sábado, 6 de septiembre de 2014

CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA DE AYFONS, DE AYPADS Y DE IBUKS





Querida Mariana: el futuro nos rebasa por la derecha. Nací en 1957. Tengo 57 años de edad. El otro día asistí a un desayuno celebratorio por cuarenta años de haber egresado de la preparatoria. Todos mis compañeros de generación tienen cincuenta y siete años o más. En la mesa pregunté si alguien había vislumbrado el futuro. ¿Alguien imaginó la maravilla del Internet? ¡No! ¡Nadie! Pero el futuro nos queda debiendo, porque muchos sí imaginaron que a estas alturas el mundo iba a tener carros voladores y que podríamos viajar al espacio, con la misma tranquilidad con que viajamos a Chacaljocom. Las caricaturas de los Supersónicos y (el supuesto) viaje a la luna que hicieron los norteamericanos en 1969 nos dio elementos para pensar que en el siglo XXI viajaríamos a Marte como si fuésemos a Uninajab. Y resulta que en este 2014 no hay carros voladores y los viajes espaciales son una mera utopía. Pero, en cambio, el futuro nos obsequió este presente maravilloso de teléfonos celulares y de tabletas electrónicas con Internet incluido.
En prepa fui un alumno menos que regular, mis calificaciones eran de seis o siete (reprobé matemáticas), pero, en compensación para mi espíritu, ya era un lector voraz de cuentos y de novelas, me gustaba dibujar y ya escribía pequeños cuentitos. (La única materia que me gustaba y a la cual ponía atención era Ejercicios Lexicológicos, que impartía el recordado Maestro Rey Avendaño.) Nunca imaginé cómo sería el libro del futuro; nunca imaginé algo semejante a la maravilla que hoy significan los libros electrónicos y no lo hice porque el libro, desde la época de Gutenberg, tuvo pocas variaciones. Hoy, las personas seguimos disfrutando los libros impresos en papel, algunos más bellos que otros, pero todos con la misma vocación democrática de hacer accesible el conocimiento a todo aquel que lo desee y sepa leer. Los libros son los más eficaces sembradores del árbol que se llama imaginación y, se sabe, el futuro se construye a través de imaginar posibilidades. Estas maravillas tecnológicas que hoy vivimos tuvieron su origen en la mente de alguien que las imaginó. A pesar de que muchos futurólogos advierten que el libro en papel desaparecerá en próximos años, muchos otros creen que el libro en papel seguirá existiendo por los siglos de los siglos, al lado de los e-books.
Hoy, medio mundo tiene acceso a las redes sociales. Medio mundo puede externar sus opiniones, subir fotografías y videos que son vistos en cualquier parte del mundo, casi casi al instante. Los novios se envían besitos y medio mundo se entera de sus desavenencias y de sus cachonderías. Se llega a excesos. He visto muros en el Facebook donde una muchacha le dice a su novio que lo desea. ¡Por el amor de Dios! Cualquiera pensaría que estas intimidades las deberían decir por “inbox”, pero ¡no!, les encanta compartirlo con todos, como si aplicaran aquello de que “si lo sabe Dios ¡que lo sepa el mundo!”. Medio mundo puede “bajar” fotos de los otros. El otro día “bajé” a mi computadora una fotografía que tomó Gonz Gurguha, a quien conocí como caricaturista. La foto casi casi es perfecta. Se ve a una muchacha bonita que apoya su cabeza sobre el descansabrazos de un sofá de piel, lo hace con los pechos y el pubis sobre el sofá. Ella tiene levantadas las piernas y los pies cruzados. La cruz de las palmas de sus pies está casi a diez centímetros de su trasero. Tiene puesta una playera y lleva una pantaleta que, se nota, jaló para dejar visibles sus nalgas. Ella duerme o simula que duerme. La imagen es una mezcla de ternura y deseo. ¿Acaso el germen de la pasión no es esto? La lectura que puede hacerse de esta fotografía es múltiple. Si vos pudieras ver el rostro de agua limpia de la muchacha bonita (apenas un poco mayor de veinte años) coincidirías conmigo en que es la imagen de una niña que sueña con un bordado de nubes. “Bajé” la fotografía y la tengo en mi computadora. A veces, abro la carpeta y veo la foto. Nunca, en mi adolescencia, pensé que iba a tener esta posibilidad. Gurguha subió la fotografía para compartir. Si alguien publicara la fotografía en una revista, por ejemplo, sin autorización del autor, probablemente el fotógrafo pudiera reclamar derechos de autor, pero ¿qué puede decir ante un comportamiento como el mío? La bella durmiente tampoco sabe que conservo su imagen en mi computadora. ¿Cómo se llama ella? ¿Cuáles son sus deseos? ¿Sus pasos a donde los encamina? En la fotografía nada puede saberse de ella. Ella “duerme” y mientras duerme despierta y alerta los sentidos de los otros. Por esto la “bajé” en mi computadora, para agradecerle que, sin pensar en mí, es como un cauce para mis aguas.
Todo esto lo cuento porque los viejos no teníamos ni la más remota idea de que estos chunches electrónicos nos acercarían el mundo. Nosotros, en ese tiempo, vivimos en una isla, para conocer el mundo debimos salir de Comitán.
Sabés que vivo emocionado por estos tiempos del Internet. ¡Cómo no! Hubo un tiempo en que enviaba caricaturas a “Revista de Revistas”, el semanario del periódico Excélsior. Uy, el envío era por correo certificado, tardaba no sé cuántos días en llegar. Hoy, si enviara esta carta a un periódico de Francia, lo haría por correo electrónico o por Facebook y llegaría en menos que canta un gallo. Gracias a una invitación de la periodista Sandra de los Santos colaboro con “Chiapas Paralelo”, el portal cibernético más importante del estado. Escribo mi columna, la envío y dos minutos después recibo un correo de confirmación. Y esto de los dos minutos es porque Sandrita, sin duda, toma un sorbo de café, le da una vueltita a mi colaboración y ya luego me manda un abrazo. ¡Todo es instantáneo!
¿Qué habría pasado si los muchachos de aquel tiempo hubiésemos tenido estos chunches electrónicos maravillosos? Tal vez la pregunta importante no es qué hubiese pasado sino preguntarse qué nos depara el futuro. Lo importante es saber cómo, los chavos de hoy, los preparatorianos, advierten el porvenir. Y esto lo digo porque en las manos y mentes de los muchachos está el barro de lo que el mundo será en el 2040. Marirrós Bonifaz, Directora de IMPLAN, diseña cómo será el Comitán dentro de treinta años. Ya entendimos que no podemos improvisar. De igual manera, la tecnología comienza a definirse. Cuando leo que existen impresoras de tres dimensiones me quedo con el ojo cuadrado. Me cuesta trabajo entender el proceso. El otro día vi un video donde un diseñador dibujó una torre en la computadora, mandó a impresión y, como acto de magia, la torre apareció sobre el escritorio (no sé con qué material). Pienso (sólo pienso) en que si esto puede ser el principio de la posibilidad de la teletransportación. Pienso en un pan compuesto. ¿Podrá un comiteco radicado en París “imprimir” un pan compuesto, en el futuro? ¿Suena muy loco? Sí, pero si alguien me hubiese dicho, hace veinte años, que podría imprimir en mi casa chunches en tercera dimensión habría dicho que ese alguien estaba loco. Y hoy eso es posible. Digo que mi mente no alcanza a comprender todo lo que estos avances significan. Un amigo me dice que algún día podrán “hacer” corazones para implantes. ¡Dios mío, qué maravilla! Y todo este mundo increíble lo diseñaban las mentes brillantes de aquellos tiempos. Mientras yo, bachiller en Comitán, jugaba billar en “Nevelandia”; tomaba trago en “El Apolo”; fumaba en el parque central; reprobaba matemáticas, con el maestro Hermilo; compraba libros en la “Proveedora Cultural”; caminaba por el rumbo de “La primavera”; leía el libro de cuentos “Los muchachos”, de Ana María Matute, en la inolvidable colección de libros de Biblioteca Básica Salvat; y cenaba un hueso en la cenaduría de tío Jul, mentes universitarias diseñaban el futuro, advertían la posibilidad de miniaturizar los chunches electrónicos y, así como nosotros jugábamos con las botellas de cerveza, ellos jugaban con chips. Ahora, ya el otro día vino a decirnos el doctor Joel Villatoro Bernardo que el gran chunche actual es la fibra óptica. El prodigio de las telecomunicaciones actuales es posible gracias a esos cables que son tan delgados como un cabello.
El mundo ha cambiado. Mi mundo, como el de millones de seres en el mundo, ha cambiado. La tecnología actual es sorprendente, pero el mundo nos queda debiendo, sobre todo en lugares como Chiapas. A pesar de tanto avance existe mucho retraso. Parece que el futuro nos rebasa por la derecha, pero lo sigue haciendo en un carro viejo, sobre todo en las comunidades rurales. Ahí el futuro sigue siendo el pasado. Casi nada ha cambiado. En comunidades alejadas, sus habitantes siguen viviendo en inicios del siglo XX. Nadie les dijo que ya estamos en el siglo del Internet y de la fibra óptica.
A veces, en la madrugada, despierto y trato de oír los ruidos del exterior. El que no falla es el perro que habita en la casa del vecino, ladra, ladra con un ladrido como si tuviese enfisema, ladra con tristeza. En cuanto el perro calla el silencio vuelve a caminar, casi nada escucho. Sólo, de vez en vez, se escucha el rechinido de llantas de algún auto conducido por un muchacho pasado de copas. Si alguien me dijese que estoy viviendo en el año 1974 ¡lo creería!, los sonidos del exterior han cambiado muy poco. Tal vez uno de los sonidos que en el 74 no era cosa de todos los días era el sonido de las ambulancias. Ahora, en pleno 2014, el lago del silencio es interrumpido por el ladrido de esa jauría que advierte de alguna tragedia, de algún atropellado o de alguien que, en la madrugada, sufrió un paro cardiaco. Pero cuando el día avanza me meto más y más en el día real y no puedo evitar pensar que vivo ya en el segundo decenio del siglo XXI.
¿Cómo será el mundo del 2050? Por desgracia sí lo sé y ¡no lo sé! Aun cuando suena a discurso barato el mundo seguirá siendo el mismo mundo miserable, en las comunidades rurales los niños seguirán desnutridos y, salvo algunos casos excepcionales, tendrán muy pocas posibilidades de desarrollo intelectual. El mundo seguirá siendo la misma mierda que ha sido siempre. Pero, en compensación, la tecnología seguirá brindando sorpresas. No puedo imaginar cómo serán las telecomunicaciones. No sé si alguien, en alguna ciudad de China podrá “imaginar” un pan compuesto y, como por arte de magia, lo tendrá en su mesa. ¿Es una pendejada lo que digo? Como decía Capulina: no lo sé, puede ser, a lo mejor, tal vez, quién sabe. Insisto, mi niña de todos los siglos, si alguien, en los años de la prepa, nos hubiese dicho que en lugar de entrar a esa bodega de libros húmedos que funcionaba como biblioteca podríamos tener un lector de libros electrónicos en nuestra mano con capacidad para “almacenar” ¡cinco mil libros!, no lo hubiésemos creído, hubiésemos pensado que quien nos lo decía se las “tronaba”. ¡Mentes brillantes! ¡Mentes “tronadoras” son las que se atreven a imaginar el futuro con todas sus posibilidades! En la película “Lucy” un científico dice algo que sabe todo mundo: el ser humano apenas emplea el diez por ciento de su capacidad neuronal. Somos tan primitivos y, sin embargo, los genios han logrado prodigios como el Internet o como los teléfonos celulares que son una maravilla. Si en este país los celulares funcionan de manera tan jodida ya no es culpa de la tecnología sino del voraz y desmedido afán de enriquecimiento del famoso Carlos Slim. Ya lo decía al principio: el futuro llega con pies de plomo en algunas partes, en México apenas estamos saliendo de los primeros años del siglo XX. ¿Chiapas? ¡Ay, mi prenda! Basta ir a cualquiera de las comunidades indígenas de la Selva para darse una idea de cómo el pasado sigue botado en un petate sin dar muestras de querer levantarse.
Los libros dieron un salto espectacular. Los libros electrónicos son la gran revelación. No obstante ¡los libros siguen iguales! El televisor en blanco y negro que mi mamá compró en 1970 lo tiramos un día, por obsoleto; un día de éstos se dará el “apagón analógico” y todo mundo tirará a la basura las teles que durante tanto tiempo llenaron de lágrimas y sonrisas a las telespectadoras del país. Pero, los libros, gracias a Dios no sufren “apagón” alguno. Los mismos libros que tuve en 1974 siguen llenando de luz, de gracia, de emoción y de pasión mis instantes de hoy. ¡Y así seguirá siendo! No tiene porqué ser de manera diferente. Mis compañeros de prepa (ya lo dije) no imaginaron el futuro tecnológico, ellos hicieron algo más (aunque suene medio mamila) imaginaron un mundo más justo. Un poco como si dijeran que todo vale sombrilla si el desarrollo tecnológico no trae aparejado el desarrollo de una sociedad más justa. A veces veo en sus rostros algo como una brizna de frustración. No lograron completar todos sus sueños. El mundo, sobre todo en Chiapas, sigue siendo un espíritu en suspenso. Lo único bello de este presente es la posibilidad de “bajar” muchachas bonitas como las que Gurguha “sube”. Mientras el perro ladra, mientras el viento levanta las hojas secas del parque de Comitán, yo, tomando un sorbo de té de limón, abro la carpeta y miro la fotografía donde la muchacha duerme. Es mi privilegio verla. Apenas respiro. No deseo despertarla. La fotografía casi casi es perfecta, ella, la bella durmiente, también casi es perfecta.