jueves, 28 de octubre de 2010

PRESENTACIÓN DE LIBRO

El Museo Arqueológico de Comitán organizó la presentación del libro: "Crecer duele...no crecer duele más", de Josué Neftalí. La Historiadora María Trinidad Pulido Solís me invitó a ser presentador. Acepté, con gusto. Hoy comparto con ustedes el textillo que leí esa tarde, en la Sala de Exposiciones, del Centro Cultural Rosario Castellanos.


Siempre celebro la aparición de un libro. Lo celebro porque es preferible que las montañas estén llenas de árboles a que sean como páramos. Lo celebro porque es preferible que el espíritu del hombre se llene de vegetación a que sea como un desierto. A veces no importa de qué tamaño sea el árbol o si tiene espinas en sus ramas. Cualquier árbol, después de todo, ayuda a oxigenar el universo.
Hoy, pues, celebro la aparición del libro cuyo título resume el contenido. Josué Neftalí nos dice que “Crecer duele, pero no crecer duele más”. Las dos palabras del nombre del autor se acentúan en la última letra. Esto es como una premonición porque la última letra no es la que está escrita, sino la que el lector debe escribir en su espíritu. Josué, no inventa algo; sabe que no hay algo nuevo bajo el Sol, pero sabe que, como el Sol, el hombre, cada mañana, debe colocar su espíritu bajo el golpe de la forja para templarlo.
He de confesar que, por lo regular, no soy lector de libros de autoayuda. Y este libro cae en la categoría de esos libros, hoy tan de moda. Este libro es un poco lo que el new age es a la música. Pero, ahora que leí el libro de Josué, advierto que estos libros están instalados en la tradición de siempre donde el sabio recomienda el conocimiento de uno mismo para llegar al crecimiento intelectual y espiritual. Desde siempre, he sido un fanático de los libros de ficción, ahí es donde encuentro el camino hacia el centro del espíritu. Prefiero las novelas, los libros de cuentos y los libros de poesía, porque ahí está el reflejo de la vida del hombre y del modo como el hombre crece o se desbarranca. Me gusta acercarme a la luz por caminos menos directos, reconociendo que el espíritu del hombre no puede crecer si no ha tenido la experiencia de caer en la tentación de todos los días. Una certeza ha dominado mi existencia, la certeza de que no hay hombre puro, impoluto. Todos los seres humanos estamos llenos de huellas y de manchas. En algunos casos, incluso, la mancha es tan grande que llega a sustituir la hoja blanca de nuestra bitácora personal.
Josué Neftalí pretende, a través de este libro, llevar al lector también por un camino donde al final encuentre la luz. Por esto celebro la aparición de su libro, porque hay gente que necesita un guía, un lazarillo que los conduzca sin desviaciones.
Siempre me he preguntado por el tipo de lector que compra libros de autoayuda. El potencial lector de este libro debe ser quien necesita un “empujón” para advertir que debe crecer espiritualmente. Hay hombres, lo sé, que no se dan cuenta de lo evidente.
Sé que hay gente que no lee literatura, que no gusta del camino de la novela o de la poesía, pero que sí busca los libros de autoayuda. Bien se dice que cada uno tiene la forma de matar las pulgas y, de igual modo, cada uno tiene la forma de construir su escalera para llegar a lo más alto, o a lo más hondo, del espíritu. Yo me topé con el libro de Josué de manera accidental. La historiadora María Trinidad Pulido Solís me llamó por teléfono y me invitó a estar esta noche con ustedes y fungir como presentador del libro. Mary me advirtió que no era de literatura, el género donde camino de manera regular, cuando le pregunté de qué tema trataba me dijo algo como esto: “Es referente a lo que estás metido”. Entonces acepté ser presentador, porque entendí que Mary me invita a la presentación de un libro y los libros son el eje de mi vida, son el bastón de mi templanza. Así pues me enredé en el libro de Josué Neftalí y, como siempre sucede con la lectura, ¡salí purificado! Disculpen que les diga que no seguiré al pie de la letra las sugerencias de Josué, porque soy un hombre rebelde por naturaleza y porque, insisto, espero que mi crecimiento se vaya dando conforme estoy expuesto a, disculpen de nuevo, los fregadazos de la vida.
Crezco cuando leo, cuando camino por la sombra, cuando trato de volar. Crezco a cada momento en que recuerdo que soy un cristal de Dios. Por fortuna, yo no necesito más dependencia que la mano generosa de Dios. Pero entiendo que no todo mundo tiene este privilegio. Para quienes quieren crecer estoy seguro que el libro de Josué no les hará daño y, tal vez, al contrario, les ayude a encontrar el camino que modifique para bien su vida.
Advertí que Josué es un gran aficionado a la lectura, un amante de la literatura. Su redacción es fluida y de buen talante. No me sorprendió saber que es de La Trinitaria. Ese pueblo maravilloso ha engendrado grandes intelectuales, debe ser parte del entorno lo que hinca luz en esas mentes.
Deseo, con sincero aprecio, que el libro de Josué le brinde la satisfacción personal que él busca; que su libro toque los corazones de sus lectores, como es su pretensión, y que, como escritor y como persona, crezca, ¡crezca mucho!, no con el azar de una enredadera, sino con el plan trazado que está en las manos de Dios.
Y a los potenciales lectores de este libro, de igual manera, deseo que crezcan, como crece el aire cuando sabe que es más que viento.