miércoles, 27 de septiembre de 2017

CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA CÓMO LA DIVERSIÓN ES LA RECETA ESENCIAL




Querida Mariana: Hace como cinco o seis años, mi sobrino Leonardo vino de vacaciones, en diciembre. Subimos al auto para ir a Tzimol. Rosa Elena, la mamá de Leonardo, quería comprar dos atados de panela. Conduje por una lateral del bulevar para hallar el entronque a la carretera, al llegar a la esquina, Leonardo vislumbró una calle empinada y gritó: “Mira, mamá, es como la montaña rusa”. Cuando volvimos de Tzimol, donde, además de comprar los atados, compramos batidos de panela, me metí por la calle del panteón, seguimos por San Sebastián, llegamos al parque central y luego bajamos a La Pila. Yo, en el retrovisor, veía la emoción de mi sobrino, quien, echado para adelante en su asiento disfrutaba las bajadas y las subidas. Sí, pensé, Leonardo tenía razón: era como un juego de montaña rusa, como de ratón loco. Pensé que, tal vez, la emoción que sentía Leonardo era un pequeño vislumbre de la emoción que sentían los niños de los años sesenta cuando se subían a un carretón y se dejaban ir por las bajadas interminables del pueblo. Cuando estuvimos en casa, mientras mi mamá y Rosita sacaban los tambaches de la cajuela, Leonardo se acercó y me dijo: “Tu pueblo es muy divertido”. Debe ser uno de los mejores elogios para Comitán. Y digo esto porque la gente que es divertida es como abono para la vida.
¿Recordás que el escritor Roald Dahl insistía en que los escritores deberían escribir libros divertidos, que no fueran aburridos? Él aplicaba muy bien su teoría, porque sus cuentos son muy entretenidos. Tal vez por esto tiene millones de lectores en todo el mundo.
Ayer en la tarde, leyendo un libro de Paul Auster, hallé lo siguiente que Paul dice respecto de la novela El Quijote: “La novela de Cervantes sigue pareciéndonos sumamente divertido. Y eso es en última instancia lo que cualquiera le pide a un libro, que le divierta”. ¿Mirás qué maravilla de conceptos?
Recordé el elogio de Leonardo en el momento que leí las líneas de Paul Auster, quien, entre paréntesis, vendrá a México en noviembre. Vendrá a Guadalajara, ya que en la Feria Internacional del Libro le entregarán la medalla Carlos Fuentes, con el agregado de un chequecito para que compre algunos dulces.
Yo, igual que vos, igual que Dahl y, ahora, Paul Auster, también pienso que los libros deben ser divertidos. Cada que escribo uno pido a los dioses que mi pluma no se vaya por el camino de lo presuntuoso sino por el camino llano de lo divertido. ¿Lo logro? Ya no corresponde a mí decirlo. Eso ya cae en el lado de la cancha de los lectores.
Hace años leí “La región más transparente”, de Carlos Fuentes. Se me hizo un libro pesado. A veces pienso en los muchachos de bachillerato que “deben” leer el libro, porque el maestro de Literatura lo tiene incluido en su programa. Pienso en que algunos de esos preparatorianos sobrellevarán la carga, pero no lo disfrutarán. Cuando leí “Noticias del Imperio” pensé que Fernando del Paso era mucho mejor escritor que Fuentes, que Del Paso tiene la genialidad de la que Fuentes careció. Puede ser que muchos lectores no coincidan con este comentario. Lo entiendo. Lo entiendo porque cada uno tiene su modo de divertirse, por eso, en materia deportiva muchos prefieren el fútbol soccer y otros acuden a ver tenis.
¿Me permitís que diga que, para mí, Fuentes es como el soccer y Del Paso es como el tenis? Veo a los aficionados aburrirse en los estadios de fútbol. A veces los delanteros no anotan gol y el partido termina cero a cero. ¡Dios mío! ¡Qué aburrición! Por eso los aficionados buscan entretenerse con alguna actividad extra cancha, piden cervezas, improvisan “Olas”, se paran y levantan los brazos, porque en la cancha el partido es como una página escrita por Fuentes (no todas, no todas. Me gusta “Aura” y uno que otro cuento y, tal vez, “Gringo viejo” y, tal vez, algo de “El espejo enterrado”). En cambio, en el tenis no hay momento de sosiego, el tenista hace el saque, la pelota pasa la red y el jugador contrario se desplaza sobre la grava y, con movimiento magistral, manda la pelota al otro lado y el primer jugador corre y responde y así, una y otra vez, mientras los aficionados, inmersos en una burbuja llena de emoción, casi no respiran, no hacen ruido alguno porque la acción de la cancha tiene atrapados todos sus sentidos. Es clásica la imagen cinematográfica en donde los aficionados ven hacia un lado y luego hacia el otro, dejándose seducir por el toque impecable de los tenistas. Hasta que un passing shot da los primeros quince puntos a uno de los dos jugadores y la gente en la tribuna, como olla vaporera, suelta su adrenalina y todo se vuelve una maravillosa catarsis. Así escribe Del Paso, genio de las letras y de las palabras y de los laberintos de la inteligencia. Los maestros de bachillerato debieran sugerir, en lugar de “La región más transparente”, la lectura de “Noticias del Imperio” o “Palinuro de México”, que es, como decimos en Comitán, una caballada genial.
Mis años de lector me han enseñado que la inteligencia es una chica que siempre está acompañada del humor, de la diversión. Jamás la inteligencia (la real, no la supuesta) anda en amoríos con lo pesado, con la solemnidad. ¡No!
Uno disfruta mucho la compañía de alguien divertido, más que la de un pedante.
Como mis mejores acompañantes son los libros, elijo autores divertidos, inteligentes. Por mi profesión leo también a los otros, pero a éstos los “escaneo”, sólo para tener una visión cercana de la calidad de su obra. Cuando me topo con un libro divertido ¡lo disfruto! Lo disfruto como si fuera un joven intrépido, audaz, y estuviera arriba de un carrito en las vías de la Montaña Rusa. Lo disfruto como Leonardo disfrutó el paseo en auto cuando estuvo en Comitán y lo llevé por la subida de San Sebastián y por la bajada de La Pila.

Posdata: Creo que un elogio para el pueblo es considerarlo un pueblo divertido. Leonardo tuvo la capacidad de advertirlo. Muchos comitecos y visitantes también así lo perciben. Comitán no tiene playas, no tiene la grandiosidad de París o de Praga, pero sus subidas y bajadas, en un clima admirable, la hacen una ciudad divertida, sublime, ¡inteligente!
Me gusta estar con vos, porque sos como una calle de San Cristóbal; como Praga; como un viaje por el Sena, en París; como ¡Comitán!
¿Ya miraste el prodigio de la fotografía que anexo? La forma de las montañas del fondo concuerda con la forma de los ladrillos del frente. ¿Coincidencia? ¡No! Los albañiles y maestros de obra de este pueblo son como el maravilloso arquitecto Frank Lloyd Wright, acomodan sus realizaciones a los sueños del entorno. Comitán es un pueblo divertido, permite los hallazgos de remates visuales insospechados.