lunes, 11 de agosto de 2014

LECTURA DE UNA FOTOGRAFÍA DONDE HAY UN CAMINO DE PIEDRA





Juguemos a eliminar elementos a esta fotografía. Juguemos a eliminar a la muchacha bonita, el tripié y la cámara. Dejemos sólo el murete de piedra y esas gárgolas modernas. Imaginemos que esas gárgolas sirven para desfogar agua. Ahora realicemos la primera pregunta: ¿de dónde viene el agua? ¿Del corazón de este muro?
Si la modelo no estuviese todo sería como un camino de piedra para hormigas. Cada piedra está delimitada por un camino que se bifurca a cada tramo. Tal vez la vida del hombre no es más que eso; tal vez las personas nacemos sobre un muro de éstos y lo caminamos sin saber bien a bien qué sendero elegir. Imaginemos que somos una de esas hormigas que caminan por esos caminos; imaginemos que salimos del hueco de la gárgola (comparémoslo con el útero materno), caminamos un tramo y ¿luego? Las piedras están expuestas de tal manera que todo es plano, no existe ni un solo tope en el camino. El problema a resolver es el camino que elegiremos. Si una persona tiene bien definido a dónde quiere llegar el trayecto es más simple. Pero (todo mundo lo sabe) cuando los seres humanos son jóvenes no tienen bien definida la meta. Pareciera que la vida no es más que tomar un sombrero para cubrirse del sol del mediodía y caminar y disfrutar el paisaje, sin importar si el agua de la gárgola es suficiente para refrescar la pausa inclemente de las doce.
Imaginemos que somos hormigas, pero somos de una clase distinta. Imaginemos que, mientras las compañeras se esfuerzan en recorrer los senderos trazados, nosotros, igual que el poeta, “hacemos caminos al andar” y bajamos del murete y caminamos por donde la gente camina. Tenemos el riesgo de terminar como hoja por el pisotón de algún humano, pero podemos descubrir que más allá del murete hay algo más emocionante. Porque (todo mundo lo sabe) la vida, en realidad, es simple. La vida es un simple caminar por esos senderos. Senderos que conducen siempre al mismo lugar adonde llegan todos. Por esto, hay hormigas que abandonan la fila, hormigas que se rebelan y protestan y tiran la carga de las hojas y buscan otras nubes para cargar. Se sabe que las hormigas que piensan diferente no son bien vistas en la sociedad, pero ellas hacen la diferencia.
La muchacha de la fotografía no ve el murete, por eso no sabe la historia del camino de la hormiga. Ella posa para la cámara en una pose casual, ignorando el entrecruzamiento de líneas que está a su costado. Ella simplemente tiene las manos en jarras y ve hacia la cámara, deja que el espectador imagine su pensamiento, porque ella (aun no lo sabe) tiene un entrecruzamiento de líneas en su cerebro. Esas líneas son como esos caminos que se ven en el murete. Las personas, a cada rato, deben elegir entre una ruta u otra. Por esto, a veces nos sentimos hormigas; por esto, a veces seguimos a las demás y cargamos nuestra hoja verde.