domingo, 13 de julio de 2014

LECTURA DE UNA FOTOGRAFÍA DONDE FALTA UNA E




El carpintero estuvo a punto de tocar la gloria, pero “mexican curios” al fin “regó el tepache”. Tal vez el carpintero es un hombre que nació en los años setenta; tal vez tuvo el gusto de escuchar a ese grupo norteamericano de cantantes que se llamó “The carpenters” y que fue muy famoso en ese tiempo; tal vez, hace poco regresó a Comitán proveniente de los United States y pensó que él es un sencillo carpintero, como el papá de Jesús (el hombre más grande del mundo), pero con los antecedentes debía anunciarse en inglés. Buscó una pared y, encima de un grafiti, pintó su anuncio, con pintura verde, ya que era mucho usar neón para hacerse promoción; tal vez pensó que Comitán no merecía un anuncio de esos que él (cuando anduvo de mojado) vio en las grandes avenidas de Las Vegas o de Nueva York. La pregunta que ahora todo mundo se hace en Comitán es si el carpintero cobra en pesos mexicanos o en dólares.
A su anuncio le faltó una e, o más bien dicho faltó que a esa i le colocara los tres palitos horizontales que hacen que una simple i se convierta en una maravillosa e. Su estrategia publicitaria tenían todos los ingredientes de la mercadotecnia moderna, pero le faltó la e. Pintó su anuncio en una esquina muy transitada, en el lugar donde los vecinos llegan a colocar la basura antes de que pase el camión. Mientras las señoras y uno que otro hombre esperan que el camión pase, ellas y ellos platican de los sucesos del día pasado, de que si en el mercado se acabó el tzizim, de que si en la esquina de San José (the carpenter) aún no abren el paso donde explotó el tanque de gas, de que en la feria vendrá Joan Sebastian y de que la Mireya, la hija de doña Pancha, ya metió la pata y anda con la panzota por todos lados. Mientras las pláticas se suceden, sus miradas pasan y repasan el anuncio del carpintero. De manera subliminal entra a sus mentes y cuando, en casa, la pata de la silla se hace para un lado o la puerta de madera se hincha por tanta humedad y son necesarios los servicios de un carpintero, la mente se ilumina y de inmediato pone las luces en acción y la señora recuerda que en la esquina de la basura está anotado el número telefónico de un carpintero y esto es así, porque al hombre (bendito sea), en el último momento se le ocurrió hacer la “traducción” y ya con lápiz, sobre la flecha (en blanco y rojo) escribió en español el nombre de su oficio: carpintero. Apenas se distingue, pero la mente sí recoge esos mensajes subliminales.
El anuncio funciona, pero si el hombre hubiese escrito en inglés correcto ¡habría alcanzado la gloria! ¡The carpenter! Ah, como si el caminante anduviese por la Quinta Avenida. De caché, con opción a cobrar en dólares. Pero se equivocó y su anuncio está champurrado, está de “so, so, so, so”.