Querida Mariana, ¿qué hay detrás de la sombra? Hay muchas cosas en la vida sin explicación racional.
¿Te acordás de la niña que “aparece” en el sitio de la casa? A mí nunca se me ha aparecido y vos tampoco la has “visto”, pero esto no disminuye la fortaleza de la leyenda. Muchas personas aseguran su existencia. Una existencia en un plano diferente a esta dimensión. Tu sobrina sí la vio. Ella entró a orinar y su papá la esperó afuera, tu primo oyó la plática de su hija y sus carcajadas, cuando salió el papá le preguntó con quién platicaba y ella le dijo que con una niña sonriente. A tu primo se le hizo rara la presencia de una niña sola en el baño, entró y no halló a alguien. Cuando salió, la hija le dijo: “Ahí está, ¿no la ves?”, el padre se volvió y no vio a alguien. Regañó a tu sobrina por fantasiosa, pero dudó cuando el dueño actual de la casa contó la leyenda de la niña sonriente. Los rasgos del fantasma coincidieron con los rasgos de la niña vista por su hija.
La niña se “aparece” de vez en vez. Quienes la han “visto” sienten un temblor helado sobre la espalda y pierden el habla momentáneamente. Cuentan que la niña sonriente se “desprende” de la pared cubierta con la enredadera, flota sobre el patio y se “esconde” en la otra pared.
Ayer, Mariana, me contaron la historia de esa casa. La historia da sustento a la leyenda. En esa casa vivió un señor que trabajaba como cobrador del agua potable. Una de las hijas del señor, la más joven, se embarazó sin haberse casado, esto le ocasionó el rechazo de toda la familia. En el Comitán de antes era “pecado capital” ser madre soltera. La familia encerró a la embarazada, a piedra y lodo, para evitar la vergüenza social.
El veinticuatro de septiembre era la fecha de cumpleaños de la mamá. Ese año, como los anteriores, hicieron un pachangón donde invitaron a todos sus allegados. A la hija embarazada la encadenaron al tronco de un árbol de aguacate, sembrado en el centro del sitio. Mientras la marimba sonaba galán en el patio de la casa y los invitados bailaban y bebían, la embarazada recibía las gotas pesadas de un proverbial aguacero. Cuando los invitados se retiraron, los dueños de casa reunieron todas las sobras de la comida y el papá dijo: “Llévenle a esa perra para que coma”.
En el mes de octubre, la mujer dio a luz en el Hospital General. La anemia y los malos cuidados provocaron su muerte. A los pocos minutos la recién nacida también murió. Cuentan que a las dos las enterraron en el mismo cajón.
Los enterados dicen que el fantasma de la niña sonriente no puede ser la recién nacida porque los espíritus no crecen. Pero, en la dimensión del misterio todo es posible. El árbol de aguacate ya no existe. El dueño actual lo tiró para construir una biblioteca y un jardín. No obstante, la niña sonriente siempre se aparece por ese espacio. ¿Busca los ecos de la marimba, enredados en su memoria cuando los escuchó adentro de la pancita de su mamá? ¿Busca su infancia extraviada? ¿Vive la vida que le arrebataron? ¡Yo qué sé, Mariana! ¡No sé algo! ¡Nunca lograré saber la esencia de ese misterio!
No creo en los fantasmas. Creo en la existencia de otras dimensiones, espacios donde hay otro tipo de existencia. Por esto, a veces, la energía de esos otros espacios se cuela a esta dimensión y nosotros, a falta de una mejor explicación, nombramos como fantasmal la aparición de algo tan real como nosotros mismos.
Pd. Por si las dudas, cuando voy a esa casa y llega la noche, procuro no caminar donde está el jardín y la biblioteca. Disfruto la casa de día. Busco en medio de la enredadera algún indicio de luz, pero nunca he visto algo fuera de esta realidad, ¡nunca!