viernes, 28 de noviembre de 2014

POR QUIENES TIENEN FRÍO





A veces divido el mundo en dos. Ayer lo dividí en: mujeres que son como la caña castilla y mujeres que son como el frío de madrugada.
La mujer frío de madrugada se cree la última nieve de la cima del Everest. Quienes no la conocen piensan que es la mujer más frígida del mundo y sólo la invitan para que se meta en el Martini y en el mojito de las fiestas del Caribe.
Se equivocan quienes piensan así. En primer lugar, la mujer frío de madrugada no es única, abunda en las regiones más insospechadas, incluso a la orilla de una playa se le encuentra en bikini; y, en segundo lugar, ella es la que provoca los deseos más encendidos y cachondos.
El lector inteligente ya apreció la ventaja de este tipo de mujer. Como es helada igual a la hoja de un cuchillo hace que el cuerpo del amado compense su temperatura.
¿Qué hacen las personas cuando se asoma un frente frío? Buscan una frazada, encienden la chimenea, ponen a calentar un chocolate con leche. En síntesis, el “enfriado” busca el calor que compense lo desagradable del hielo. Ésta es la reacción que provoca la mujer frío de madrugada cuando entra al corazón de un hombre. Éste busca la brasa que caliente su cuerpo y su espíritu y es en el corazón de esta mujer donde crece el colibrí más ardiente.
Esta clase de mujer abunda en las plazas de todo el mundo; quienes usan burkas también suelen ser mujeres frío de madrugada. En el instante en que, a las dos de la mañana, después del trabajo o al regreso del ritual religioso o de la fiesta, se quitan, poco a poco, el velo, la mujer tiene el brillo del sol que refleja en el hielo. Algo como rocío alimenta su piel, algo como escarcha pide a gritos que su amado acaricie cada pliegue de su horizonte.
La mujer frío de madrugada es como una ladera Suiza que alienta aludes, que propicia fogatas. Ella es como un té de limón, bien caliente, casi brasa, casi bufanda tejida por manos mágicas.
No hay vaso que la contenga, todo es como el aire, como un banderín en la punta de la montaña, donde el aire fluye como si fuese la luz del amanecer.
Basta una mano para detener el árbol que es como un oso polar a mitad de la noche.
Cuando está recostada y duerme, sueña que abre los ojos y ve la ventana llena de escarcha, se levanta y, con un dedo, a manera de parabrisas, limpia la cara del cristal, lo hace como si limpiara el culito de un crío, como si limpiara la nube que interrumpe la sábana azul del cielo.
Ella juega a pasar sus manos sobre el rostro del amado (¡ay, qué helado!), juega a tomar el miembro de su amado (¡uy, qué sobado!).
Cuando toca el piano, ella se convierte en la mano de Dios que se mueve de un lado para otro para dar vida, porque (todo mundo lo sabe) la vida se preserva en el hielo, es en el glaciar donde se encuentra concentrada la esperanza del futuro.
La mujer frío de madrugada es como un fiordo, como un lago donde la vida no está en la superficie sino en el interior, en la placenta.
Bendita la mujer que es como el frío de madrugada, porque ella es la que le recuerda al hombre que es bueno el calor que seduce al frío.
A veces divido el mundo en dos. Mañana lo dividiré en: mujeres que son como las manos que hacen el nudo y mujeres que son como el cristal que se sueña aire congelado.