miércoles, 24 de octubre de 2012


CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA CÓMO EL TRAJE NO HACE AL MONJE (II de II)

Querida mía: voy a hacer lo que tengo que hacer. El otro día leí un anónimo en el facebook. Un anónimo donde el tipo se metía con aspectos de mi vida privada (no conforme con ello, alteraba la historia, como si fuese un novelista consumado que usara mi nombre y mi persona como su personaje ideal de ficción. Le respondí que era la primera y única vez que tomaba en cuenta sus complejos. De acá en adelante los ignoraré por siempre). Mi niña, ¿cómo podés pensar que destine mi tiempo a estar pendiente de lo que se dice o no se dice de mí? El tiempo es agua y el cuenco de la mano no puede detener su caída (si la mano fuese como una presa de todos modos no podría evitar la evaporación del tiempo). Estamos construyendo un puente y si no nos apuramos corremos el riesgo de que se quede a mitad del vacío. Un puente inacabado es la cosa más absurda del universo. ¿De qué sirve un puente que no alcanza la otra orilla? Estamos construyendo un puente, un puente que nos lleve a conocer el otro lado; un puente sólido, uno que no se caiga al primer ventarrón.
Sé que mis amigos están contentos con el nombramiento y me cotorrean (uno de ellos me dice que ahora sí estaré “maiceado”. Ah, qué bonita expresión para decir que estaré ocupado en un encargo de gran responsabilidad); sé que quienes no son mis afectos no están contentos. A ambos bandos les agradezco preocuparse y ocuparse por mi persona. Pero, lo sabés, a quienes más agradezco ahora es a los que me ignoran, para quienes soy como una hoja en la calle, como una rama vacía. Éstos me permiten dedicar todos mis esfuerzos al proyecto, porque me dan la oportunidad maravillosa de permanecer como el hombre invisible detrás del escritorio o en la plaza donde diseñamos los proyectos. ¡Que Dios bendiga a mis amigos y a los otros, pero que redoble bendiciones para quienes me ignoran olímpicamente! Este proyecto es para ellos.
El proyecto tiene muchas aristas, pero su columna vertebral se sustenta en acercar el arte a niños y jóvenes. Como siempre he platicado, pienso que es bueno que los jóvenes tengan opciones. Que conozcan de todo y que decidan. Que nadie quede sin conocer a Bach, por ejemplo; que nadie desconozca a Rosario Castellanos. Si al final deciden escuchar siempre a Arjona o leer -siempre- a Paulo Coelho ya no será culpa nuestra.
Estoy seguro que muchos jóvenes están deseosos de conocer otros caminos. Nuestro interés es enseñarles el otro camino, ese camino que recorren los espíritus selectos. Las multitudes son jaladas por quienes caminan los caminos de los grandes emporios televisivos; por quienes caminan los caminos de la perversión y del adocenamiento. Comenzamos a abrir una nueva senda. Ya los jóvenes de este lugar tendrán opciones.
Sabés que una empresa de esta naturaleza no puede hacerla un hombre solo. Es necesario el concurso de la gente del pueblo. Es preciso que cada habitante de Comitán reconozca la necesidad de cultivar el arte.
Primero Dios, en la segunda quincena de noviembre abrimos la Librería Municipal, espacio para promoción y venta de obras de escritores comitecos y de escritores de otros lugares de Chiapas, fundamentalmente. Ya nadie podrá quejarse que no hay opciones. Sólo falta que se acerquen, que husmeen y que compren. ¿Estamos sembrando una semilla? Sí, apenas. Pero vos sabés que una semilla bien cuidada se convierte en árbol. Por eso digo, niña de viento, en Comitán ¡estamos sembrando un árbol! ¡Que Dios ilumine la mano!