lunes, 1 de octubre de 2012


PARA LA ALACENA

I.- En estas regiones no hay nieve, por eso la gente se sorprendió muchísimo cuando abrió la ventana, temprano, y vio el campo lleno de nieve. Las personas se pusieron una chamarra, salieron y comentaron el suceso. Los niños hicieron muñecos de nieve y se aventaron bolas de hielo y se tiraron al suelo, con los brazos abiertos. A las doce del día, hora en que el hielo comenzó a derretirse apareció otro suceso extraordinario: un grupo de osos blancos asomó en la calle principal. Las madres corrieron presurosas y pusieron a salvo a sus hijos; los hombres tomaron las escopetas y se apostaron en los árboles. Acostumbrados ya a los prodigios no les sorprendió tanto el tercer suceso: ¡la aparición de un barco rompehielos en plena plaza! El capitán del barco, con la mano en alto, con una bufanda que le cubre la mitad del rostro y con una chamarra gruesa con cuello peludo, da la orden. Quince o veinte marinos se descuelgan y, con arpones, van tras los osos blancos que corren por la calle principal. ¡No podemos permitirlo!, gritan los pobladores y repelen a los marinos quienes, al final, son abatidos. La calle queda llena de sangre. En estas regiones no hay nieve, los pobladores jamás han visto un campo lleno de nieve y lleno de sangre. El contraste es brutal. Los osos vuelven la mirada hacia sus salvadores, lo hacen como si en verdad comprendieran lo que éstos hicieron por ellos. Pero los pobladores (acostumbrados ya a sucesos misteriosos) descargan los últimos tiros sobre los osos. No podían permitir que los marinos se llevaran a esas presas enviadas de la mano de Dios. Tendrán carne para varios días y las pieles las usarán para hacerse chamarras con cuellos peludos.

II.- Enrique fue a la ciudad de México y me trajo “Gracias por el fuego”, de Mario Benedetti. Interrumpo la lectura de “La loca de la casa”, de Rosa Montero. Lo hago como un homenaje a Enrique (él y yo, en compañía de Esperanza y de Coquis, vimos el espectáculo de “Las mil y una Nachas”, con Nacha Guevara y Benedetti, en el Teatro de la Ciudad, del Distrito Federal, en mil novecientos setenta y tantos). Además, recuerdo el grato sabor de la lectura de “La Tregua”. Avanzo en la lectura, llego casi al final, llego a la página 273 (el libro tiene 300 páginas), doy vuelta a la hoja, ¡oh, qué pena!, las dos páginas están en blanco. Bueno, digo, pasa nada. Sigo la lectura. Seis páginas adelante, ¡la mierda!, dos páginas más en blanco. Busco apresuradamente. Sí, las páginas 286 y 287 también están en blanco. ¡Me lleva Uruguay! La editorial es “Punto de lectura”. Como siempre que sucede algo semejante, deseo quejarme con alguien, pero ¿con quién? Más tarde dibujo en las hojas en blanco. Pienso que, a veces, me he dormido en el tren; que a mitad de la película he tenido que pararme para ir al sanitario en el cine. Sí, en muchas ocasiones, sin darme cuenta, me he topado con hojas en blanco. ¿Entonces? Pasa nada. Ahora sigo con la lectura. Ya casi termino. En cuanto acabe seguiré con la deslumbrante e inteligente prosa de la Montero. Mientras tanto sigo en este tren uruguayo que me enseñó que la vida, siempre, nos da hojas en blanco.

III.- Juana dice que viajará en “Colectivo”. Trepada en la combi ve, por la ventanilla, cómo hombres en traje y mujeres inmaculadamente pintadas viajan en sus autos. Viajan solos, con los vidrios subidos. Llevan clima artificial, piensa, mientras ella sacude la libreta de apuntes sobre su rostro para hacerse un poco de aire. Desde la ventanilla ve un grupo de obreros que protestan, avanzan por la calle. Los obreros sudan, se limpian el rostro con un pañuelo, llevan mantas pintadas, avanzan por la calle. Los automovilistas, con su clima artificial, tocan el claxon, cansados de tantas protestas que impiden el paso. Los del colectivo se bajan y siguen su camino. Los automovilistas no pueden hacer lo mismo. Ella, mientras camina, se pregunta por qué no siguió en colectivo y se integró al grupo de manifestantes. No, ahora camina sola, con rumbo a su casa. Cuando se tumba en el sillón, cuando su mamá le pregunta cómo le fue y le ofrece un vaso de limonada con hielo, ella recuerda que nunca supo cuál era el motivo de la manifestación. ¿Cómo te fue?, insiste la mamá y ella, con cara de pan dorado en horno, dice: “El colectivo siempre es una mierda, cada vez está peor”.