lunes, 14 de julio de 2014

LECTURA DE UNA FOTOGRAFÍA DONDE EL SOL ESTÁ DELANTE DEL SOL





Un verso de Sabines dice: “estamos haciendo un libro”, es apenas la línea de un poema, la línea que contiene unas cuantas palabras. Pero estas cuatro palabras encierran una grandeza infinita, porque indica que hombres y mujeres trabajan para hacer un libro que contendrá miles de palabras. La palabra libro es grande porque logra atrapar miles de destellos. Los libros son como cajitas donde se guarda la luz infinita.
“Estamos haciendo un libro” implica el aporte de muchos. Acá, en esta fotografía, están dos mujeres talentosas y bellas. Angie, la modelo, es una de las ejecutantes de danza más destacadas de la región y Ana es una de las mejores fotógrafas. Una tarde coincidieron, una tarde llena de luz. Coincidieron porque estaban “haciendo” una fotografía para el libro que estamos “haciendo”, el libro dedicado a Armando Alfonzo Alfonzo. Pero Angie es más, Ana es más. Angie tiene un rostro bello, su piel es de una perfección que se acerca a la pureza del agua. Su piel está hecha de café, de un atardecer que se prodiga en el valle; su piel es como una bendición para antes de la oscuridad, como el último reflejo antes de cerrar la puerta.
Ana, enormísima fotógrafa, hinca su rodilla izquierda como si ofrendara su mirada a la luz de Angie. Ana revisa su cámara y mueve chunches para dilatar más el ojo, para hacerlo más intenso, para que el registro fotográfico pueda captar la esencia del instante. Porque, esa tarde, todo estuvo dispuesto a modo para que fuese una tarde sublime. El aire que llegaba, directo, desde la Ciénaga, jugaba con el cabello y con el vestido de Angie. Ese aire inflamaba de luz cada resquicio, cada arista. La calle, transitada por decenas de vehículos, hizo una pausa y permitió que Ana tuviera todo el tiempo para captar la sonrisa de pájaro sobre rama de cristal que Angie posee.
Una tarde, de hace muchos años, Armando Alfonzo Alfonzo hizo un boceto de esa misma calle. A mitad de la calle aparece una mujer bellísima que sostiene sobre su cabeza un canasto lleno de flores; ahora, Ana, ya no con el pincel sino con la cámara, capta una muchacha bellísima que sostiene un ramo de flores. Ana se postra ante la luz para captarla en toda su intensidad. No sólo es una rodilla la que hinca sobre la calle, hubo un instante en que hincó las dos rodillas y llegó a más: ¡se tiró a mitad de la calle! Los verdaderos fotógrafos están dispuestos a subir a lo más alto, a descender a lo más profundo, sólo para lograr la mejor fotografía. Los artistas saben que ese instante no volverá. El viento de esa tarde era único, acariciaba la seda de la falda de Angie, la seda de su piel. Angie, esa tarde, sobre su cabeza llevaba un canasto imaginario donde la luz se arracimaba. Ella ofrecía luz y Ana captó la luz. Todo, porque, como dijera Sabines, “estamos haciendo un libro” en homenaje a un comiteco lleno de luz: ¡Armando Alfonzo Alfonzo! Ana y Angie, de manera generosa, ofrecen su luz para hacer un homenaje a don Armando. ¡Todo es por Comitán!