domingo, 20 de julio de 2014

LECTURA DE UNA FOTOGRAFÍA DONDE SE SEÑALA LA RUTA DE EVACUACIÓN





Siempre fue motivo de broma. Ahora se volvió realidad. La ruta de evacuación está perfectamente señalada: en una puerta van los “caballeros” y en otra van las “damas”.
Si el lector reflexiona tantito verá que el letrero (¡oh, paradoja!) no funciona para los casos de emergencia en que debería funcionar. El letrero funciona en tiempo de sosiego. ¡Bendito Dios! Cuando es un día común, pero algo en el cuerpo indica que debemos usar el “común”, el letrero funciona a las mil maravillas, es como si dijese: “no te preocupes, acá está la ruta de evacuación ideal. Entra, bájate el pantalón y haz lo que tengas qué hacer”. ¡Ah, qué alivio! Alivio para el espíritu, pero, sobre todo, para el cuerpo. Pero (Dios eterno) en tiempo de contingencia sísmica el letrerito confunde. A la hora que la señora gorda sale, con los brazos en alto, gritando como chachalaca: “¡está temblando, está temblando!”, por favor, que nadie haga caso de tal letrero. ¿Qué pasaría si algún caballero o dama se mete a estos privados?
Hubo un tiempo en que las rutas de evacuación no existían. La gente sabía lo que tenía qué hacer, si tenía retortijones en la panza, iba al sitio y buscaba el común. En Comitán había baños con cuch integrado para hacer una limpieza completa. Si aparecía un temblor, la gente se hincaba, alzaba los brazos e imploraba a Dios para que el movimiento telúrico cesara. A nadie se le ocurrió pintar letreros con rutas de evacuación. Y nadie lo hizo porque todo mundo sabe que en el instante en que ocurre un imprevisto, de los primeros o de los segundos, nadie hace caso de letreros. Lo que importa en ese momento es evacuar de inmediato, donde sea. A mí, perdonen mi insolencia y mal gusto, me ha tocado ver a gente que cuando le ocurre un imprevisto de los primeros evacua al lado de la carretera, detrás de un camión de redilas o, juro que en una ocasión me tocó, a mitad de una sala. Se entiende, son contingencias. Cuando ocurre un imprevisto, de los segundos, la gente corre hacia donde su temor lo jala. El pánico oculta la lección aprendida que sugiere no correr, no empujar, no gritar. He visto, lo juro, gente que corre, se baja el pantalón y puja y grita y grita (perdón, esto último se refiere a las contingencias primeras).
Pero, si el lector ve con atención, observará que la ironía está presente. El letrero superior indica Baños y en la primera puerta aparece el letrero de “Leros”, leros candeleros. ¿Quiénes son los leros? ¿En estos tiempos aún existen caballeros? Muchas de mis amigas juran que los caballeros ya no existen, que ahora todos son unos patanes. Pero, esta bola de patanes (tal vez en desagravio) jura que quienes ya no existen son las damas. ¡Ay, mundo! Parece que sólo en los sanitarios sigue existiendo ese concepto. Cosa que debemos agradecerle a los rotulistas. Ahora hay una tendencia donde los sanitarios ostentan letreros de Hombres y Mujeres (en un restaurante de Mérida vi una tercera opción que decía: “Ni uno ni otro”. Era un letrero simpático).
Hubo un tiempo en que las rutas de evacuación no estaban señaladas. La gente las encontraba como podía, como Dios le ayudaba a entender.