lunes, 11 de septiembre de 2017

EL ASOMBRO DE TÍO HERMILO




Marina, nieta de tío Hermilo, lo llamó y le enseñó una página en Internet que permite escuchar, en vivo, estaciones de radio de todo el mundo. Muchos conocen la página (radio.garden). El tío vio el mundo en la pantalla y se asombró al ver que Marina colocaba el puntero en un punto verde de Estados Unidos y se escuchaba una estación (con buena fidelidad) y luego Marina señalaba una estación de Madrid, España, y se escuchaba; y luego una de las islas Azores; y luego una de Rusia; y luego una de Rumania y así ¡hasta el infinito! El tío tuvo que sentarse, pedir un té de limón, para recuperarse de la impresión. ¿Era posible eso? Marina le dijo que sí, ¿a poco no lo estaba viendo, oyendo? El tío pidió escuchar una estación de Japón y, de inmediato, Marina buscó Japón en el mundo de la pantalla y sintonizó una estación de Osaka. El tío estaba fascinado. Dijo que, en su niñez, le gustaba jugar a sintonizar estaciones en onda corta, en el viejo radio de su padre, que era un aparato de dos bandas. Y ahora, ¿qué era esto? ¿Se podía escuchar estaciones de todo el mundo, en vivo? Sí, dijo Marina, y sintonizó una estación de la India.
El asombro de tío Hermilo era compartido por Elena. Marina puso una estación de Missoula, Montana, Estados Unidos. Era una estación de música clásica, pero el locutor estaba leyendo un poema de William Blake. ¡Era increíble! A Elena le gusta la poesía de Blake. Había sido una hermosa coincidencia.
Tío Hermilo le pidió a Marina que sintonizara una estación de Brasil. Y cuando la locutora presentó una samba en portugués, todo mundo vio que el tío Hermilo se emocionaba de más. Elena se acercó y le preguntó si se sentía bien. El tío levantó la mano y la movió como si quisiera alejar una mosca molestosa, dijo que todo estaba bien, pero su cuerpo tenía un temblor como si una corriente de aire hubiera entrado al cuarto con la misma fuerza con que entran los toros a las plazas. Sí, el tío Hermilo estaba emocionado. Algún recuerdo había atenazado su garganta. Marina se acercó a Elena y le dijo, en voz baja, que el tío había tenido una novia que sabía hablar portugués. Tal vez eso le había originado la conmoción.
Elena salió al corredor, prendió un cigarro, se recargó en un pilar de madera y fumó. Marina también salió. Dijo que el tío le había pedido quedarse solo. Pero, ¿está bien?, preguntó Elena. Marina dijo que sí, dijo que le había dejado Radio Garden en una estación de Salvador Bahía y el tío había convertido su emoción contenida en una emoción de niño ante una resbaladilla.
Marina preguntó a Elena si ya anteriormente había conocido la página de Radio Garden y Elena, fumando y deslizándose sobre el pilar hasta el piso, dijo que no. También estaba asombrada. Dijo que era una maravilla poder tener todo el mundo al alcance de la mano, a través de la radio. Sí, dijo Marina y dijo que ella esperaba que algún día sucediera lo mismo con el cine. Elena no entendió. Sí, dijo Marina, que así como podemos escuchar lo que las radios del mundo transmiten, podamos ver lo que las salas cinematográficas del mundo proyectan. Pero ¡eso es imposible!, dijo Elena. ¡No!, contradijo, Marina, yo pienso que es posible, todo es posible ahora. Pero ¿cómo?, insistió Elena, reafirmando su negativa ante la posibilidad.
¡Es imposible! No, todo es posible ya. Sería fantástico que en la pantalla de la computadora apareciera el mundo, con cientos de puntos verdes y cada punto verde fuera una sala cinematográfica y que el usuario colocara el puntero en una sala de París y, ¡oh, maravilla!, en la pantalla de la computadora apareciera la pantalla cinematográfica y se pudiera ver la cinta que estuviera exhibiéndose en ese instante.
¡No, no! ¡Es imposible! No, todo es posible ya. Y algún día, así como ahora podemos escuchar, en vivo, qué transmite una estación de Boston, en Estados Unidos, o una estación en Praga, en la República Checa, los usuarios podrán ver qué se exhibe en una sala cinematográfica de Lecce, en Italia o en una sala de Ras Al Khaima, en los Emiratos Árabes.
¡No, no!, eso sí no será posible nunca. ¿Cómo crees? No, no, todo tiene un límite.
Todo es posible ahora. Algún día. Y ese día será un día maravilloso. Ojalá el tío Hermilo pueda verlo todavía. ¡Ah!, será extraordinario ver qué cara pone cuando entre a una sala de Brasilia y mire una cinta donde una chica se sienta en un café al aire libre y saluda, en portugués, a un amigo que baja de un taxi que salió del aeropuerto Presidente Juscelino.
¡No, eso es una locura! No. Ahora todo es posible.
¡No! Diría que sí si dijeras que esto sucederá con las imágenes de la televisión. Un día habrá un mundo con puntos verdes y se colocará el puntero en alguno de ellos y podremos ver la programación televisiva de muchos canales del mundo, pero lo de las salas cinematográficas es una locura.
No. Ahora todo es posible. Algún día.