sábado, 21 de marzo de 2015

CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA CÓMO TODO MUNDO SE VA DE PINTA




Querida Mariana: una noche entrevisté al poeta Jorge Esquinca, en la ciudad de Tuxtla Gutiérrez. Jorge es uno de los grandes poetas de Iberoamérica. Esa noche, en la calle, frente al edificio del Instituto Chiapaneco de Cultura (hoy Rectoría de la UNICACH), entre otras, le solté la pregunta: “Si fueras pez, ¿por quién te gustaría ser pescado?”. Jorge no dudó, abrió los brazos en señal de que no había elección: “Por Nastassja Kinski, definitivamente”, dijo. Yo, imitándolo, abrí los brazos en señal de que, en efecto, esa era la mejor elección.
Yo también recibí el deslumbre de Nastassja una mañana de 1979, en un cine de la Ciudad de México. Me había ido de pinta con un grupo de compañeros universitarios. En ese tiempo estudiaba en la Escuela de Arquitectura, de la Universidad del Valle de México.
¿Quién es Nastassja? ¿Por qué Jorge no dudó en nombrarla? No sé si vos has visto alguna película donde ella haya actuado. Yo la vi aquella mañana en una cinta que se llama “Cosi com sei” (en su traducción al español la podés encontrar como “Así como eres”). Nastassja actúa al lado del enormísimo Marcello Mastroianni.
Todo aquel que fue estudiante recuerda haberse ido de pinta. ¿Vos te has ido de pinta? ¡Claro que sí! Hay escuelas que tienen bardas altísimas para evitar la fuga de los alumnos, pero no faltan los atrevidos que encuentran el modo de saltarlas, como si fuesen experimentados habitantes de un penal. No recuerdo haber ido de pinta cuando estudié en la primaria ni en la secundaria. Mis pintas comenzaron cuando entré al bachillerato. Por fortuna, estudié en el edificio donde hoy está la Casa de la Cultura; un edificio sin bardas y con la puerta abierta de manera permanente. Hoy valoro mucho ese sistema educativo, en el que no había restricción. La prepa de Comitán nos mandaba la señal maravillosa de que éramos libres de entrar o no entrar. Con mis compas, en una o dos ocasiones nos fuimos de pinta. Tal vez una vez al billar de Nevelandia y otra, tal vez, al bar “El apolo”, que estaba a cuadra y media de la escuela. Y digo que sólo en dos o tres ocasiones, porque las demás veces que fuimos al billar o a sentarnos al parque o a tomar un refresco en el Café Intermezzo lo hicimos porque el maestro no había llegado y teníamos clase “libre” y en lugar de apoltronarnos en el patio o en el salón salíamos “como Pedro por su casa” y aprovechábamos esa hora. Ya dije que nosotros, preparatorianos afortunados, no sólo tuvimos el privilegio de estudiar en una escuela de puertas abiertas sino que también tuvimos la bendición de tener al parque central como nuestro patio de recreo. A veces me topo con Marirrós en alguna reunión de trabajo, nos citan a las diez y nosotros llegamos un minuto antes de la diez, ella me dice: “No aprendemos, Alex”. No, mi querida Marirrós, no entendemos que ahora las citas comienzan una hora después, cuando la cosa va bien. No aprendemos, porque nosotros estudiamos en una escuela donde ninguna puerta nos impedía salir o entrar, aprendimos a respetar el recinto aun sabiendo que éramos pájaros y podíamos volar a la hora que se nos pegara la gana.
Nastassja es hija del actor Klaus Kinski. En Comitán tenemos la costumbre de decir “el peor cuch se queda con la mejor mazorca”, cuando alguien medio fiero se hace novio de una muchacha bella; bueno, en el caso de Nastassja y Klaus algo similar podríamos decir, porque si hubiese un concurso del actor más fierito, el buen Klaus se llevaría el primer lugar o, ya con generosidad del jurado, el segundo lugar. Lo mismo sucedería con Nastassja si hubiese un concurso de la actriz juvenil más bella: Nastassja, si el jurado fuese medio estúpido, le concedería el segundo lugar, pero si el jurado fuese honesto se deslumbraría con la belleza de ella y le daría el primer lugar, con la misma velocidad que Jorge dijo que a él le gustaría ser pescado por ella. Esa noche imaginé a Jorge a mitad de la laguna, chapaleando al lado de bagres y de pirañas, y vi a Nastassja, sin caña de pescar; la vi meter sus manos en el agua y tener a todos los peces rendidos ante el brillo de su mirada. ¿Cómo un hombre tan feo engendró una mujer tan bella? Ah, es cuando se comprueba que el milagro, si bien no es cosa de todos los días, es una posibilidad cercana a quienes tienen fe. Porque Nastassja tiene tantos creyentes como si fuese la Virgen del Rosario. Ah, qué mujer más hoja de mirto, qué mujer tan bruja blanca para perder a los hombres de buena voluntad. Aquella mañana yo también caí rendido ante la belleza de esa chica alemana. La cinta fue filmada en 1978 y ella nació en 1961; es decir, tenía diecisiete años cuando se recostó en una cama y se desnudó y tomó la mano de Marcello y comenzó a darle pequeños besos como si su boca fuese una mariposa que diera saltitos y en cada saltito sembrara flores de luz. Marcello quedó iluminado e iluminados los miles y miles de espectadores que, con la respiración entrecortada, vimos cómo ella, con un simple movimiento de su cuerpo, levantaba el polvo de nuestro deseo y dejaba a éste expuesto como si fuese una madrugada o una playa dispuesta a amarrar al mar para siempre.
Durante los cuatro años que estudié en la Facultad de Ingeniería de la UNAM nunca falté. Todas las mañanas, de lunes a viernes, salí de la casa de doña Rome, con la bufanda enredada al cuello y caminé las calles que debía caminar hasta llegar a la Avenida Universidad para tomar el autobús; todas las mañanas miré desde la ventanilla cómo los departamentos se iluminaban y las mamás preparaban el desayuno del papá que debía salir para el trabajo y para los hijos que debían ir a la escuela. Sentí el olor de aquella ciudad, un olor que es como una bofetada dulce y agria para quienes madrugan. Nunca falté. Siempre llegué temprano y caminé por las islas y pasé frente a Arquitectura hasta llegar a Ingeniería. Nunca me fui de pinta de la escuela, pero sí de los salones. La mayoría de veces no entré a Electrónica y no lo hice porque a esa hora Juan José Arreola estaría en la Facultad de Filosofía y Letras o en el auditorio de Leyes exhibirían una película de Fellini, y, la mera verdad, yo catafixiaba, con una mano en la cintura, los circuitos electrónicos por la magia de la palabra de Arreola o la magia de la imagen de Fellini. A mí me encantó “estudiar” en la UNAM porque era como mi escuela preparatoria: una escuela de puertas abiertas. Así deberían ser todas las escuelas del mundo: ¡que entre quien quiera y salga quien quiera!; que el sentido de responsabilidad se vuelva una decisión personal y que cada quien asuma las consecuencias de sus actos (hablo, por supuesto, de niveles superiores. No imagino a niños de preescolar decidiendo por sí mismos).
Si todas las pintas tuvieran el mismo resultado que tuvo la pinta que hicimos los cuatro estudiantes de arquitectura, de la UVM, el mundo estaría de acuerdo en institucionalizar las pintas. Hoy, Nastassja Kinski es una mujer que tiene más de cincuenta años. Al ver una foto de ella se comprueba que no se ha hecho ninguna cirugía del rostro. Cuando la veo recuerdo el rostro lleno de grietas de Brigitte Bardot, otra actriz que fue bellísima en su juventud. Respeto esos modos de tomar la vida; así como respeto a quienes, como Jorge, recuerdan la imagen de un instante de luz. Alguno de los compañeros tuvo la idea de irnos de pinta e ir al cine a ver esa película, porque alguien le había dicho que una niña de diecisiete aparecía desnuda. (Hoy, está claro, el mundo protestaría porque una niña de diecisiete hiciera un desnudo total. Se sabe que los pederastas abundan.) Dijimos que sí, dejamos el edificio que está en la colonia San Rafael, nos subimos al carro de Humberto (una lancha enorme, de color azul que también nos sirvió para ir a las colonias más populares de la ciudad, cuando entrábamos a las fiestas y jugábamos a ser “Judiciales”. Dios mío, no nos atreveríamos a hacerlo en estos tiempos, pero en aquéllos lográbamos atención especial cuando el dueño de la fiesta se enteraba que nosotros…) y fuimos (no lo sabíamos) a recibir la bendición de la niña más hermosa y convertirnos, igual que el poeta, en eternos seguidores de su religión. Sí, igual que Jorge, miles y miles de espectadores en todo el mundo nos convertimos, dejamos de lado nuestra religión materna y, por decisión propia, nos hicimos seguidores de esa virgen que nos conducía al terreno espiritual por el mejor camino que existe en el mundo: el camino de la carne, de la piel de durazno.

Posdata: bastó ver el instante en que Marcello llega al jardín y se acerca a Nastassja y ésta levanta su rostro y, con un ligero movimiento de mano, hace para atrás su cabellera, para saber que estábamos irremisiblemente perdidos y hallados en su infinito misterio.