sábado, 30 de octubre de 2010

RECADO PARA EL POETA ALÍ CHUMACERO

Alí, quiero que sepás que ya te perdoné.
No sé cuándo leí estos versos tuyos: "Cae la rosa, cae/atravesando el agua,/lenta por el cristal de sombra/en que su tallo ahoga", pero ese día algo como un cristal de luz atravesó mis cielos. Pensé, Alí ¡es un poeta! Así pues, cuando, en Tuxtla, leí en un periódico que ofrecerías un recital no dudé en acudir. Tal vez ya no te acordás, y no te acordarás por lo que a continuación escribiré. El recital fue en el "antiguo" salón de actos del Instituto Chiapaneco de Cultura (ahora, entiendo, el edificio es la Rectoría de la UNICACH y, quién sabe para qué utilizan ese salón).
No recuerdo con quién, pero recuerdo que asistí acompañado de alguien. Llegamos a las seis y media de la tarde, nos sentamos en los últimos asientos. Desde ahí observamos a diez o doce personas que estaban sentadas en la butaquería del frente. Gracias a Dios no todo mundo se sienta hasta atrás. ¿Hasta atrás? Bueno, no tan atrás, pero cuando te miré subir a la mesa de honor, advertí que estabas, como decimos en Comitán, "a medios chiles". Tal vez, imagino, algún compa te invito a comer y, pues, frente a la mesa con chicharrón, tasajo y camarones con caldito de chile güero, se te antojó una cerveza y luego otra, y tu compa, después de la cuarta cerveza, dijo que tomaran una "caminera", pero la tarde era maravillosa y la marimba te inspiró y pediste una cuba más y cuando viste tu reloj ya eran las seis y tenías que suspender ese cristal de luz para atravesar el agua y llegar hasta donde estábamos nosotros, tus lectores, esperándote. Y entonces te miré "a medios chiles" y pensé que eras un irrespetuoso porque ¡cómo presentarte así!
Pero, Alí, ¡ya te perdoné desde hace mucho!
Ahora sé que esa noche no fue más que la extensión de una maravillosa tarde. Ahora sé que otra cosa hubiese sido si, en lugar de asistir a tu compromiso, hubieras preferido tomar una más y otra y otra. "La caminera", ahora lo sé, fue la lectura que llegaste a compartir con nosotros.
No sé si acostumbrabas tomar de más (y hablo en pasado porque ahora sé que ya estás muerto, bien muerto), pero ese día, ahora lo sé, estabas contento y por esto tu voz sonaba a estropajo enredado en un pozo de luz.
Ya te perdoné. Esa tarde me molestó mirarte y oírte enredado en una botella de alcohol, pero ahora sé que es preferible esa cuerda incierta a este vacío que hoy te llena. Ahora no queda más, no queda menos, que abrir un libro o entrar a este chunche y buscar tus poemas porque vos ya no podés leer en vivo, a todo color y a medios chiles.
Te perdoné, desde hace mucho. Desde hace varias caídas de rosa.
Estoy seguro que vos no te acordás de esa ocasión. Tal vez se acuerda mi acompañante, pero yo no recuerdo quién fue.