viernes, 26 de septiembre de 2014

LECTURA DE UNA FOTOGRAFÍA DONDE EL TIEMPO ES UNA LÍNEA DORADA





Los elementos son muy sencillos: una marimba, un telón negro de fondo y dos marimbistas. A veces, la vida es el gran telón, no siempre el telón es negro, al contrario el telón de fondo de la vida tiene múltiples colores. La abuela Esperanza repetía lo que mucha gente dice a diario: todo depende del cristal con que se mira. En realidad, no es el cristal el que dice el color de la realidad. Puedo ponerme un cristal amarillo y todo lo veré de ese color, pero la realidad no será amarilla. Lo importante no es el cristal, lo importante es el telón de fondo, y el telón de fondo tiene, al estilo del arcoíris, miles de tonalidades. ¿Cuál es la tonalidad verdadera de esta fotografía? No es el color del telón de fondo, por supuesto que no. El verdadero color de esta fotografía tampoco es el blanco de las camisas o el color caramelo de la marimba (con sus hermosas grecas), ni tampoco el color del cabello de las cabezas de ambos marimbistas (ya muy escaso en la cabeza de reflector del marimbista mayor). ¡No! El color más importante de esta fotografía es esa línea dorada que va, como vaso comunicante, de una orilla a la otra. El viejo marimbista toca una tecla, lo hace con gran delicadeza. ¿Cuánto tiempo lleva tocando marimba? ¿En cuántos cumpleaños comitecos tocó? ¿Cuántas noches heladas para llevar serenata a alguna muchacha bonita? ¿En cuántos grupos marimbísticos participó?
¿Y el niño? ¿Qué piensa este cenzontle pequeño? ¿Qué alpiste alimenta su espíritu musical?
Lo importante de esta fotografía es esa luz maravillosa que es como un puente de hamaca. Lo bello de esta imagen es ese canto de cenzontle que se llama tradición. El viejo marimbista (no lo sabe bien) algo transmite al pequeño ejecutante. ¿Ya vieron la cara del niño? ¿Ven cómo observa con gran atención lo que el maestro realiza? ¿Qué piensa el niño? Dentro de treinta años o más sabrá que el cruce de este puente fue el cruce más maravilloso que hombre alguno realizó jamás. Esto es como cruzar esos puentes de madera sobre los vacíos que se dan entre una y otra montaña en algún macizo irregular. ¿Han visto esos puentes casi endebles que aparecen en las cimas del Himalaya? La gente los cruza con gran certeza, a pesar de la fragilidad de sus cuerdas; lo hace así porque está cogido de la mano de la esperanza. Lo mismo sucede con este niño, toca con gran emoción porque sabe que ahí, a su lado está el viejo maestro que, sin saberlo, sin proponérselo, lo lleva de la mano, de igual manera que el flautista guía a las ovejas a la hora de pastar.
Lo importante de la fotografía no es el instrumento (valioso en sí), ni el color del fondo. Lo importante es el movimiento que realiza el viejo maestro, movimiento que es como el infinito salto que da la niña cada vez que salta la cuerda o que brinca sobre la casilla de la rayuela o que mueve sus manos para dar la orden al control del videojuego.
¡Acá está la tradición! El viejo maestro que larga la cuerda del conocimiento. Todos los años de sacrificio y gozo que el viejo empleó para tocar la marimba tienen su justificación en este instante. Todas las “tocadas” en calles, patios llenos de juncia y en funerales, fueron el preludio para llegar a este instante en que el niño tiuca mira cómo se toca la marimba. Algún día, el niño cenzontle, ya viejo, hará lo mismo que ahora hace el maestro. Gracias a este puente de luz es que la cultura se preserva. Todo lo demás es pura pachanga, puro cuaderno sin espiral, puro lente sin cristal.
¡Acá está la vida! ¡Larga vida al acá!