domingo, 22 de marzo de 2015

UN CANDIDATO QUE NO ALCANZA LA ESTATURA




El escritor Murakami es candidato para el Nobel de Literatura. En los últimos tiempos siempre aparece como posible elegido. El japonés vende millones de libros en todo el mundo. ¿De veras es tan bueno? Los conocedores de su obra dicen que al principio era un autor de culto. Un autor de culto es un compa que sólo es seguido por una serie de incondicionales. Estos seguidores son tan apasionados que organizan veladas literarias donde leen fragmentos, al amparo de la luz de teas, en bosques o en casas deshabitadas. Convierten al acto de lectura en todo un ritual. De autor de culto (sólo para minorías) se convirtió en un fenómeno de masas. Ahora, cada uno de sus libros es esperado con gran expectación por millones de lectores.
Los que saben de cinematografía cuentan que las películas de Santo, el enmascarado de plata, se volvieron películas de culto. Las películas del Santo son tan simples en su escenografía y en sus guiones que los puristas las abominan, pero hay miles de cinéfilos en el mundo que ¡las adoran! Es un fenómeno contrario al de Murakami; el Santo primero fue un prodigio para multitudes (todo mundo recuerda el griterío de los espectadores en el cine: ¡Santo, Santo, Santo!, y ahora es un ídolo sólo para iniciados).
Nadie podría decir cuál es la riqueza que provoca el portento del cine del Santo. ¿Acaso es un portento el que los vampiros, por ejemplo, sean muñecos forrados con peluche y se vean los hilos de donde cuelgan? Uno podría preguntarse: ¿cuál es la riqueza de la literatura de Murakami? Daré una opinión muy personal. En primer lugar diré que me daría mucha pena (por la literatura) enterarme una mañana, por medio de la prensa o del Internet, que, en efecto, al buen Haruki Murakami le fue concedido el Premio Nobel de Literatura. Me dará pena por la literatura. El otro día, Pepe llevó un libro de Harold Bloom, un gran crítico literario. Entré al Internet para saber un poco más de Harold y me topé con una declaración donde dice que, con frecuencia, muchos lectores le escriben diciendo que ahora sólo leen basura, hablando de la literatura que se hace en estos tiempos. Esta declaración no puede generalizarse. Yo digo que la literatura actual tiene dos o tres buenos escritores pero dentro de éstos no está (perdón) Murakami.
¿Han leído los cuentos de Haruki? El libro más reciente: “Hombres sin mujeres” no satisface al lector acostumbrado a leer los cuentos de los grandes escritores. Este libro es un libro de variaciones sobre un mismo tema, lo cual no es malo; lo que sí es malo es la viga que no alcanza a dar la nota suprema. Murakami queda debiendo a quienes son lectores exigentes, a quienes saben que la literatura no es una mera armazón plástica. Me gustó su novela: “Kafka en la orilla”, donde se presenta como un escritor con capacidad para fabular más allá de lo evidente y de lo simple. Pero me queda debiendo mucho como narrador de cuentos. El cuento no es lo suyo, pareciera que todo está a punto del desborde y que como si fuese agua necesita el río de la novela para poder abrir ventanas.
Si un día Murakami obtiene el máximo galardón literario el mundo editorial estará dando razón a todos los lectores que le escriben a Bloom: los tiempos contemporáneos estarán jodidos.
Ya Mario Vargas Llosa nos alertó acerca de estos tiempos donde la cultura es un mero espectáculo. Cada vez tenemos más propuestas light; todo se banaliza; todo se hace más digerible, para evitar esfuerzos intelectuales.
Ya, también, los grandes críticos nos han advertido de esa campaña perversa donde todo está encaminado a que las personas ya no piensen, no razonen.
He leído tres cuentos que están contenidos en el libro “Hombres sin mujeres”; antes leí (hablando de cuentos) “Sauce ciego, mujer dormida” y la impresión que tengo es que Murakami no logra la circularidad que exige el cuento, no hay la suficiente contención; es decir, la suficiente habilidad literaria para bordar un texto inolvidable.
Los lectores sabemos que el Nobel está rodeado de intereses alejados del arte, basta mencionar la mercadotecnia para entender por dónde van las decisiones. Es comprensible. El orden del mundo capitalista obedece a grandes dictados. Pero uno pensaría que estos dos mundos no necesariamente tendrían que estar en polos opuestos.
Si se tratara de elegir elegiría a Joyce Carol Oates, mil veces por encima de Murakami. En fin, no soy nadie para tratar de colgar estrellas en el árbol. A veces, lo sabemos, hay gente que tala árboles y siembra postes plásticos para simular que hay un bosque. Los editores de Haruki han sembrado mil árboles que parecieran no ser naturales; es decir, no producen oxígeno.