miércoles, 12 de noviembre de 2014

MATARILE RILE RO





“Círculo” propone un juego: “¿Qué nombre le pondrías a esta foto?” Se trata de nombrar, como si el mundo estuviera como en El principio y nada tuviese nombre. Se trata de hacer una lectura y luego ponerle un nombre, sin más justificación que el atrevimiento de ver. “Círculo” nos recuerda que todo (en verdad) está por nombrarse. La gente camina por la banqueta y ve y recuerda. Todo lo que vemos ¡ya tiene nombre!, por esto pasamos sin detenernos. La mesa siempre se ha llamado mesa y el pan (que aparece sobre la mesa) se llama pan. Asimismo, la mano que se ahueca como nido de pájaro sin huevos, sin plumas, sin hojas, se llama mano de mendigo. Todo ya está nombrado, en apariencia. “Círculo”, un poco en consonancia con Cortázar, cree que no debemos aceptar lo ya dado. En medio del juego nos plantea más interrogantes: ¿Sirve de algo poner nombres a las fotos? ¿Sirve de algo renombrar al mundo, borrar lo que nos han dado? Todo mundo sabe que lo que se ve en esta foto es una sombra (uno no sabe bien a bien cuál es la sombra más importante, no sabe si lo que cuenta es la sombra del torso de un hombre o la sombra que se mete en cada baldosa o la sombra de alguien que parece ser una mujer? Parece que el único punto de luz es la mano, la mano que se ahueca como un nido de pájaros, el nido que no tiene crías con los picos abiertos, que no tiene pedazos de ramas o hilos de hierba seca. ¿Cómo se hace un nido? ¿De verdad esa mano que se ahueca es la mano de un pordiosero que pide una moneda o es un nido donde la luz engendra? Porque, todo mundo puede verlo, ese hueco está lleno de luz. Todo lo demás es sombra, una sombra que tiene el mismo rostro de un cielo lleno de smog, de un camino enlodado. ¿Ya vieron cómo la sombra más nítida es la del busto del hombre? Es tan evidente que uno puede completar la imagen, uno puede colocar el resto del cuerpo; uno puede imaginar que el resto se curva hacia adelante, hacia donde está el espectador de esa foto, y el resto, lo sabemos, también es pura sombra, porque sólo sombra somos los seres humanos, sombra alrededor de esos cuencos de luz. Si algo nos salva de la miseria y de la fragilidad son esas manos que tienen la posibilidad de formar un nido para decirnos que ahí, en medio del aire está la vida. La mujer con el paliacate también es una sombra, sombra son sus ojos, sus pies que apenas, como ratones, salen de su madriguera.
El juego propuesto es sencillo, tan sencillo como inventar una palabra o buscar diez ya inventadas y unirlas en un enlace insólito, porque nada vale si usamos las mismas naranjas que siempre han hecho el jugo de nuestra cotidianidad. ¿Qué nombre ponerle a esta foto? ¿La podemos llamar “Todos los juegos que usan la pelota del árbol”? ¿La podemos nombrar como “El río que se tiende en busca del papalote”? ¿Podemos llamarlo Castrodienarto, en donde esta palabra significa: “Sombra que no resiste la luz que abre el pico”? ¿Podemos nosotros, también, cambiar nuestro nombre y rebautizar cada una de nuestras partes corpóreas? ¿Podemos llamar Insos a nuestra mano triste y limitada que no aprendió jamás a ser como esta mano que es como un nido de luz? ¿Podemos llamarnos Urbest o Silerts? ¿De qué sirve poner nombre a una foto? ¿De qué sirve rebautizarnos como si todo fuera como en El principio? ¿Ayuda en algo leer, con ojos nuevos, la misma mierda del mundo?