miércoles, 9 de julio de 2014

LECTURA DE UNA FOTOGRAFÍA DONDE SE ESCONDE UN PANAL DE INFORMACIÓN




Los elementos son sencillos, casi simples: una oficina al fondo, la pantalla de una laptop en primer plano y una avispa caminando, muy oronda, sobre la pantalla. Como los lectores ya apreciaron, el elemento insólito es la avispa, la avispa sobre la pantalla. Porque la aparición de una avispa en un espacio determinado no es inusual, lo inusual es que se pare en el filo de la pantalla, le haga de equilibrista y, sin aviso, baje y camine sobre la pantalla. Se sabe que las avispas tienen un aguijón y en éste un veneno activo que produce hinchazón en la piel del tipo que pican. Los que saben dicen que las avispas no son agresivas, no atacan si no ven que su espacio es ultrajado. Pero, en este caso ¿no es ella la que ultraja un espacio ajeno? Se supone que ella debería andar volando como mi compadre Javier, de flor en flor, haciendo su labor de polinización, pero ¡no!, necia, hija bastarda de Snowden, se atrevió a buscar archivos top secret en esta computadora. Al principio se hizo la mosca muerta y caminó sobre el borde, como si, en realidad, estuviese extraviada y buscara el camino para ir al campo a polinizar amapolas, pero sólo fingía, porque en cuanto vio la pantalla abierta, bajó y caminó sin recato alguno. ¡Bonita cosa! Además de entrometida ¡cínica! Bueno, qué otra cosa podía esperarse de un integrante del FBI o del FMI. ¡Todos son iguales! Se hacen pasar por hijas de la Madre Teresa y resultan unas hijas de la Tierra Podrida.
Si el lector ve con atención, verá que la avispa espía camina sobre la Carpeta de sistema y se dirige, directito, al punto en donde están Todos los archivos. Ese molinillo que tiene en la cola y que hace pasar como su culito inocente, pintado con franjas negras y amarillas, como si fuese un mero paso peatonal sobre un par vial, es en realidad un dispositivo electrónico que envía toda la información a un satélite.
No se aprecia en la fotografía el instante en que la avispa llegó a la tecla Todos los archivos y una mano (enguantada con una toalla) la tomó de la brevísima cintura, la llevó a la ventana y, con un movimiento de ala en vuelo, la mandó a volar los cielos del patio. El propietario de la laptop estuvo satisfecho por su comportamiento: regresó a la avispa a su entorno y salvaguardó la información y con ello la seguridad de la patria; pero, un segundo después pensó en que la avispa, tal vez, tenía un escáner en las patas y mientras caminaba por la pantalla “chupaba” toda la información del disco duro. Salió entonces como si fuese un enjambre de abejas africanas en busca de la espía. ¡Y la halló! La halló en el pretil de una ventana. Bastó un periodicazo. La entenada de la CIA quedó tendida al lado de la pared. El propietario de la laptop la levantó y revisó el culito de la avispa y vio, en medio de una pasta viscosa una red de líneas, a modo de tendido de cables. Un zapatazo segó la transmisión. El mundo estuvo a salvo gracias a la decisión de eliminar los espías.