miércoles, 23 de noviembre de 2016
LECTURA DE UNA FOTOGRAFÍA DONDE LA BANQUETA ES UN PALCO
La foto es sencilla. Es una tarde cualquiera. Los autos pasan con su ritmo de bachata o de reguetón, mientras dos amigos, sentados en la banqueta, platican. No hay más. El sol lo sabe, por eso pinta su raya y no inunda la calle, sólo se tira sobre los tejados de un barrio mítico: la Pilita Seca.
En este país y en otros de América Latina la acera se le llama banqueta, cuando el diccionario exigiría que se llamara banqueta a un banco pequeño, sin respaldo ni descansabrazos, un poco como los bancos que usaban los primeros banqueros en la Italia de fines de la Edad Media. La mayoría de hablantes usa banqueta como sinónimo de acera.
Acá en Comitán sólo quienes se creen hijos putativos del maestro Bernardo Villatoro dicen acera. Todo mundo habla de banquetas, todo mundo recomienda a las mujeres caminar con cuidado por las banquetas de laja, porque son muy resbalosas (las lajas).
Pero acá, como en muchos otros lugares de este país, el sustantivo banqueta lo hemos convertido en verbo y decimos que no hay cosa más agradable que “banquetear” en las tardes. Muchas palabras las convertimos en verbos, un verbo reciente es escanear: yo escaneo, tú escaneas. La palabra escáner la convertimos en verbo. De igual manera, hace tiempo, al sustantivo petate también lo volvimos verbo y lo aplicamos para la vida y para la muerte. Si fulano murió decimos que se petateó, pero, si fulana se acuesta con el compadre, decimos que la fulana petateó con su amante.
Así pues, en Comitán existe la sana costumbre de “banquetear”; es decir, sentarse en la banqueta para platicar con los amigos. Si hubiese que nombrar el barrio más banquetero de Comitán sería el barrio de la Pilita Seca.
En la esquina de mi casa hay dos señoras que banquetean los domingos, por la tarde. Salen de su casa (que está a la mitad de la calle), caminan a la esquina y ahí se sientan hasta que la noche llega. Si ellas vivieran en Tuxtla, por ejemplo, abrirían la puerta de su casa y sacarían sillas. En Comitán no se banquetea sacando sillas a la banqueta, acá, la gente es más sencilla, se sienta sobre la banqueta. Desde la banqueta, los banqueteros se dedican a ver cómo pasa la vida en forma de mujeres que saludan, de jóvenes que caminan tomados de la mano, de mujeres que llevan a sus mascotas, de niños que van abrazados o de jóvenes que, con la música a todo lo que da, manejan sus autos recién lavados. En la Pilita Seca se da el fenómeno social con gran elegancia. Como a las cuatro de la tarde alguien se sienta y revisa su celular; un minuto después llegan dos amigos (una muchacha bonita y un muchacho que viste pantalón de mezclilla). Poco a poco la banqueta se llena de amigos que platican y beben refrescos (cerveza, alguna vez). Las señoras que preparan los panes compuestos y las chalupas sacan sus mesas a la banqueta, prenden el foco y esperan que los antojadizos lleguen a comprar. La calle se llena de vida. Todo lo convoca ese hábito maravilloso de banquetear.
En esta fotografía se ve a dos amigos que banquetean, alejados de toda la prisa que parece pasar frente a ellos. Los automovilistas llevan prisa, su destino es otro. Ellos, los banqueteros, platican, toman un refresco. No hacen más. Ya trabajaron durante toda la mañana. Ya ganaron el derecho de banquetear y se sientan en el palco principal del mayor teatro del mundo. Todo sucede en la calle. Esto lo saben los banqueteros, por eso no se quedan encerrados en sus casas viendo televisión. Salen a la calle y ven el único canal que resume la vida de manera espléndida.
Nunca se ha sabido de un accidente en el que un auto pase a arrollar a los banqueteros. Todos los automovilistas saben que la Pilita Seca es territorio para banquetear, ello los obliga a moderar su velocidad y conducir con precaución. No existe el letrero de advertencia, pero éste diría: “Precaución: Comitecos banqueteando”.