sábado, 27 de septiembre de 2014

CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA CÓMO HAY MUCHOS PÁJAROS EN EL ALAMBRE





Querida Mariana: ¿cómo funciona la radio? ¿Cómo es posible que en tu casa -ahora con el Internet- podás oír estaciones de Japón y de China? Cuentan que antes hubo gente que creyó que adentro de la caja del radio había personas hablando (serían del tamaño de Pulgarcito). Muchos se burlan de esta creencia, pero lo cierto es que, salvo los expertos en física, pocos pueden explicar a ciencia cierta cómo sucede el prodigio de la radio.
El otro día, a propósito del Día del Locutor, el Ayuntamiento de Comitán ofreció un reconocimiento a Romeo Torres Ventura, uno de los iniciadores de la radio comercial. Fue un feliz pretexto para reunir a varios grandes comunicadores. En el reconocimiento a don Romeo estuvo implícito el respeto hacia todos los locutores comitecos que llenan de sonidos los patios de las casas.
Los futurólogos aseguran que la radio seguirá vivita y coleando en los próximos años. Mucha gente, hoy en día, sigue escuchando radio. A veces, en la madrugada escucho radio IMER y oigo cómo personas nacidas en nuestra región y avecindadas en los Estados Unidos siguen enviando mensajes y saludos a sus parientes en la ranchería fulana de tal. A pesar del avance del Internet, la gente sigue escuchando radio. ¿Por qué? ¡Simple! La radio tiene una magia especial que la hace “especial” para nuestros corazones.
Recuerdo que cuando tenía dieciséis o diecisiete años ponía el despertador a las cuatro de la madrugada. A esa hora el despertador sonaba con un sonido de mil gallinas cluecas, yo despertaba y programaba el nuevo toque para las seis, por si volvía a quedarme dormido. ¿Por qué despertaba a las cuatro? Porque a esa hora me gustaba escuchar radio, en el silencio de las calles y patios de aquel Comitán ya lejano, yo prendía el radio (un radio de 2 bandas) y sintonizaba Radio Nederland Internacional, que transmitía en español. A mí ese instante me maravillaba. Botado en mi cama, con el arrobo de tres chamarras, en la soledad de mi cuarto, tenía la posibilidad (gracias a esa magia especial de la radio) de trasladarme hasta Holanda. ¿Lo imaginás? Ahí (cosa rara) descubrí la belleza de la pintura de Van Gogh en un programa que hablaba acerca de su obra pictórica. ¿Cómo acercarse a la pintura (arte visual por excelencia) a través de la palabra? Bueno, el reportaje estaba tan bien estructurado, con las palabras precisas que, a las cuatro de la madrugada, yo casi casi como si caminara por el museo veía los cuadros de Vincent y me iluminaba. Esa narración iluminaba todo el cuarto y yo olía el aroma de los trigales y escuchaba el graznido de los cuervos. Escuchaba el rumor de olas de esos maravillosos cielos pintados por Van Gogh. Este prodigio lo lograba ¡la radio!
La otra madrugada, mientras redactaba parte de una nueva novelilla que escribo, oí que Genaro Aguilar, de radio IMER, en el programa “Canciones de mi tierra”, puso un disco de Lucha Villa. La voz grave, con cierto aroma a garganta de fumador empedernido, se oyó. Todo bonito hasta que, como si le hubiese dado un ataque de tzoc, la voz de Lucha se extravió. Ya no se oyó más. ¡Quién sabe qué travesura hizo el duende que siempre está en las cabinas de radio! Genaro entró de inmediato y dijo: “Cómo no, si todavía no se prende bien el boiler”. Fue una salida maravillosa. Un poco para continuar con la magia de aquella persona que creía que adentro de la radio estaba un duendecito. Acá, Genaro nos transmitió la posibilidad de que pensáramos que no era un disco lo que escuchábamos sino que por ahí andaba Lucha y que aún no estaba “calientita”. Hay mañanas en que hace bastante frío en el cielo de Comitán.
Lo que Genaro hizo no es novedad. La radio comiteca (como la radio de cualquier lugar del mundo) tiene mil anécdotas. Romeo Torres cuenta una situación similar que le sucedió a Ricardo Meza, en la antigua XEUI: “Ricardo puso un disco en la tornamesa y anunció: Ahora, con ustedes, Lola Beltrán, con Cucurrucucú Paloma y soltó el disco. Entró el mariachi, pero a la hora que entró la voz de Lola el disco se rayó y se escuchó: Dicen que por las… dicen que por las… dicen que por las…entonces Ricardo dijo: ¿Qué pasó, Lola, se te trabó el justán?”.
La historia de todas las actividades que realiza el hombre debe conservarse. ¿Quiénes fueron los iniciadores y continuadores de la radio en Comitán? ¿Quiénes llenan el espacio con sus voces y su creatividad en la actualidad? ¿Qué programas han hecho historia? Aún está por escribirse la historia de la radio comiteca, así como está por escribirse mil historias de mil oficios y profesiones. El arquitecto Pepe Trujillo, cronista de Comitán, vio la necesidad de investigar la historia de la marimba comiteca, y después de años de estudio nos obsequió un libro que da cuenta cabal de marimberos y marimbistas; doña Tony Carboney abrió sus manos, de manera generosa, y compartió historias de cuando fue niña, de cuando fue joven; Mary Pulido, de igual manera, investigó acerca de la historia de Comitán y la volcó en libros (tiene otro libro muy interesante que habla acerca de las haciendas de la región); doña Lety Román de Becerril, con una gran pasión y con ediciones de autor, muy dignas, de igual manera, aporta parte de la historia de personajes comitecos, así como de la gastronomía local. Hay intentos valiosos y válidos que ayudan a armar el rompecabezas que otorga identidad. ¿Quién escribirá la historia de la radio comiteca? ¿Amín Guillén Flores? ¿Alguno de los conductores de radio que también es connotado periodista?
Mi generación estuvo marcada por la radio, por la mítica XEUI de Comitán. Estoy hecho por lo que oí, para bien o para mal. A medio día existió un programa patrocinado por una empresa de trago. A quien respondía con acierto una pregunta le entregaban una botella de brandi. Muchas veces escuché ese programa y, en un cuaderno, anoté la respuesta a la pregunta. En varias ocasiones atiné. Claro, vos me conocés, no llamé por teléfono a la cabina de radio para dar mi respuesta. Uf, me hubiese dado mucha pena, no saber que había ganado sino escuchar mi nombre por la radio. No soy de esos que llaman para enviar saludos o para pedir canciones. He sido un escucha atento, pero escondido detrás de algún mueble.
La XEUI fue mi maestra en apreciación musical. ¡Joder! Estoy hecho de Toña, la Negra; de Agustín Lara; de música de tríos; y de Carlos Lico. Ni por asomo me formé con jazz, blues o música clásica o algún otro género musical de excelencia. Odio a Leo Dan y vomito a Julio Iglesias, pero, de vez en vez, ¡los escucho! Los escucho porque ellos me ayudan a recordar algunos zaguanes de mi adolescencia.
¿Cómo era escuchar radio en ese tiempo en que sólo la UI existía en Comitán? ¡No había más sopa! Claro estaba la XEW y muchas otras estaciones de radio del mundo. Ya dije que a mí me gustaba escuchar Radio Nederland, pero la mayoría de comitecos escuchaba la radio local y conocía y reconocía a los locutores de ese tiempo inicial. Los nombres de Piquingles, de Saborío, de Jorge Gordillo, Tavo Meza, Hermilo Vives, Roberto Gordillo y más, muchos más, fueron referente para nuestra educación.
Escuchar la radio en ese tiempo era como ir al cine Comitán o Montebello. ¡Ay, dichosos estos tiempos en que entrás al Internet y buscás la programación de Cinépolis! Ahora, cuando menos, existen varias opciones de películas. ¿Vas a ver “Cantinflas” o “Amor de mis amores” o “El caballero del zodiaco” o “En el tornado” o alguna otra? Vas a La Plaza, bobeás tantito en los locales, comprás tus palomitas y refresco y, en la taquilla, elegís la película que querés ver. Antes no había más opción. En el Cine Comitán exhibían las películas mexicanas y en el Cine Montebello las películas extranjeras, norteamericanas en su mayoría. Esa era nuestra única posibilidad de elección: o entrabas a un cine o a otro, pero te chutabas lo que estaba programado. Íbamos al cine sin saber bien a bien qué íbamos a ver, íbamos al cine porque amábamos ese mundo. Bueno, pues con la radio sucedía algo similar. No había más que una posibilidad. Oíamos la radio porque, también, amábamos ese mundo donde todo era como más simple. Era tanta la novedad de la radio en ese tiempo que la gente llegaba a la XEUI y se pegaba contra el vidrio donde estaba la cabina de transmisión para ver cómo era ese mundo de aparatejos que lograba la maravilla de enviar sus ondas hertzianas a medio mundo de acá.
A veces no reflexionamos en el prodigo del instante. ¿Quién se pone a reflexionar en el milagro que ocurre cada vez que prendemos la luz del cuarto o encendemos la tele o la radio? Llegamos, tomamos el control remoto (chunche de estos tiempos) y con un ligero clic hacemos el prodigio de escuchar las voces de los locutores que están quién sabe dónde. Hay estaciones de radio que trasmiten las veinticuatro horas del día.
A mí me maravillan los hombres y mujeres que ejercen este oficio. No hay día de Dios que no laboren. No importa que sea Día de la Madre o Nochebuena o inicio de año. La radio es una compañera fiel y permanente, es como nuestra mascota más preciada, como un chucho que siempre está recostado al lado de tus pies. Y posee la hermosa capacidad de que cuando ya te hartó agarrás de nuevo el control y ¡adiós!
Porque, hay que decirlo, a veces necesitamos hacer una pausa en medio de tanto barullo y escuchar el silencio. A veces hay que invocar al silencio para que, como pájaro sobre rama, se instale en nuestro corazón. Hay ocasiones en que debemos encender el radio interior, ese radio que alberga el duende llamado conciencia.
Hay gente que no puede vivir sin la radio. A veces camino por calles y escucho cómo en muchas casas está prendida la radio. Mientras las señoras lavan o preparan la comida y los muchachos hacen la tarea en la mesa del comedor ¡la radio suena!
Los traileros se acompañan con la radio. A mitad de la noche, mientras recorren por las supercarreteras (hablo de estados del Norte) y hacen el intercambio de luces de altas a bajas, escuchan la radio.

Posdata: ahora hay muchas opciones de escuchar radio local en Comitán. ¡Hay estaciones católicas, cristianas y más! Podrás pensar que soy un malinchista, pero a mí me sigue gustando Radio Nederland. No puedo evitarlo. Me despertaba a las cuatro de la madrugada para oírla, cuando tenía dieciséis años. ¡De eso estoy hecho!
El otro día, la tía Rosita comentó, muy alarmada: “¿Supiste que se murió Alfonso? ¡Ay, Dios, yo no me enteré, es que ahora ya no ponemos la radio!”. Y es que antes todo mundo, al oír la radio, se enteraba de quién había fallecido. Eran otros tiempos, era un Comitán más pequeño. Este comentario de mi tía pareciera augurar el fin de la radio, pero, ya lo comenté, los expertos dicen que la radio sigue siendo uno de los más importantes medios de comunicación y así seguirá por los siglos de los siglos. Marconi estaría muy satisfecho al ver que su invento sigue vigente.
Don Romeo Torres Ventura también cuenta algunas anécdotas graciosas acerca de los mensajes que la gente acostumbraba mandar en los años sesenta. La radio es un medio de comunicación muy importante en el sector rural. En comunidades aisladas, con caminos de difícil acceso, el radio es el puente que comunica. Cuenta don Romeo: “La gente redactaba sus mensajes y exigía que los leyéramos tal como ellos los ponían, sin modificarle una coma. >Comunicamos a la familia López Aguilar, de la ranchería Ajayash, de este municipio, que papá salió perfectamente bien de la operación. Únicamente les suplicamos que tengan la casa limpia, que compren mucho pan, trago, flores y se vistan de negro. Al rato llegamos<. Otro decía: >Suplicamos al señor Ricardo López, del ejido San Francisco, saque sus huevos a la carretera, ya que pasará la camioneta a traerlos<.
¿Cómo lo ves? La radio sintetiza nuestra cultura, es fiel reflejo de lo que somos, tanto en quienes participan de manera directa (locutores, programadores, productores y demás vainas) como en quienes escuchan y completan el circuito de la comunicación. ¿Qué podés decir de ese anuncio genial que ahora se escucha en radio IMER? Ese que habla de “Los nuevos espantos del Chiapas de hoy”, donde una mujer grita: “¡Ay, mis lagos, ay, mis lagos!”. A nivel local dicho mensaje ha sido muy exitoso, casi tan exitoso como fue aquella campaña del IFE (ahora INE) que invitaba a tomarse la foto para la credencial: “Pero te peinas, cuñado”.
Nos hace falta documentar la historia de la radio y de todos los grandes comunicadores comitecos. Dicho libro sería un homenaje permanente para los hombres y mujeres de la radio y un homenaje para el pueblo de Comitán. La radio es nuestra y nosotros somos ¡la radio!