martes, 7 de octubre de 2025
CARTA A MARIANA, CON PREGUNTAS
Querida Mariana: tuve un compañero que siempre levantaba la mano, sentado en su pupitre levantaba la mano para que la maestra lo viera y él se parara y dijera la respuesta de la pregunta. Era un caso excepcional, porque los demás alumnos nos hacíamos tacuatzes, Alfredo buscaba algo en el piso; Ramón se frotaba los ojos con las dos manos, como si algo le picara; Juan hacía anotaciones en la libreta, mientras su mirada estaba en el pupitre de enfrente; ah, pero Alfonso levantaba la mano una y otra vez, despegaba su trasero de la silla, mostrándose como águila para que la maestra, con el gis en la mano, dijera: “A ver, Alfonsito”. Ah, era el momento de triunfo del tal Alfonsito, se paraba, nos veía a todos, nos aventaba su mirada como si fuese una losa y decía la respuesta que, siempre, hay que reconocerlo, era la correcta. Los demás nada decíamos, seguíamos haciéndonos como que la virgen nos hablaba, claro, en lo interior, odiábamos al tal Alfonsito, pero como el director nos había amenazado con penas mayores si le decíamos o le hacíamos algo, nos tragábamos nuestra antipatía y sólo nos alcanzaba para aplicarle la ley del hielo, pero él, acostumbrado a vivir en un iglú nos ignoraba y esto nos hacía más pequeños ante su altura de zar que siempre nos refregaba en la cara las boletas con puro diez y los reconocimientos firmados por las más altas autoridades.
Con esto que te cuento quiero decir que la mayoría de estudiantes odiábamos las preguntas de la maestra, como ratones nos ocultábamos en los huecos para que no nos viera. Ella, la maestra, sabía la clase de alumnos que tenía y daba su clase reconociendo que sólo el tal Alfonsito, y de vez en vez María y Mariqueta, dos gemelitas con cabello zanahoria, aprendía lo que dictaba en el pizarrón. ¿Qué día llegó Colón a América? Como si fuese chiste jurábamos que nosotros no estuvimos ese día en la playa para ser testigos del desembarco. ¿Qué significaba la I de Francisco I. Madero? ¿Inmortal? Estas preguntas sólo hallaban respuesta en el niño que levantaba la mano para indicar que él sí sabía lo que la maestra preguntaba, por eso era el consentido del grupo; para todo, Alfonsito era el elegido en los actos públicos, que el gobernador visitaría la escuela, pues Alfonsito decía las palabras de bienvenida.
Nos dimos cuenta que todo se resumía a ese juego que los griegos llamaban Mayéutico, preguntas aquí y allá, pero mal enfocado, porque las respuestas debían ser las que traían los libros, respuestas que ahora sabemos son diseñadas para un adoctrinamiento.
Ya viejo entiendo que las preguntas son esenciales en el desarrollo del conocimiento, no las bobas preguntas que nos hacía la maestra en la escuela. Los que saben dicen que la poesía no da respuestas sino preguntas, acerca de los grandes misterios de la vida.
Y resulta que la buena literatura injerta preguntas acerca de la vida, por eso me encanta, porque no anda como aquella maestra.
Anoche tomé un libro de Margerite Yourcenar, la gran Margerite, es un libro que se llama “El laberinto del mundo”, y contiene tres textos autobiográficos, escritos con la inteligencia que ella siempre poseyó y demostró. En uno de los textos autobiográficos: “Recordatorios”, copia una frase del panteísta David de Dinant: “Quis est Deus? (los que saben dicen que significa ¿Quién como Dios?). Es una pregunta donde el compa David da por sentada la existencia divina, pero lo bonito de este juego es que el mismo filósofo da la respuesta: ¿Quién como Dios? “Mens Universi” (la mente del universo). Pucha, qué capacidad de sintetizar una gran idea en tan pocas palabras, es como para rumiar una tarde completa, una tarde de éstas, donde llueve con intensidad y hay encharcamientos en la zona baja de Comitán, allá por Yalchivol, por La Primavera.
Posdata: como no supe qué era ser panteísta, busqué en el Internet y me dijo que es un sistema de pensamiento filosófico y religioso que sostiene que el universo, la naturaleza y Dios son idénticos. Recordé la definición de Dios de Spinoza. Claro.
Hoy me encantan las preguntas que encuentro en los libros, porque abren ventanas maravillosas, no son las preguntas que hacía la maestra, que siempre exigían una respuesta unívoca. Sé ahora que hay miles de respuestas, porque, por ejemplo, la Historia de México que viene en los libros no es la verdadera historia.
¡Tzatz Comitán!