miércoles, 27 de octubre de 2010

LOS CUENTOS DE LOS AÑOS SESENTAS



La novela está de moda. Los libros de cuentos han quedado relegados, las editoriales prefieren aquélla que éstos. Pero, en los escritores existe la certeza de que es más difícil escribir un cuento que una novela, el cuento tiene una contundencia, en cambio la novela es como un papalote que, una vez echado a volar, puede tataratear en mil cielos. El éxito de un cuento radica en su precisión, la magia de la novela, al contrario, radica en su dispersión.
Escribo esto porque en los años sesentas los cuentos no sólo eran esos microcosmos literarios perfectos. Los niños de ese tiempo llamábamos “cuento” a la revista ilustrada con monitos, lo que actualmente los chavos llaman cómic. Acá en Comitán íbamos a la “Proveedora Cultural” a comprar los cuentos. Muchos niños preferíamos “Tawa”, “Kalimán”, “Memín Pinguin” o “El Diamante Negro”.
Juan Carlos Gómez Aranda presentó, una noche de éstas, un libro-cómic. Lo presentó en Comitán, en pleno mes de octubre. En la portada de su libro aparece un personaje maya que, con la mano derecha, de espaldas, señala hacia el cielo. La noche de presentación uno podía jugar “espejo” con ese personaje y señalar el cielo, porque el cielo comiteco era una sábana impecable, transparente, como cristal recién lavado, en la cual la luna corroboraba aquello de que “de las lunas, la de octubre es más hermosa”. Cientos de años después el hombre, el hombre de todos los tiempos, miraba el mismo cielo del personaje del libro, debajo de esa manta prodigiosa. Juan Carlos pretende, con su libro, que el comiteco de estos tiempos se pare frente al espejo de su identidad y vuelva a ver el cielo complaciente y magnífico. El libro se llama “Comitán, su apasionante historia” y es una publicación que narra, a través de maravillosas ilustraciones realizadas por Enrique Chávez Esparza, la historia de este apasionante pueblo. Juan Carlos pretende que los chiquitíos comitecos tengan la oportunidad de vivir la maravillosa experiencia de tener un “cuento” entre las manos. Juan Carlos sabe perfectamente -es un hombre sabio- que los grandes lectores comenzaron en la aduana infinita y dulce de las revistas de monitos. No es casualidad que grandes países lectores, como Argentina y Francia, tengan entre sus favoritos a Mafalda y Asterix. En Comitán, los niños de los sesentas tuvimos a Kalimán y, parece mentira, pero adultos hoy vivimos en armonía porque seguimos al pie de la letra lo que él recomendaba a Solín: tener “serenidad y paciencia”. Juan Carlos, con mucha paciencia, entrega a los lectores comitecos una historia serena, un agua limpia donde enjugar la razón y el corazón. Juan Carlos niño, me “cuentan”, vivía los personajes de los “cuentos”. Si debía realizar un mandado, por ejemplo, y su mamá Rome lo llamaba, ella debía decirle “Llanero Solitario, ¡vení!”, Juan Carlos niño trepaba a su caballo, recibía la paga y, en compañía de su compa “Toro”, gritaba el mítico grito de “¡Arre, plata, arre!”, y veloces salían con rumbo al mercado primero de mayo.
La presentación fue en el auditorio del Centro Cultural Rosario Castellanos, una noche de octubre. Fue una presentación digna, frente a un auditorio repleto de paisanos. Fue una noche histórica porque, además del libro-cómic de Juan Carlos, se presentaron dos libros más acerca de nuestra identidad: “Comitán, en el umbral de la historia”, de María Trinidad Pulido Solís; y “Marimbas de mi tierra. Reseña de la marimba en Comitán”, de José Gustavo Trujillo Tovar. Fue una presentación matizada con el buen humor y la picardía comitecas. Oscar Bonifaz fue presentador y ya conocemos la chispa que lo acompaña; Marvin Arriaga -directora de Coneculta-Chiapas- actuó como moderadora y ella (como dirían los clásicos) arrancó una risa al respetable, cuando presentó a Pepe Aguilar (presidente electo de Comitán) y dijo: “él fue mi compañero en la escuela de niñas”. Ante la carcajada y mirada pícaras del auditorio recompuso: “Bueno, él es muy hombrecito y yo muy mujercita”.
Juan Carlos nos vino a decir a los comitecos que si bien la novela supera hoy al cuento literario, los “cuentos” nunca pasarán de moda; nos vino a recordar que los niños de todos los tiempos se emocionan con personajes de historietas. Que en estos tiempos ya Kalimán no está en primera línea, pero cuando la mamá manda a un niño a hacer un mandado el niño sube a su nave interplanetaria y vuela por las calles de Comitán, al cobijo de ese mismo cielo que señala el personaje maya del fantástico libro de Juan Carlos.
Por todo lo que Juan Carlos nos vino a decir, yo le digo: Gracias, querido Juan Carlos, en nombre de Comitán, porque siempre nos estás motivando a caminar y a soñar con un pueblo mejor. Siempre, en las lomitas de este pueblo, oímos tu emoción al pronunciar: “¡Arre, plata, arre!”.