lunes, 21 de julio de 2014
LECTURA DE UNA FOTOGRAFÍA CON UN MAR DE BARRO
Las Sagradas Escrituras no lo dijeron, pero Dios no sólo al hombre hizo de barro, también el mar, también las olas.
En esta fotografía el cielo, como siempre, enmarca el instante. No reflexionamos en ello, pero cada instante del hombre y de la mujer tiene la bendición del cielo. Puede desaparecer todo el entorno, puede (en un temblor) desaparecer la tierra, pero el cielo siempre estará ahí, como si fuese el ángel de la guarda del hombre.
Acá, el fotógrafo está sobre una barca que boga sobre un mar tranquilo. Las olas de barro recalan sobre una isla donde se aprecian dos árboles por encima de un bosque. Porque este mar no es el mar de Cancún, no es el mar de Acapulco. Este mar es un mar de clima frío, de clima donde, en lugar de palmeras, en las islas sobresalen los pinos.
Las olas de barro, igual que las olas de agua, tienen comportamientos azarosos. Cuando el clima es como una mesa de cumpleaños, las olas se comportan tranquilas. Como si fuesen niñas de escuela marchan uniformes. Levantan la pancita y luego deslizan la comba en un tobogán seductor. ¡Una, dos, tres!, dicta el viento y las olas suben y bajan, como si fuesen juego en parque infantil. El barco apenas se mueve. El marino disfruta el clima frío, el espejo de niebla que asoma encima de esa isla que es un bosque. El marino no tiene necesidad de usar los remos. Las olas de barro conducen la barca a buen puerto.
En esta fotografía también el horizonte está hecho de barro. Es una línea sinuosa que recuerda el origen del hombre, la costilla de Adán, la duna donde Anthony Quinn interpretó El León del Desierto. Este horizonte recuerda el polvo que maltrata el ojo del hombre, el polvo con que las mujeres de Amatenango tejen sus sueños.
Este mar está empinado, es como una ladera del Himalaya. Es sólo para recordar que la vida es un continuo ascenso; sólo para recordar que el hombre es polvo; sólo para decirnos que Ítaca es una isla donde no hay palmeras, sino pinos y zanates. Las gaviotas viven en medio de las olas de agua; en medio de las olas de barro sólo los azulejos llevan la esperanza en sus picos recios.