lunes, 18 de octubre de 2010

AGUA DEL RÍO

Con un abrazo para Julia Alicia Castellanos y Memo del Castillo,
por sus treinta años de matrimonio.


Hablo de los años setentas y ochentas. No soy aficionado al fútbol, pero este deporte es referente para mi vida. Recuerdo que en 1970 tenía trece años y, como medio mundo, deseaba oír o mirar el Mundial que se celebró en México; ya luego fue el Mundial de 82. Nunca aprendí las alineaciones de los equipos, pero recuerdo, por ejemplo, al Cuate Calderón, quien era el portero de la Selección Mexicana de 1970. Sé que las muchachas bonitas de mi generación también lo recuerdan porque actuaba en fotonovelas. Las fotonovelas, en ese tiempo, eran muy leídas y muchos actores famosos intervenían en ellas. En Comitán fue un acto relevante el arribo de un equipo técnico que realizó una fotonovela acá. El parque y demás locaciones se llenaron de gente, así como ahora la gente se arremolina para ver a la Paty Chapoy o al Origel. Alejandra Peniche fue la actriz principal de aquella fotonovela de los años setentas. ¿En dónde anda ahora esa actriz que nunca alcanzó alturas de primer nivel? En esa fotonovela actuaron varios actores locales. Lety Pinto tuvo una ligera participación en esa fotonovela, ella participó años después, al lado de uno de los Almada, en la película “La banda del carro rojo”.
Hoy, entiendo, las fotonovelas, así como las radionovelas, son cosa de la prehistoria. Hoy, Cuauhtémoc Blanco actúa en telenovelas. Debemos estar muy mal en el país, porque Calderón era un buen jugador y era guapo. El “mochilita” es pésimo jugador, feo y, sin duda, resultará mal actor. Pero, bueno, la televisión mexicana es fiel reflejo de la mediocridad que campea en nuestra sociedad. La televisión domina al mundo. Bill Gates dice que pronto el celular será el sustituto de la pantalla televisiva, pero mientras ese instante llega, la televisión sigue apretándonos el cuello y conduce nuestro intelecto por sus caminos, que a veces están llenos de fuegos de artificio.
Hablo del año 1980, año en que Julia Alicia y Memo se casaron. Del tiempo en que el Internet ni siquiera formaba parte de nuestros más alocados sueños; de cuando el celular no era ni proyecto. En ese tiempo el cielo era más azul que ahora y el futuro era un árbol muy alto. Hoy, pareciera, ya alcanzamos la fronda de ese árbol y, pronto, muy pronto, quedará debajo de nuestras nubes. Cuando Julia Alicia y Memo se casaron el agua del río era clara, transparente. Uno se sentaba en la orilla de los ríos y metía los pies y los pies eran como peces sin ruta predestinada. Tal vez por esto cuando uno decía algo esa palabra era ley. Tal vez por esto ahora esta pareja de amigos cumple ¡treinta años de casados! Una vida, intuyo, no exenta de problemas, pero, a la vez, llena de luz compartida. Una vida que ha sido como una de esas ventanas de las fincas del siglo pasado, esos ventanales que fueron hechos con buena madera y que, sin importar algunas huellas de polilla, siguen enhiestas cumpliendo su encargo de servir de acomodo para ver el horizonte, para soñar con los atardeceres y para, en las noches oscuras, ver las estrellas.
Escribo de los años setentas y ochentas, de cuando las novelas podían ser contadas a través de fotos; un tiempo en donde las nubes no nos parecían tan altas porque los cielos no eran tan altos. Escribo de cuando “la ola” en los estadios no era práctica común; de cuando el público no insultaba al portero (cuando más al árbitro). Escribo de cuando las enredaderas no se enredaban a lo tonto, sino a través de un plan definido. Hablo de cuando Memo y Julia Alicia formularon deseos que hoy siguen estando en la mano de Dios. Hablo de todos esos hombres y mujeres que han hecho votos de lealtad y siguen juntos a pesar de los huracanes y de los deslizamientos de la tierra y del espíritu. Escribo en estos tiempos de otros tiempos que también son estos tiempos. Escribo ya muy lejos del Mundial del 70 y del 82; escribo en la antesala del Mundial de Brasil, en 2014, porque no soy aficionado al fútbol, pero siempre acudo a él para encontrar las coordenadas del recuerdo.