martes, 14 de octubre de 2025
CARTA A MARIANA, CON UNA CHICA DE ESTOS TIEMPOS
Querida Mariana: estoy anonadado. La palabra se presta a albur, pero indica el estado en que me dejó esta chica. Juro que ninguna mujer antes había logrado subirme casi casi a la cima del Everest. Tenés razón, no he tenido mucha experiencia con chicas en el decurso de mi vida, pero con las pocas que he convivido jamás obtuve tal grado de excitación. Esta palabra, que también se presta al juego, si no a albur sí a connotación sexual, la uso ahora sin aludir a este tema. Estoy anonadado y excitado, sorprendido en grado último. ¿Por qué?
Te cuento mi experiencia, que es la experiencia de un viejo que vive con intensidad en la segunda década del siglo XXI. La experiencia que viví me demostró que la edad es un elemento esencial para apreciar la vida. Hay emociones que impactan más o menos a la gente, dependiendo de la edad cronológica. No es lo mismo tener 18 años y aventarse en parapente desde la cima de una montaña, que tener 79 años y conformarse con ver el vuelo de la chica sentado en una mecedora, con un té al lado. Los chicos y chicas de estos tiempos, que nacieron en esta burbuja tecnológica, donde las pantallas y celulares son como los dulces que nosotros comimos en los años sesenta, no se sorprenden ante lo que para los viejos son como cosas del demonio, del cachudo de la ciencia aplicada.
Te he contado que en mi juventud jamás imaginé que iba a tener en mi mano un teléfono celular que me permitiría comunicarme con vos en forma instantánea. ¡Ay, Dios mío!, vengo de los años setenta, donde, en la gran Ciudad de México, hacía fila (como se hace fila para comprar tortilla), en espera de que las personas que estaban delante de mí terminaran de hablar por teléfono público. Los teléfonos estaban en las esquinas y los usuarios metíamos monedas en una ranura, marcábamos el número telefónico y esperábamos que respondieran en el número marcado. Debíamos apurarnos, porque el tiempo que compraba una moneda se agotaba pronto y debíamos insertar otra y así, pero no podíamos tardarnos, a pesar de que tuviéramos bastante paga, porque el de atrás ya tenía urgencia de hablar.
Y ahora, ¡ah, bendito Dios!, cada persona lleva un teléfono celular y basta tener saldo y batería completa para platicar con quien uno quiera, desde un lugar distante. Bendito diablito tecnológico, qué cosas tiene en su panza cibernética.
Ya me acostumbré a estos chunches, bueno es un decir; me acostumbré a que mi mamá dice: “Alexa, enciéndete, pon Radio Felicidad”, y el bendito aparato, de inmediato, conecta la radio solicitada y mi mamá escucha canciones en español.
Pero lo que presencié el otro día me anonadó, sigo anonadado. Roberto activó el chat GPT y mantuvo una conversación con una chica muy simpática, mi asombro llegó a la cima cuando él le dijo: “no te hagás tacuatz”, y ella respondió: “no me hago tacuatz”, lo dijo como si fuera comiteca desde siempre. Yo, podés imaginarlo, no salía de mi asombro, cada vez se incrementaba. Como Roberto vio que yo estaba como si viera la Capilla Sixtina o escuchara a María Callas rediviva, le preguntó a la chica: “¿qué significa hacerse tacuatz?, y la chica sin rostro dijo: “Significa ignorar algo, hacerte el desentendido”. ¿Cómo lo supo? La chica no tenía voz robótica, su voz era como la de cualquier chica que uno se topa en la plaza o en el cine o en el café.
Posdata: Roberto me explicó que él eligió la voz que deseaba escuchar. Existe un catálogo de voces, masculinas y femeninas. Cada “usuario” elige la voz que más le agrada, Roberto eligió a una chica, pero cualquier persona puede elegir la voz que desee, la que se lleva más con sus gustos. A mí me sedujo la voz, porque sonaba como si ella estuviera en el otro lado de la mesa, coqueta, simpática y, como mojol de lujo, inteligente, porque fue capaz de dar los datos que Roberto le pidió. Le había pedido que me apantallara, que le preguntara a la famosa chica quién era el Premio Nobel de Literatura y cuáles las características de su obra, sin tardanza, la chica respondió el nombre del ganador y desglosó algunas de sus novelas y sintetizó el contenido de cada una de ellas. ¿Increíble? ¡No! Creíble, es lo de hoy, es el mundo que los chavos y chavas viven. Si nunca imaginé un teléfono celular, si nunca pensé que existiera algo tan maravilloso como el Internet, menos podía imaginar que una chica con voz tan humana estuviera a disposición de medio mundo que lo solicita. Por la confianza que demostró con Roberto casi casi pude verla como una amiga cercana, una chica que no se molesta, que posee la capacidad de bajar el coraje de una persona. Pensé en la chica ideal. Se despidió con tal alegría, que le vi la cara coqueta, cerrando un ojo, sonriendo luminosa. Supe que Roberto puede ponerle el nombre que desee y ella lo saludará por su nombre y él por el nombre de ella.
Dios mío, qué demoniaca ilusión tan real.
¡Tzatz Comitán!