domingo, 27 de julio de 2014
DESPUÉS DE LA VIDA, HERMANO, DESPUÉS DE LA VIDA
Todo mundo dice que debe ser en vida; que los homenajes deben ser en vida del homenajeado. La gente dice: después de muerto ¡ya para qué!
El sábado 26, amigos de Juan Manuel González Tovar ofrecieron un homenaje en su memoria. Fue una reunión de amigos, como si estuviesen en el patio de la casa y bebieran un poco de comiteco en una lata de jumex y movieran los pies debajo de la mesa y botanearan y el cielo se derramara encima de ellos, porque la noche era fresca, no presagiaba lluvia y el cielo estaba lleno de estrellas.
Juan Manuel falleció hace poco tiempo. Algunos amigos quisieron ofrecerle un homenaje, todavía en vida, pero otros amigos dijeron que no, que se esperaran tantito, en las caras de estos últimos brillaba la esperanza de su recuperación y de que él asistiera pleno y declamara y cantara “My way”, su canción preferida, su línea de vida.
La noche del 26 fue una noche llena de estrellas, como si el patio se inundara de luz. Bastaba levantar tantito la mirada para ver y oír el canto de esos maravillosos grillos saltarines que se llaman Pepe Román, Lili Escamilla, Gil mendoza, Trío Rubí, Cothy Soto y muchos más.
Alguien comentó: “es una pena que no esté Juan Manuel”. Sí, fue una pena, no sólo que no estuviera presente, sino que, una mañana cualquiera, hubiese muerto. Pero, se sabe, la vida tiene fronteras infinitas y éstas no las puede cruzar el hombre mortal. Para alcanzar el infinito, se entiende, el hombre debe volverse infinito, también, polvo de estrellas y revolverse con el Universo.
Pero, ¿de veras para nada sirve hacer un homenaje a quien ya no puede presenciarlo? ¿De veras? ¡Es una idea falsa! La noche del 26, quienes estuvieron presentes en el homenaje a Juan Manuel, pudieron comprobar que los homenajes después de la vida, son maravillosos.
Si los amigos se hubiesen conformado con saber que no le hicieron su homenaje en vida, todo hubiese caminado con la cara boba que siempre tiene la grieta. Haber hecho un homenaje a Juan Manuel después de muerto alentó el llanto de muchos y la sonrisa de más. Fue una descarga de energía vital que, igual que lo hizo el espíritu de Juan Manuel cuando respiró por última vez, se unió a ese torrente infinito que se llama eternidad. ¿Quién puede decir que ese ritmo de bongó, a la hora que Francisco Torres tocó las percusiones, no se unió al polvo que ahora es Juan Manuel? ¿Quién puede afirmar que la voz de Alejandro Morales no tocó una de las garras del Puma?
¿Juan Manuel está en el cielo? No lo sé. En todo caso sería el primer puma con alas. Lo que sí sé es que Juan Manuel es una mota de luz infinita y tal vez, tampoco lo sé, tal vez, lo que sucedió la noche del 26 no fue más que una línea de luz para la luz.
¡Qué bueno que existan los homenajes en memoria! ¡Qué bueno que se haga después de la vida! No todo mundo soporta estar sentado en medio de una hoguera, mientras todos los demás queman incienso por el homenajeado. En cambio, después de muerto, el muerto ni se entera. Quien sí se entera es el infinito y, como el homenajeado ya forma parte de ese hueso duro de roer, la luz da más luz.
¡Cómo no va a ser bueno que se haga homenajes después de muerto si ese homenaje permite escuchar la maravillosa voz de Andrea González Jiménez (sobrina nieta del Puma) y del talento a ras de tierra y a punto de ala de Martín González Jiménez (hermano de Andrea)!
Que Dios bendiga a los amigos de Juan Manuel que usaron el mejor pretexto para compartir, para llenar de luz el Teatro de la Ciudad, para decirnos que los homenajes después de la muerte sirven no para regar agua bendita en el cuerpo del ausente, sino para prender la esperanza en el corazón de los vivos, de quienes caminan por la ladera azul del recuerdo y de la emoción.
La noche del 26 muchos hombres y mujeres, como si lo hicieran al derredor de una hoguera, cantaron, bailaron, declamaron y bebieron a la salud de un hombre: ¡Juan Manuel! A mitad de la noche, en plena selva, un rugido se trenzó en las lianas, un grito que dijo: “¡Sí, señor!”.
(Fotografía: Claudia González).