miércoles, 3 de octubre de 2012


LA ARRUGA DE LA SÁBANA

A veces divido el mundo en dos. Ayer lo dividí en: mujeres que son como espiga de aire y mujeres que son pétalo de agua.
La mujer espiga de aire es la vid del tiempo. En tiempo de vendimia se desparrama sobre el árbol del fastidio y alimenta la grieta que une a los ladrillos.
Como si fuese sol se oculta en la cima de la mirada. Hay hombres (¡inútiles!) que la siegan, en lugar de volverla bandera de balcón. Ella no está en los pentagramas ni en las teclas de piano de bar; ella está en el dedo que toca la cuerda, en la pared que detiene el insomnio, en el techo que recibe el agua. Es el arco de la mano que dibuja, es el ojo que reza al Dios del libro, es el viajero que detiene su paso ante el hombre que pide limosna.
Su espíritu está donde está el paño que limpia la ventana, en la boquilla de la trompeta que viaja por un río, en la escalera que sube por la cascada, en la niña que corre detrás del hombre que vende algodones.
¿Deseas el deseo de una mujer espiga? ¡Sal al aire, a la sombra de la fuente sin agua! ¡Aliméntala en el sofá del paso lento! ¿Quieres su esquina para tu lámpara? ¡Búscala en la línea que bebe de la ventana! En la rama de la madrugada ¡ella vuela, ella canta!
Es como una silla para el alba, como una piedra para el sueño, como un río para la barca.
¡Bendito el hombre que la abre como postigo, que la inflama como leño! ¡Bendita ella, la que es como una nube para el huerto! ¡Siempre benditos sus sueños y los gajos por donde el agua se alza en la falda de la fuente!
¡Bendito el corazón de su pasto donde juega el niño, donde la niña juega a la comidita! Benditas sus cúpulas, sus calles, sus torres, sus pájaros como papalotes. Benditas sus espinas de nopal, sus olas llenas de nudos, sus barcos varados, sus varas embarcadas, sus velas que son camino para la nostalgia.
Sin ella ¡la vida nada! Porque ella ¡el hilo de la flor, el cordel del vuelo! Sus ojos un pistilo, sus manos línea para construir los territorios del alma.
El amante cierra los ojos y la reconoce en cada pétalo, en cada labio que se abre, bien en la sonrisa, bien a la hora del bocado, a la hora en que la cama se llena de luz, a la hora en que la pasión juega a ser pecado.
De perfil ¡el horizonte inclinado! Bocabajo ¡abrazo de Dios, curva en carretera!
Recibe el agua, recibe el viento que juega en su orilla. Bebe de la mano, del ojo cerrado, de la caricia que es como la arena tibia de la playa. Sueña, sueña con una pared blanca, con la venda en el rostro, con la hendija sobre la pared y con el labio entreabierto que balbucea el alfabeto de un cuerpo enamorado.
A veces divido el mundo en dos. Mañana lo dividiré en: mujeres que son como un dedo entrelazado y mujeres que son como un lazo que ciñe el dedo.