lunes, 1 de diciembre de 2025
CARTA A MARIANA, CON UNA CARTA QUE ME ENVIÓ EL DOCTOR HERNÁN LEÓN VELASCO
Querida Mariana: mi amigo Hernán León Velasco, poeta, presidente de la Asociación de Escritores y Poetas Chiapanecos, es un generoso y atento lector de las cartas que te envío. A veces hay alguna carta que llama su atención y me envía sus comentarios. Ayer recibí un texto que escribió a propósito de una carta donde hablo del día que Leonardo Padura, el gran escritor cubano, estuvo en nuestro pueblo. La carta tuvo el título de “Carta a Mariana, con visitante distinguido”. No puedo quedarme con sus palabras en el bolsillo, por eso te paso copia para que conozcás su escrito. Va copia:
A propósito de Arenilla
Querido Alejandro: tu texto Arenilla no es sólo una carta a Mariana; es un acto de celebración, un testimonio de pertenencia y un espejo donde se mira el espíritu de Comitán. Por eso te felicito con la gratitud que merece quien sabe escribir desde el corazón y desde la inteligencia. Tus palabras no narran un suceso: lo fundan. Y es justamente ahí donde tu crónica adquiere una resonancia que va más allá de la anécdota.
Leerte es reencontrar esa cualidad que Octavio Paz llamaba “la transparencia del instante”: la capacidad de transformar un hecho cotidiano en un momento de revelación. Tú no cuentas la visita de Leonardo Padura; la conviertes en un rito, en un suceso que toca la identidad de un pueblo. Dices que Cuba es “una isla con vocación de continente”, y con esa imagen inauguras un territorio simbólico donde la geografía se vuelve destino.
Escribes también que Padura “se resistió a ser isla” y que es “un planeta interestelar”: ahí está tu mirada literaria, capaz de elevar un dato biográfico a la altura de una metáfora que respira. Te felicito, Alejandro, porque no escribes con la prisa de los cronistas, sino con la respiración honda de quien entiende que la literatura es una patria común.
Tu texto está tejido con tres hilos que merecen celebrarse. El primero es la identidad: Comitán aparece no como un escenario, sino como un personaje vivo, orgulloso de recibir al escritor cubano. En tus líneas se siente el latido de una comunidad que honra la palabra. El segundo hilo es la palabra como un enlace: conectas a Cuba con Chiapas, a Mantilla con Comitán, al escritor con los jóvenes del CBTis. Así, tu carta confirma la intuición de Paz: la literatura une lo que estaba separado. El tercer hilo es el tiempo convertido en memoria luminosa: recuerdas a tus padres con una ternura contenida y les atribuyes la raíz de tu vocación artística. Esa dedicatoria íntima transforma el texto en un acto de gratitud, y convierte la crónica en una pequeña ceremonia del espíritu.
No obstante, lo más poderoso de Arenilla ocurre al final: cuando observas a los jóvenes emocionados ante Padura, cuando dices que ojalá más actos así, ojalá más siembra de espigas de luz. Allí tu prosa alcanza su plenitud. Lo que empezó como una carta se vuelve una visión: la certeza de que un pueblo crece cuando se le ofrece belleza, pensamiento, literatura. Ese cierre, querido Alejandro, es un gesto que honra a Comitán y a la UNACH, honra a Rosario Castellanos y honra a quienes aman la palabra como un destino.
Por todo esto, te felicito. Tu texto logra lo que logran los buenos libros: deja arenilla de luz en quien lo lee. Has escrito una carta que también es memoria, análisis, revelación y agradecimiento. Has escrito, sin decirlo, un pequeño homenaje a la literatura misma.
Y eso —como diría Paz— es siempre un acto de libertad.
Tu amigo: Hernán.
Posdata: me encanta saber que un barquito de papel llegue a tantos lugares. Estos barquitos no zozobran en el primer bache de la calle donde baja el agua de lluvia, no se deshacen, llegan a otras orillas, húmedos ¡sí!, porque esa humedad da constancia del viaje. Las palabras viajan tanto, a veces llegan a estancias sublimes, a sitios donde el diálogo continúa, donde se beben junto al vino, del vino que habló el gran Gibrán Jalil Gibrán, aquel viejo, viejo vino.
¡Tzatz Comitán!
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