sábado, 28 de marzo de 2015

CARTA A MARIANA, DONDE APARECE JAMES BOND



Querida Mariana: la tía Ansiedad insistía en ir a ver a Bond. Se enteró por medio de la televisión que James Bond estaría en el Centro Histórico. Jaime (su hijo mayor) le dijo que no hablaban del Centro Histórico de Comitán sino del de la Ciudad de México. Pero ¡hacele entender! No dio vuelta. No entendió que la manifestación frente a palacio municipal era reclamo de una organización. “¡No, no! -dijo- D’echo que son los extras”.
Vos sabés que la tía Ansiedad tiene tres hijos: Jaime, Bonda y Martín. Pero, estoy seguro, no sabés porqué se llaman así. Muy fácil. La tía es fanática de James Bond. ¿Mirás? Jaime, por James; Bonda, por Bond; y Martín, por Martini, que es la bebida favorita del investigador inglés.
La tía cree, desde siempre, que no hay personas en el mundo más inteligentes que los ingleses, porque James es inglés.
Desde niña se aficionó a leer libros de Bond y a chutarse todas las películas. En su casa puso un timbre adentro de un zapato. Así que cuando llegás a su casa y querés tocar el timbre, debés tomar el zapato, levantar la suela y tocar el timbre. A mí me encanta platicar con ella. Me pasa a su sala, toca una campanilla y cuando aparece Rosita (la muchacha que le ayuda en el servicio), ella sube sus manos y palmea dos veces. Ello indica que es hora de servir el té. No importa que no sean las cinco de la tarde.
La tía tiene, en su oratorio, una imagen de la Virgen de La Misericordia, cuenta que se la regaló un chapín que venía a venderle perrajes. La imagen está en el centro del altar, la flanquean dos imágenes más: una, la Virgen de Juquila y otra, San Martín de Porres. El otro día, mientras estábamos tomando el té de las “once” de la mañana, me dijo que la acompañara. Fuimos primero a la cocina y le pidió a Rosita el trasto donde había puesto agua a hervir y la tomó con dos servilletas de tela gruesa. En el altar, en penumbra, apenas iluminado por dos veladoras, la tía colocó la olla con el agua sobre un mechero y esperó a que el agua llenara de vapor la estancia. Cuando salimos me explicó que la Virgen de La Misericordia toma un color rosado cuando habrá niebla en Comitán. La tía, sobre todo en invierno, le pide a la virgen que le haga el milagro de que aparezca la niebla para que nuestro pueblo parezca Londres.
¿Pero cómo? Nuestro Comitán tiene un clima templado, que es chentería de todos. La página del Facebook que se llama “Arriba el cotz” publicó el otro día algo que es inherente a nuestra idiosincrasia: “Si así está el calor aquí, ¿cómo estará en Tuxtla?”. Pobre la tía, quisiera que nuestro clima fuera como el de Londres, pero no es posible y ¡qué bueno!
Lástima que Bond no venga a Comitán, se sentiría a gusto. A diferencia de mi tía Ansiedad no he visto todas las películas de Bond, pero sí he visto algunas. Reconozco que el interés de mi tía le ha permitido adoptar algunas buenas costumbres. Por ejemplo, que siempre sirva té se me hace un logro. En Comitán la mayoría ofrece café, pero los invitados siempre completan: “pero con pan”. Esta costumbre provoca un cierto grado de obesidad en la población. El papá de Jorge salía a correr todas las tardes, se aventaba como dos o tres kilómetros, en trote. Se vestía con un traje hermético, se forraba el cuerpo con plástico para sudar más. Cuando volvía a la casa, todo sudado y con las mejillas chapeteadas, se sentaba en una poltrona y dos sirvientas le servían una taza de café, bien caliente; entonces todo mundo veía cómo él hacía un supremo esfuerzo para evitar decir lo que decía: “pero con pan”. Las cuatro piezas de pan que comía compensaban con creces los pocos gramos que bajaba con la carrera.
Otro logro de mi tía es ¡la puntualidad! Ah, cómo extrañamos a doña Lolita Albores, quien siempre propugnó porque fuésemos puntuales, porque los actos comenzaran a la hora que estaba señalada. El jueves asistí a un acto programado para las once que comenzó a las once y veinticinco. Fui tolerante y esperé. Lo hice porque deseaba escuchar a dos de los contadores de anécdotas de Comitán: Mónica Baca Castellanos y Raúl Espinosa Mijangos. En este caso valió la espera, porque el acto fue muy jocoso e ilustrativo. Raúl mencionó que cada vez que los jóvenes estudiantes (de la Universidad del Sureste en este caso) revitalizan el lenguaje comiteco nuestra cultura toma bocanadas de oxígeno. Pero ¿y la falta de puntualidad? Más tarde fui al bar 500 noches para presenciar la presentación de un libro de Alejandro Aldana. Ahí sí ya no fui tolerante, porque estaba anunciado para las seis y media de la tarde y comenzó mucho después. Vos sabés, mi niña bonita, que me acuesto temprano, así que calculé que ya no iba a permitirme llegar a tiempo, como dijera Topo Gigio, a “mi camita, a mi camita”. Mi tía Ansiedad se ha contagiado de la puntualidad inglesa y cumple con exquisitez en citas y compromisos.
El otro día me llamó en voz baja y me dijo: “Fijate que a veces pienso que en una vida pasada viví en aquel país”, y me quedó viendo esperando algún comentario. ¿Qué podía decirle? Como vio que hacía silencio, ella agregó: “¿No creés que pueda yo haber sido bisabuela de la reina?”, y volvió a verme en espera de mis palabras. Yo no supe qué decir y dije que a mí también Inglaterra me llamaba la atención. Entonces ella pareció olvidar sus reencarnaciones y me preguntó si yo, igual que ella, usaba papel bond para escribir. Reí, entendí la alusión a su personaje predilecto y recordé el chistorete que Andrés contaba en la primaria. Cuando el papá de Andrés le preguntó, enojado, porqué había sacado siete, él dijo: “Es que usted siempre me compra cuadernos con hojas de papel Bond, el agente 007”. Sé que es un chiste barato, de otros tiempos, pero la tía aún lo saca a relucir, de vez en vez.
¿Qué hilo me une a Inglaterra? ¿Los Beatles? ¿Shakespeare? Tal vez quien nos unió sin que lo quisiéramos o lo pidiéramos fue don Charles Darwin, cuando dijo que descendemos del mono, pues ni cómo hacernos tacuatz, ¡somos mono!
Uno de los hilos es, sin duda, don Carlos Dickens, famoso escritor. Mi papá me regaló un libro donde venía un “Cuento de navidad”, de Charles Dickens. Ah, desde entonces, siempre que es navidad lo releo, rápido, pasando las hojas a la velocidad del colibrí. Lo hago porque muchos dicen que me parezco al famoso personaje del Señor Scrooge, quien es un viejo que no soporta la navidad. Fue uno de los primeros cuentos que leí, de niño, y me emocionó el entorno de aquel espacio que tenía diferencias con el Comitán cotidiano donde yo vivía. Bastaba imaginar las ventanas llenas de escarcha, donde las personas que caminaban por la calle, en medio de la nieve, limpiaban el cristal para ver el interior de las casas, iluminadas con quinqués. En mi Comitán también había quinqué, pero sus ventanas jamás estaban con el vaho de la nieve. Acá la navidad era con clima afectuoso, como si siempre nos cubriera una colcha cálida.
Ya, en los últimos tiempos, mi contacto con Inglaterra fue a través de una novelilla bien bonita, escrita por Silvia Molina: “La mañana debe seguir gris”. Es una novela autobiográfica donde narra cómo conoció al poeta tabasqueño Carlos Becerra, quien andaba por Londres. La protagonista va a aquella ciudad para perfeccionar el inglés y conoce a Carlos. La pareja camina por los pasillos y salas de la Galería Nacional de Arte Británico, la famosísima TATE, y entran a la casa que habitó Charles Dickens. La novelilla cuenta cómo ellos se enamoran. Cuando Carlos se despide de ella para ir a Italia, la chica hace lo imposible para alcanzarlo. Pide dinero a su mamá (quien está en México), dice que es para el boleto de avión, para regresar a su país, pero, en realidad, ella piensa usar el dinero para ir tras el amado. Pero, ¡oh, Dios mío, qué tragedia!, en la embajada le informan que el famoso poeta tabasqueño falleció en un accidente automovilístico, en Brindisi, Italia. Uf. Cuando leí la novelilla, algo del clima londinense apareció en mi cara y, como si mis ojos fuesen las ventanas de las casas de allá, tuve que frotarlos para evitar la escarcha.
Sé que a la tía nadie la convencerá. Ella insistirá en ir a ver a Bond. Ella, de veras, cree que Bond estará en el Centro Histórico, filmando una película. Me gustaría hacerle su gusto. ¿Pero cómo hacer que la niebla aparezca en este territorio donde los días claros e iluminados son como el pan nuestro de cada día? (Chin, ya volví a poner el pan “sobre la mesa”).
Si un día, alguien me dijera que Julio Cortázar ha vuelto a la vida y estará en el Centro Histórico a mí me gustaría que alguien me llevara para que, aunque fuera de lejos, yo viera su carita de niño juguetón.

Posdata: ¿Jugamos a que soy Bond, ¡James Bond!? ¿Llego a tu casa a las 007?