miércoles, 6 de octubre de 2010

TIEMPOS PARA HACER OTRA COSA


Con un abrazo para Dámaris Disner, por un cumpleaños lleno de luz.



Ha sido mi peluquero desde niño. Ayer, mientras me colocaba la cinta de papel higiénico alrededor del cuello dijo: “En estos tiempos ya no se hace dinero”, luego amarró “el babero” y me platicó de las oportunidades de los años cincuentas y sesentas.
En estos tiempos ya no se hacen muchas cosas que antes sí. ¿Quién -digo yo- escribe un poema que aprende de memoria el pueblo? Bueno, ya hasta el saludo extraviamos. Antes uno salía a la calle y, con el sol apenas trepado sobre el horizonte, la gente decía ¡buenos días! Los actos mínimos de caballerosidad también se han perdido. ¿Qué galán está dispuesto a ceder a su chica el control del televisor, el domingo a las doce del día?
“Sólo los que se dedican a hacer cosas malas hacen dinero ahora”, dijo el maestro, mientras el babero blanquísimo atrapaba las arañas pachas peludas que saltaban de mi cabeza. Al peluquero nunca le he preguntado por qué a sus clientes nos coloca una cinta de papel higiénico alrededor del cuello.¿Algo subliminal nos injerta mientras nos rapa?
“…y el relámpago verde de los loros…” la gente declamaba. Hoy ya no. “Los caballos eran fuertes, los caballos eran ágiles…” nos enseñaron en la escuela y ahí andábamos por todos lados recitando los versos de Santos Chocano. Mientras los papás trabajaban, mientras el maestro peluquero rapaba a medio mundo y hacía su colchoncito económico, nosotros, los niños, íbamos al puesto donde alquilaban las revistas de monitos. Los monitos también desaparecieron, hoy todo mundo lee cómics y asiste a Congresos donde encuentra a sus personajes de ficción metidos en el disfraz de actores de cuarta. Nosotros creíamos que, como lo decían en la radio, “en el papel de Kalimán” actuaba “¡el propio Kalimán!”.
Tal vez algo del mundo cambió cuando nos enteramos que Luis Manuel Pelayo hacía la voz de Kalimán en la radio y un actor canadiense Jeff Copper lo interpretaba en cine.
Antes de tal decepción, el cine también daba para hacer dinero. El dueño de los cines en Comitán hizo mucha paga, hasta que un día, sin aviso, la gente dejó de acudir y las salas se vieron vacías. El dueño hizo todavía su último esfuerzo, exhibió películas pornográficas, pero esto también cayó en la rutina y sólo los viejos perversos permanecieron fieles a su vocación. Pero mantener las ganas insatisfechas de diez o veinte viejos no es negocio, así que un día las salas cerraron y el pueblo se quedó sin cines. Casi estoy a punto de decirle al maestro peluquero que el fracaso económico de estos tiempos lo predijo la ausencia de “calientes” a las salas de cine, pero me callo.
Ahora ya no se hace dinero con la facilidad de antes. Hoy cuesta mucho trabajo escribir un poema que la gente recite de memoria. Los poetas, actualmente, escriben breves líneas cuidadísimas envueltas en celofán. Todo es como muy plástico, por esto ahora el dinero (¡el dinero, aquél que estaba representado en monedas de oro o de plata!) ya no pasa por nuestras manos. Cada quincena me avisan que el departamento contable ya depositó y yo, alelado, saco mi tarjeta de débito y con ella pago en Aurrerá los objetos que compro.
Ya José Alfredo desapareció, asimismo Agustín Lara está extraviado. Sabines también ya no está para dar la receta o para decirnos, cuando menos, que no hay receta. Todo mundo advierte que ahora es muy difícil hacer dinero, apenas vamos sobreviviendo, apenas vamos recitando algunos versos de canciones sosas.
“¡Listo!”, dijo el peluquero y con un cepillo eliminó algunos cabellos enredados en el cuello de mi camisa. Le pagué los cincuenta pesos y salí. Tiene razón. ¿Quién va a hacer dinero si el trabajo apenas da para sobrevivir? ¿Una cinta de papel higiénico alrededor del cuello? ¿Nunca encontró un sustituto para evitar que el pelo entrara por el cuello de la camisa? ¡Caray, llevo años y años soportando el papel higiénico sobre mi cuello cuando la lógica demandaría que este papel debería estar en otro lugar! ¡En fin, ya no es posible hacer cosas que antes sí se hacían!