miércoles, 27 de agosto de 2014

LECTURA DE UNA FOTOGRAFÍA QUE VA A SER TOMADA





Al fondo la vegetación, como si fuese la selva y la fotógrafa y la modelo fuesen dos aves del paraíso. Al frente: la fotógrafa y la modelo. Acá no se aprecia, pero ambas están sobre el contorno de la fuente. Las dos subieron al pretil, apenas un metro, no más. La modelo se sentó sobre el pretil y la fotógrafa se paró encima de él.
Ya se dijo que la altura no rebasa al metro, sin embargo algo conmueve al mundo. De un lado de ellas está el agua de la fuente (no más de un metro de profundidad) y del otro lado el aire y más abajo el piso (ya se dijo, no más de un metro). Pareciera tan sencillo, tan juego de niños.
¿Por qué la fotógrafa decidió ese ángulo para la fotografía? Uno nunca puede responder esta clase de preguntas. Ello pertenece al territorio de lo insondable.
¿Puede un metro de altura o de profundidad hacer la diferencia? ¡Sí! Esta postura permitió que la fotógrafa se parara y la modelo se sentara, permitió la “altura” de foto que acá se ve. Pero, además, permitió reflexionar acerca de ese borde, de esa línea donde la vida camina.
Ambas están como si estuviesen sobre una cuerda de equilibrista. De un lado ¡la profundidad del agua!, del otro lado: ¡el vacío!
De un lado el agua y del otro lado ¡el aire! Ellas están elevadas por un instante.
Llama mi atención que en las fuentes del mundo no hay salvavidas. Se piensa que un metro de profundidad no es peligroso. La gente se ahoga en las albercas ¡no en los chapoteaderos! Sin embargo, a veces pienso que una fuente es una ídem de peligro. Si todas las fuentes fuesen como la de Trevi (la de Roma, que no la de la cantante) no habría problema. Es clásica la escena de la película “La dolce vita”, donde Anita Ekberg se acerca a la “fontana”, se mete en ella, como si fuese una sirena y le dice a Marcello Mastroianni: “Marcello, come here”. Camina por la fuente, porque el agua no le llega más allá de la rodilla. Pero, ¡Dios mío!, las demás fuentes del mundo no son como espejos de agua, casi casi son como dramáticos pozos. ¿Por qué? ¡No lo sé!
Colocarse en un pretil donde por un lado hay agua y por el otro el vacío ¡tiene su riesgo! Cualquiera podrá decir que la fotógrafa y la modelo no corrieron riesgo alguno. ¿Qué riesgo pueden correr dos muchachas bonitas que apenas están un metro por encima del piso? No lo sé. Ya dije que nada sé. Pero, he visto muchachas que caminan por esa cuerda invisible, hacen equilibrio y, de pronto, caen al vacío, vacío que no está más allá de los veinte centímetros del piso. De igual forma he visto a inversionistas y políticos caer hasta el infierno y sólo caminaban dos o tres palmos por encima del suelo.
Algún día alguien podrá ver la fotografía que resultó de este atrevimiento. Ambas, modelo y fotógrafa, se les ve concentradas. La modelo ve al frente y la fotógrafa busca el mejor ángulo. Subieron, cada una lo hizo por su lado. Como siempre es en la vida. Por un lado el agua, por el otro el aire, el aire de Comitán.