lunes, 29 de septiembre de 2014

LECTURA DE UNA FOTOGRAFÍA DONDE EL TIEMPO JUEGA CON EL TIEMPO





A veces, Mariana exagera. Ayer dijo que si me gustaba esta pared es porque está desnuda. ¿Cómo explicarle que si me gustan las muchachas desnudas es por mi gusto estético? ¿Cómo explicarle que a mí me seduce el cuerpo femenino porque es un elemento fundamental de la historia de la pintura? Nunca ha creído que cuando veo las nalguitas o pechitos de una bonita es porque busco motivos para la creación artística. “¡Ja, artista, un caliente es lo que sos!”. Dice que soy un farsante, que busco pretextos para justificar mi lascivia. Así lo dice. ¡Lascivia, Dios mío, qué palabra! Voy y busco en el diccionario: “Lascivia: deseo excesivo, apetito de una cosa, sexual, sobre todo”. Padre Eterno.
Si en mi mirada siempre estuviera posada la lascivia no vería estas placas de rayos equis, vería a las paredes bien llenitas, refinadas, con repello terso y sublime. Pero, entiendo lo que Mariana dice. Esta pared pareciera desnuda, porque ha perdido parte de su vestido y ha dejado al descubierto el corazón de su estructura. Es una pared sin afeites, generosa se muestra abierta para que los estudiantes de arquitectura la revisen una y otra vez. Quién sabe cuántos años tiene. Se ve vieja, si el lector observa con atención verá que en el techo tiene algunas maderas podridas.
Me quedé mucho tiempo frente a esta pared porque me sedujo su armado. Quiero pensar que el constructor colocó los polines verticales y luego “los amarró” con un transversal superior. (¿Así fue, arquitecto Álvarez?)
Luego, llenó cada hueco. Lo llenó con piedras, perfectamente bien colocadas. El constructor no lo supo (estoy seguro que ya murió), pero tuvo una gran cercanía con aquellos constructores de Machu-Picchu, donde (cuentan) no es posible insertar una navaja de rasurar entre las ranuras.
Y más tarde colocó esas varas transversales que completan el tejido.
Me detuve mucho tiempo porque no pude entender cómo esas varas delgadas y, por ende, endebles logran “detener” el muro de piedra. ¿Cuál es su función?
Me detuve mucho tiempo porque traté de hallar el símil de esta construcción en el Universo. Sin duda que alrededor de la Vía Láctea hay algo que es como estas varas simples y que, sin embargo, hacen que el Universo no se “caiga”.
Ya, al final, el constructor, usó el repello para dejar “bonita” la pared.
Mariana tiene razón, a mí me gusta el resultado final en la piel de las muchachas bonitas. Me gusta cómo el Universo logra el milagro de ese repello salpicado con gotas de luz.
A veces, Mariana exagera. Cree que cuando pretendo hacer mi lectura del mundo soy como aquel hombre que cuenta el maestro Julio. Dice el maestro que un hombre llegó con un sicólogo y éste le hizo el test con las manchas de tinta. El hombre relacionó las diez láminas con los pechos de la mujer. Cuando el sicólogo le mostraba una, el hombre la veía y contestaba: “pechos de mujer” y ponía una cara de perro agradecido. Cuando el sicólogo le mostró un par de manzanas, el hombre no dudó. Entonces el sicólogo le mostró un par de limpiaparabrisas y el hombre paró la trompita y comenzó a dar besos en el aire, ahora a la izquierda, ahora a la derecha, como si fuese un limpiaparabrisas en función y él besara un par de pechitos.
En cualquier calle aparece el asombro. A veces es una pared desnuda, a veces es una muchacha con el pantalón y la blusa ajustadísimos. Que la vida bendiga tal prodigio. Todo es para el goce estético. ¿Verdad, Mariana? ¿Verdad que sí?