísticos en la pared de la sala de su casa, lo hacen porque un amigo artista se los obsequió.
La cocina tradicional michoacana está considerada como patrimonio inmaterial de la humanidad. Los parachicos, de Chiapa de Corzo, de igual manera, son patrimonio inmaterial de la humanidad. La UNESCO, ¡nada más y nada menos!, los ha considerado como algo que es único en el mundo, algo que debe preservarse por la riqueza cultural que representan. Si tales bienes se perdieran, el mundo se quedaría un poco tuerto, su vista sería nublada. ¿Ganan más las cocineras? No, ellas ganan lo mismo. ¿Los parachicos ganan algo con esta declaración? ¡No!
Los artistas y escritores han sido declarados, por sus amigos, como patrimonio inmaterial de la humanidad (o si no de la humanidad, cuando menos del barrio o del pueblo). Son reconocidos por su talento, los homenajean, los admiran, algunos se vuelven hijos predilectos del pueblo, pero a la hora que los artistas ofrecen su obra, los admiradores reafirman su idea de que ellos (los escritores y pintores) son patrimonio intangible, porque los desaparecen.
Ah, pobres amigos, les toca remar contracorriente. Si se hubiesen dedicado a vender sillas, no habrían tenido mayores apremios económicos, pero como son patrimonio cultural intangible son cuidados y protegidos por los amigos, siempre y cuando no traten de vender su obra como si ésta fuese una silla. ¡Bonita historia!