miércoles, 5 de noviembre de 2014
LECTURA DE UNA FOTOGRAFÍA DEL INSTANTE EN QUE TODO ESTÁ POR DESCUBRIRSE
¿Ya vieron el rostro del niño? ¿No lo alcanzan a ver? ¡Hagan el intento, por favor! Vean su carita, llena de luz, llena de horizontes donde el sol nunca se oculta. Si consideran que es difícil, porque (es obvio) el niño da la espalda a la cámara, al ojo, entonces vean la forma en que está parado. ¿Tiene las manos en las bolsas? Tal vez sí. Está en un extremo del escenario y ve, con atención, casi con pasión, los instrumentos que están al fondo. El niño es casi un bebé, un pichito. En Tuxtla llaman pich al niño que apenas está saliendo del cascarón; en Comitán le llamamos pichito. Emmanuel es un pichito, hace poco cumplió un año, hace poco dejó de gatear. Apenas ayer comenzó a caminar. Ahora ¡el mundo se le hace pequeño, apenas un escenario por donde volar!
Esa noche, Emanuelito (quién sabe cómo) apareció en el escenario. Fue antes de que el grupo musical hiciera un homenaje a Los Beatles. Por eso, los instrumentos aún están en el piso. Sólo la batería está ya en el lugar que le corresponde. Las guitarras aún duermen. Por esto, la cara de Emmanuel es de asombro. Ha de pensar: “Tan grandotas y aún gatean”. Porque el pichito, ya se dijo, camina. A partir de ahora su vocación será el camino. Así como la vocación de los pájaros ¡es volar!, la vocación de Emmanuelito será la de hurgar por todos los caminos del mundo y más allá.
¿Qué piensa un pichito que está en un escenario teatral? Muchos bebés del mundo han estado en el mismo lugar. Los hijos de artistas, las criaturas de trashumantes, crecen en escenarios donde los reflectores cancelan la sombra. Esos niños crecen acostumbrados a escuchar diálogos escritos por Shakespeare (¡nadita!); se alimentan de palabras, de gestos y de silencios de Ibsen. Estos pichitos crecen bajo el amparo del arte más completo. Ahí, en el escenario, noche a noche, se representa la vida. ¿Cómo este prodigio es posible? ¿Cómo en un vaso de agua cabe tanto mar?
Emmanuelito está en el escenario, está él solo, tal vez como una metáfora de lo que el destino reserva a todos los humanos. Pero él está ahí porque proviene de un árbol de grandes artistas. Su “mushuc” está enredado en cuerdas de guitarra, de piano y cuerdas vocales. Este pichito ve hacia el horizonte, donde, tampoco es cuestión de negar la vida, hay un telón oscuro. Por encima de esa oscuridad (que se hace cuando el reflector deja de brillar) está un grupo de instrumentos que está destinado a cantar la vida, de igual forma que lo hacen los chinchibules y las tiucas. Ahí el tambor de siempre, el de África, el mismo tam tam que acompaña el corazón del hombre. Ahí, este pichito maravilloso mira que la vida es sencilla. Él es como un colibrí con cuerdas de cenzontle, él es un ángel de esos que se descuelgan, gozosos, desde lo alto de la Capilla Sixtina.
El nombre de Emmanuel significa: “Dios con nosotros” ¿Hay que agregar algo más a esta nube?