lunes, 7 de noviembre de 2016

EXPERTO EN COPAS





Deberías ser experto en copas, me dijo Agustín. Él sabe de mi gusto por admirar los pechos femeninos. Romina dice que mi pasión se debe a un destete tardío. No lo sé.
Me gusta el arte figurativo. Admiro a Chagal y a Modigliani. De joven siempre decía que no me gustaría morir de tétano, pero de teta sí. Era una bobera, pero era una señal de cómo me divertía ir al parque a mirar, sólo mirar. Aunque, hubo ya una época en que pensé que debía convertirme en un estudioso del ABC de la tetología y digo ABC, porque aprendí que la letra de los sostenes se refería al tamaño de los pechos: A: tetita; B: teta; C: soberbia; D: suprema. Miriam decía que el tamaño perfecto era el que cupiera en la mano, lo demás era desperdicio. Entiendo (porque he preguntado con amigas) que las D no son felices, porque llevar tamañas toronjas en el seno no resulta muy agradable.
Mónica me preguntó un día qué tipos de pechos prefería. Casi estuve a punto de repetir lo que Miriam decía, pero como Mónica tenía unas tetas soberbias dije que me gustaban los pechos como los suyos. Ella protestó, dijo que no podía saber bien a bien cómo eran su pechos, porque jamás los había visto (en realidad a ella le gustaba vestir playeras con cuello mao, pero ajustadas de tal forma que sus pechos sobresalían de manera espléndida). Dije que no, pero saqué la libreta donde tenía cientos de recortes de pechos y le pedí que, sólo como juego, señalara qué pechos se acercaban a los de ella, reconociendo que cada tetita es única e irremplazable.
Como admiro a los figurativos, mi pintura se acerca a tal expresión y busco, por todos lados, modelos para mis pinturas, un poco como hacía Diego Rivera, quien, en cualquier parte, se sentaba y tomaba apuntes para sus murales o (¡bendito!) llevaba modelos femeninos a su estudio y ahí las desnudaba. Tal vez este era uno de los momentos más sublimes de la creación de Diego, porque del natural pasaba el boceto al papel, era como trasmutar el espíritu cárnico (si se vale el término). Ya lo demás era puro acto reflejo, del papel al muro y sobre el muro la pintura. El momento trascendental, el importante, era el instante en que la mirada del artista (su alma) retenía el espíritu del modelo (su alma). Yo no hago lo que Diego hacía, yo me concreto a ver, a paladear, a disfrutar, a conservar el modelo en mi memoria, por ello voy a las plazas y veo a las muchachas bonitas, las veo cómo se acomodan el cabello, cómo suben las gradas del parque, cómo suben sus piernas a las bancas, cómo (sugerentes) se abren el botón superior de las blusas. Me gusta verlas como aves en pleno vuelo, disfruto a la hora que abren sus alas y exhalan sus sueños y deseos. Yo las veo, trato de ser discreto, porque lo último que deseo es ofender a mis modelos. Quisiera que supieran que son una creación divina y que ellas son el mensaje que manda Dios para mi obra creativa. Pero, a veces (maldición, no puedo evitarlo), soy muy obvio y mi mirada se posa como gorrión sobre los pechos de ellas, cuando una muchacha se agacha frente a mí no puedo desviar mi mirada, como si fuera yo un murciélago mi radar sólo detecta el aura de las areolas benditas, más el envase que las contiene.
A mí, me disculpan, pero no encuentro parte del cuerpo femenino que tenga la belleza del pecho. No tengo duda que el universo tiene la misma forma que el pecho de una mujer y que la zona más bella es la Vía Láctea.
Cuando Agustín me dijo que debería ser experto en copas, de inmediato pensé (en forma equívoca) que se refería a copas de licor. Pero, un segundo después, cuando me dio un codazo y me enseñó el par que pasaba frente a nosotros y que eran propiedad de una muchacha de diecisiete años, con una blusa blanca, ajustada, supe que él se refería al ABC de la tetología, ciencia que se encarga del estudio de lo más sublime de la vida.
Tiembla mi mano en el instante en que traslada al papel lo que mi mente retuvo. Tiemblo de placer cuando veo a una chica de pechos bellos, sugerentes, sublimes.
¿A alguien ofendo? Espero que no, pido a Dios que no. Todo es como si estuviera yo parado en la cima de una montaña y admirara la creación. Todo es como si yo viera el vuelo del ave y viera el movimiento de las hojas de los árboles y viera el trazo del arco iris y viera el movimiento lento de un par de nubes.
Todo es como un homenaje a Modigliani, uno de los artistas más grandes del mundo. Los desnudos femeninos que pintó son los más bellos. ¿Quiénes fueron sus modelos? Esas mujeres fueron tocadas dos veces por la divinidad, en el instante en que se supieron bellas y en el instante en que Amedeo las inmortalizó.