lunes, 22 de octubre de 2012


CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA CÓMO EL TRAJE NO HACE AL MONJE (I de II)

Querida Mariana: me preguntás qué voy a hacer ahora en mi nuevo encargo. Sé que te referís al honor que me ha conferido el Licenciado Luis Ignacio Avendaño Bermúdez, Presidente Municipal de Comitán para el periodo 2012-2015. ¿Qué voy a hacer como Director de Cultura? Pues el sesenta por ciento, cuando menos, de lo que he soñado en promoción del arte. Pero lo voy a hacer a mi estilo, al estilo de los grandes trasatlánticos que un día zarpan de América, atraviesan el Océano y, cuando menos lo piensan, atracan en Europa. Mi viaje será de una orilla que se llama Sueño a la otra donde está El Paraíso de lo real. El primer día coloqué en la oficina un letrero que pepena versos de poetas, lo coloqué sin permiso de ellos, porque ya están bien petateados. El letrero dice: “Paso a paso, verso a verso, palabra por palabra”. No hay otro modo de avanzar. Hay que dar un primer paso y luego el otro. Cuando sabés adónde querés llegar ¡todo es más fácil! Jodido cuando empezás a tataratear. Yo, disculpá mi falsa modestia, tengo bien claro lo que deseo para mi pueblo. Tal vez este proyecto no coincide con la visión de muchos, pero en la vida no podés andar dando gusto a los demás porque ese titubeo te saca del camino donde vos querés caminar. Y durante mi vida he aprendido que los demás tienen sus propios caminos y, no sé por qué, tienen una obsesión por llevar muchedumbres donde ellos caminan. Hay hombres, también lo he aprendido, que caminan por sendas solitarias en busca del pozo de luz. Por supuesto que mi visión y prospectiva del arte no corresponden a un mero capricho, tiene como guía el ideal de lo que hay que sembrar para que el día de mañana (por la tarde o por la noche) la cosecha sea pródiga. Deseo que mi amado Comitán se alimente de granos integrales, que el pan de su mesa jamás sea esos panes de caja tan poco nutritivos. Ahora que Comitán ya es reconocido en todo el mundo como Pueblo Mágico, gracias a la designación formulada por la Secretaría de Turismo, a nivel federal, es preciso volver la vista hacia lo que somos para darnos cuenta de por qué, en efecto, ¡somos un pueblo mágico!
Haré lo que tengo que hacer. Pero lo haré sin prisas. No soy un niño, ya no puedo correr por la subida de San Caralampio. Si corro sufro el riesgo de tener un vahído o, más “pior” dijera Moncho, ¡un paro! (hablo de paro cardiaco). Caminaré, con algunas pausas para descubrir el paisaje, sin dejar algo al azar. Subiré de San Caralampio al parque central y luego seguiré, siempre en ascenso, al parque de Guadalupe. Recogeré las piedritas que son nuestra luz, lo que nos hace un pueblo único, y abriré las manos y las entregaré a mi gente.
¡No recogeré la piedra que me avienten el mal intencionado! Apenas la haré un lado, por aquella sentencia bíblica que recomienda no olvidar a los que vienen detrás. La otra mañana, mientras caminaba con prisa para llegar a una reunión a Palacio, me topé con un compa que, como si me aventara una cubetazo de agua fría, me saludó y dijo: “Ah, qué alzado, como ya sos funcionario ya no querés hablar”. ¡Dios mío! Un compa con el que, durante toda mi vida, apenas he cruzado dos o tres palabras. De rapidito le dije que si Dios lo permitía le invitaba a tomar un café para la tarde del 2 de enero de 2016. ¡Pues sí! Reconozco lo que dicen los gringos: “Time is Money” y mi moneda es lo que puedo hacer a favor de mi encargo.
No soy un mártir ni un héroe ni un matadito. Camino a mi paso. Jamás he justificado a aquéllos Diputados que se quedan en la Cámara hasta las cinco de la mañana el último día para “sacar” un encargo; siempre me dio risa un Diputado local que prometía trabajar en bien de su Distrito: “¡más de veinticuatro horas al día!”. Creo, sinceramente lo creo, que un hombre desarrolla su actividad de manera eficiente si trabaja sus ocho horas al día. El descanso es necesario. El apresuramiento sólo embota los sentidos y lo que más necesita la Patria es hacer las cosas con sentido. Trabajo, diario, de cuatro y media de la madrugada a ocho y media de la noche. A esta hora ya mis pilas están bajas, casi como si fueran gallinas, y comienzan a buscar el refectorio del espíritu.